Dian Fossey
La conservación de su hábitat entre los volcanes de Virunga y el Parque Nacional Impenetrable de Bwindi ha sido clave para lograr este éxito. Sin embargo, esta subespecie y las otras 3 tienen muchas más amenazas que debemos solventar para garantizar su futuro.
En primer lugar, los gorilas siguen siendo cazados para el consumo de su carne, considerada una delicatessen en ciertos lugares, o bien para el tráfico ilegal de individuos vivos, especialmente de crías. Aún hay gorilas que son cazados para emplear partes de su cuerpo como ornamentos o amuletos. También los gorilas son víctimas de trampas puestas para otras especies con las que comparten hábitat, como antílopes y otros mamíferos de menor tamaño.
Una de las actividades más peligrosa para este ecosistema es la extracción ilegal de minerales, especialmente los que tienen gran valor para la industria tecnológica, como el coltán y la casiterita. Se deforestan grandes sectores, se abren caminos para los camiones (que también son empleados por los furtivos), se degradan los suelos, y muchas guerrillas se instalan en la zona para lucrarse de ello, y alimentarse muchas veces de animales salvajes, como los gorilas, cuya población en la zona de conflicto de la República Democrática del Congo ha caido drásticamente.
En los programas de protección del hábitat de los gorilas también se busca evitar el contacto entre poblaciones humanas y de estos simios, ya que, al ser genéticamente muy smilares, se pueden contagiar mutuamente enfermedades.
El gorila es un primate de gran inteligencia, que muestra una amplia empatía y un complejo sistema de relaciones sociales.













