Los problemas de los ríos asturianos son de origen muy distinto y sus soluciones en algunos casos son forzosamente muy costosas. Unos problemas son puramente físicos, que afectan al cauce, al agua o las orillas, otros se refieren a las poblaciones de seres vivos en sí. La extraordinaria abundancia en salmones de épocas pasadas, por ejemplo, es imposible de recuperar hoy en día por varias razones: en primer lugar, los ríos asturianos son pequeños, y en épocas de sequía (como los últimos años), poco caudalosos. Además, muchas zonas de cabecera son inaccesibles para salmones y reos debido a obstáculos insalvables (grandes presas y embalses, como el de Calabazos del Narcea). Este es el cambio cuantitativamente más importante respecto a principios de siglo: la disminución de las áreas de freza. Es imposible aumentar la producción de salmónidos de los ríos asturianos sin recuperar zonas de desove y de crecimiento de alevines, por muchos peces que se echen en el río, si éste no tiene sitio para que se desarrollen, no aumentará el rendimiento en número de adultos. La recuperación de muchas zonas de río es muy sencilla en ocasiones: basta eliminar obstáculos tales como presas que ya están en desuso y habilitar pasos o escalas para salmones, truchas y anguilas. Otros casos tienen más difícil solución, como las grandes presas, en ellas la construcción de escalas es inviable en ocasiones, por lo que se debería recurrir a capturaderos a pie de presa y posterior transporte de los peces migradores. Evidentemente, esta inversión es muy superior a la que se requiere en el caso anterior.
También cuenta la calidad del hábitat en los ríos: limpieza del agua, existencia de pedreros finos para los desoves, árboles crecidos en las orillas que ofrezcan protección y sombra. Los salmónidos son peces exigentes en cuanto a las condiciones necesarias para reproducirse. Es imprescindible la instalación de depuradoras y filtros, la eliminación de vertidos (domésticos e industriales) y la desaparición de vertederos y basureros ilegales, como puntos de importancia prioritaria y básicos para incrementar las poblaciones asturianas de salmónidos. Los esfuerzos e inversiones de todos los interesados en los ríos (especialmente los pescadores), deberían encaminarse a mejorar el medio ambiente fluvial, incluyendo la reforestación de las márgenes de los ríos (hay casos de talas verdaderamente escandalosas y nocivas para los ríos). Es empezar desde la base: primero, disponer de un lugar adecuado para mantener los peces, antes de ocuparse de los peces que se desean mantener.
Una vez recuperado el río, se debe analizar qué peces son los más apropiados para vivir en él. Desde hace muchos años se ha venido repoblando con salmón y trucha procedentes de poblaciones lejanas: salmón de Escocia, Noruega, Irlanda; trucha de Huesca y Cuenca (originarias de Centro Europa en ambos casos, pues los stocks de ambas piscifactorías se iniciaron con truchas importadas). ¿Qué ha pasado con esos peces importados, una vez liberados en los ríos asturianos? La respuesta se está empezando a obtener ahora, tras la puesta a punto de diferentes técnicas y el análisis de numerosas poblaciones de trucha y de salmón antes y después de las repoblaciones. Cada especie ha evolucionado frente a las repoblaciones de una manera diferente, y por eso se deben considerar por separado.
Las poblaciones asturianas de trucha presentan una gran variabilidad a nivel ecológico y genético. Son muy diferentes entre sí, están adaptadas a ambientes y situaciones muy diversas: alta montaña, pequeños afluentes, arroyos costeros, ríos caudalosos….. Todas ellas pertenecen a la raza genética denominada «ancestral», una variedad diferente a la trucha centroeuropea y a la de piscifactoría. Las repobladoras utilizadas hasta ahora no pertenecen a la misma raza ancestral, y es posible diferenciarlas genéticamente de las asturianas con una seguridad del 100% analizando una proteína (la LDH – 5). En la mayoría de las zonas analizadas, la repoblación no ha tenido éxito: los repobladores desaparecen del río a los cinco o seis meses de repoblar y no se ha comprobado que dejen descendencia. Sin embargo, se han adaptado en embalses y lugares donde la población inicial estaba muy disminuida; en estos lugares han desplazado totalmente a los posibles restos de población nativa que hubiera. En los ríos que tienen desove de trucha propios, la repoblación no ha tenido ninguna repercusión sobre la pesca; las únicas truchas que llegan a adultas, se reproducen y se pescan son las nativas. Esto permite concluir que la trucha asturiana goza de «buena salud»; las repoblaciones son pues innecesarias.
