Greenpeace ha alertado de que la caza intensiva de jabalíes no es una solución eficaz para frenar la expansión de la peste porcina africana en España y, además, puede resultar contraproducente.
La organización ecologista sostiene que centrar la respuesta en el control cinegético desvía la atención de las verdaderas causas de la propagación de la enfermedad y de las medidas realmente eficaces para prevenir la peste.
Según Greenpeace, diversos estudios científicos demuestran que aumentar la presión de caza sobre las poblaciones de jabalí provoca efectos no deseados, como la dispersión de los animales hacia nuevas áreas. Este desplazamiento incrementa el riesgo de contagio al ampliar el área de distribución del virus y al aumentar el contacto entre grupos, lo que puede acelerar la propagación de la enfermedad en lugar de contener la peste.
Peste porcina africana: Greenpeace rechaza la caza de jabalíes como solución
No se debe apostar por la caza para combatir la actual crisis de peste porcina. Así lo manifiesta Greenpeace tras conocer hoy que algunas comunidades autónomas plantean incrementar la caza de jabalíes para reducir su población y disminuir potencialmente la posibilidad de transmisión de la peste porcina africana a los cerdos domésticos.
Esta medida tiene como principal objetivo proteger a la potente industria porcina española. No pretende proteger a los propios jabalíes, especie autóctona en España, ni al medio ambiente en general.
«Los jabalíes son el «mensajero» y víctimas de la peste porcina africana, no los culpables de que haya aparecido en España.
Hay que plantear la reducción del número de cerdos y explotaciones intensivas en las zonas con una alta concentración, como Cataluña, y no solo pensar en proteger la destructiva industria porcina», ha declarado Luís Ferreirim, responsable de ganadería en Greenpeace España.
Como están poniendo de manifiesto las primeras medidas impulsadas en Cataluña por la Generalitat, la prioridad institucional ha sido blindar la industria porcina a toda costa: se han desplegado dispositivos excepcionales para capturar y eliminar jabalíes en zonas naturales como Collserola y se han destinado millones de euros en ayudas al sector, mientras se evita abrir el necesario debate sobre la insostenibilidad del modelo agroindustrial en la región.
Tanto la llegada a Europa del virus de la peste porcina africana como el actual brote en España fue provocado por el ser humano en un mundo cada vez más globalizado.
En 2007 entró presuntamente por Georgia a través de un buque y, en España, las hipótesis que se barajan son que haya entrado por comida contaminada proveniente de un país donde el virus está presente en la UE (Bulgaria, Croacia, Chequia, Estonia, Alemania, Grecia, Hungría, Italia, Letonia, Lituania, Polonia, Rumanía, Eslovaquia y Suecia), o bien que haya saltado de un centro de investigación, donde se desarrolla una vacuna contra el virus (para proteger a la industria, no a la biodiversidad). En ambos casos los jabalíes no son el problema ni los culpables, son las víctimas.
El papel de la ganadería industrial en la crisis de peste porcina
El experto italiano Vittorio Guberti, veterinario y miembro del equipo de emergencia veterinaria de la UE, indica que «el 99 % de las veces son los humanos quienes transmiten la peste porcina a las granjas industriales. No hay contacto directo entre un cerdo de explotación industrial y un jabalí.»
En estas instalaciones, los animales están totalmente aislados del exterior, no solo por muros, sino por vallas metálicas que impiden que entren personas ajenas a la instalación y otros animales.
Esto mismo es también lo más plausible que esté pasando en muchas explotaciones industriales afectadas por la gripe aviar. El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación ha explicado a Greenpeace, en conversaciones previas, que el origen más plausible de la transmisión del virus en las explotaciones avícolas estaría en los «animales de dos patas», en clara referencia a los seres humanos.
Por qué la caza podría agravar la expansión del virus en España
Si miramos a países como Italia, donde el virus lleva presente ya varios años, se puede observar que la caza – por la cual también apostó el Gobierno italiano – no fue la solución, sino que puede haber agravado el problema. Los jabalíes potencialmente infectados que consiguen escapar, presionados por las batidas de cazadores, huyen hacia otros territorios y dispersan aún más el virus.
Por otro lado, si no se aplican medidas estrictas, la manipulación de un jabalí infectado por parte de un cazador, sin saber que está infectado, puede ayudar a la dispersión del virus a través de ropa, calzado, vehículos o de cualquier material donde se pueda impregnar, así como de los restos que puedan quedar en el campo.
España ante un modelo agroindustrial frágil y de alto riesgo
La permisividad del Gobierno, con la connivencia de las comunidades autónomas, ha permitido que la ganadería industrial, y muy particularmente la del porcino, creciera de forma desmedida y descontrolada en el Estado español.
La elevada densidad de animales y la concentración de explotaciones hace que una enfermedad animal como ésta, u otra cualquiera, una vez que entra a estas fábricas de producción de carne, leche y huevos, se amplifique y propague a otras instalaciones.
Este modelo destructivo, generador de un alto impacto ambiental y de sufrimiento animal, es muy rentable hasta que la bomba explota. En España se sabía que esto podía pasar, sin embargo, se ha permitido su crecimiento.
Con el actual modelo de ganadería industrial, con más de 34,5 millones de cerdos censados en 2024, si el virus de la peste porcina africana entra a las explotaciones intensivas provocará un sacrificio masivo de animales, así como una debacle económica que, con un modelo de ganadería bien dimensionado y resiliente, sería menor.
El actual brote surge en Cataluña, donde la gestión de la peste porcina africana vuelve a evidenciar los excesos del modelo agroindustrial, basado en una producción intensiva y altamente concentrada. Con más de ocho millones de cerdos, en su mayoría ubicados en zonas como Lleida, Cataluña presenta una de las mayores densidades porcinas de Europa. Sin embargo, en lugar de abordar este problema estructural, se sigue señalando a la fauna salvaje como chivo expiatorio.
Las exigencias urgentes de Greenpeace para frenar la crisis porcina
Frente a esta grave situación, Greenpeace demanda el fin de la ganadería industrial y sus macrogranjas y exige medidas urgentes:
- Una moratoria inmediata y sin dilación a la ganadería intensiva. Para que el problema no siga creciendo es fundamental que no se autoricen nuevos proyectos de ganadería intensiva ni la ampliación de los existentes.
- Reducción drástica de la densidad de animales en explotaciones intensivas existentes y de explotaciones en las zonas con una alta carga ganadera.
- Desarrollar un Plan Estratégico de Ganadería (PEG) que permita determinar la carga ganadera máxima para cada región, en función de la base territorial necesaria para mantener la actividad ganadera, priorizando siempre la ganadería extensiva – ante sus beneficios ambientales y sociales – frente a la intensiva. Este Plan debe permitir hacer una transición justa en el sector ganadero y por ello debe tener una dotación presupuestaria importante.
- Reducir la cabaña ganadera en intensivo hasta alcanzar un 50 % menos en 2030, priorizando sistemas extensivos y ecológicos.
Para Greenpeace, utilizar al jabalí como chivo expiatorio oculta un modelo de producción ganadera intensiva que genera riesgos sanitarios y ambientales.
La organización concluye que solo abordando las causas estructurales y apostando por una prevención real se podrá proteger al sector y al medio rural de futuras crisis sanitarias. Seguir leyendo en ECOticias.com / EFE