El salmón es bastante diferente en este aspecto. Por una parte, las poblaciones asturianas de salmón son mucho menos numerosas que las de trucha, y son poco variables a nivel genético. Como en la trucha, también se encuentran diferencias genéticas significativas (con una seguridad superior al 95%) entre los alevines repobladores que se han venido echando al río (noruegos, irlandeses o escoceses) y los alevines nativos; sin embargo, los pequeños salmones repobladores sí que son capaces de sobrevivir en los ríos asturianos, llegan a esguinar (migrar al mar) normalmente y retornan al cabo de un tiempo para reproducirse en el río del que salieron, incluso si éste no tiene buenas condiciones para la freza: han retornada al Navia repobladores a los que se había marcado de juveniles. Pero no siempre su supervivencia es tan sencilla: por ejemplo, en 1989 (durante la época de sequía) quedaron en el Esva casi exclusivamente los juveniles nativos, desapareciendo la mayor parte de los repobladores importados; se supone que los salmones procedentes de lugares mucho más fríos están peor adaptados a los cambios ambientales (temperatura, oxígeno disuelto en el agua) de los ríos asturianos.
Analizando los adultos pescados en el Narcea y el Esva durante las dos últimas temporadas, se ha encontrado que la mayor frecuencia de repobladores se encuentra entre los añales (los salmones de un año de mar), mucho más pequeños que los adultos que pasan dos o más años creciendo en los caladeros marinos. Los adultos grandes son genéticamente similares a los juveniles nativos y diferentes a los repobladores, de modo que, a nivel de pesca, el efecto de las repoblaciones con salmones importados es incrementar el número de añales en detrimento de adultos grandes. No está demostrado que aumente el número total de salmones pescados (de hecho no aumentan las capturas de salmones, a pesar de los muchos años que se lleva repoblando). No se puede saber el efecto negativo que han tenido las repoblaciones sobre los salmones nativos, con los que han competido por el alimento y el espacio. Tampoco se sabe el posible papel que juegan las repoblaciones en la propagación de enfermedades como la saprolemniosis (hongos) o la temida y mortal UDN, aunque se sabe que en determinados casos las repoblaciones son responsables de la extinción total de muchas poblaciones nativas. Un ejemplo conocido es Noruega, donde junto a alevines repobladores originarios del Báltico se importaron parásitos contra los que los salmones nativos no tenían resistencia. Esto no está comprobado en Asturias, pero es evidentemente un riesgo posible. Lo que sí se sabe, es que en la mayoría de ríos asturianos, no se podrían reproducir muchos más salmones de los que lo hacen actualmente, pues no tienen sitio material para ello. Por estas razones, es desaconsejable también para esta especie la repoblación; lo más adecuado para una buena gestión en la cual se aumente la población salmonera, consiste en ampliar y mejorar el hábitat del río y dejar a los salmones nativos que se reproduzcan (cada año entran al río más que suficientes).
Se podría concluir que el efecto de las repoblaciones es negativo en el salmón e ineficaz en la trucha; en cualquier caso, los riesgos potenciales (introducción de enfermedades, desaparición o disminución de las poblaciones nativas) son muy superiores a los beneficios. El aumento del número de salmónidos en Asturias, cara a la pesca pero también a la conservación de las especies (dos aspectos que no se pueden separar, ya que los ríos no son piscifactorías para criar y vender peces, sino ecosistemas naturales complejos), ha de conseguirse racionalmente mejorando el hábitat para las poblaciones que ya existen; su multiplicación y vigor es el resultado esperable si dejamos actuar a la Naturaleza. Desde el punto de vista ecologista o simplemente conservacionista, ésta es la mejor alternativa: recuperando el medio ambiente natural también las demás especies, incluida la humana, se verán igualmente beneficiadas.
Autor: Eva García Vázquez
