Vuelven los asesinatos a las granjas peleteras. En el último informe de Eurogrup for animals, denominado “Fur Free Europe” se menciona específicamente los detalles sangrientos de los momentos finales de estos animales. Y es que la brutalidad de sus muertes es impactante. Y pone en evidencia la necesidad urgente que hay de prohibir la cría de animales por sus pieles.
Sufrimiento atroz
Los visones se sacan de sus jaulas agarrándolos por la base de la cola. Luego son empujados a través de una trampilla sobre ruedas hacia una cámara. Esto hace que la manipulación se reduzca al mínimo. Pero hablamos de una especie ferozmente independiente. Por lo que cuando los visones son arrojados unos encima de otros sufren de manera indecible. Se estresa muchísimo y muchos mueren asfixiados. El confinamiento los mata incluso antes de que el gas haga efecto.
A pesar de las exigencias de muchísimas personas, que piden que se acabe esta cruel práctica, a los visones se los sigue gaseando con dióxido de carbono. Dependiendo de la concentración del gas, cada animal puede tardar entre 4 y 15 minutos en morir.
La alternativa es gasearlos con monóxido de carbono, pero, dado que este gas induce a la inconsciencia y la muerte por falta de oxígeno, es una forma de morir particularmente cruel para un animal que en la naturaleza está acostumbrado a bucear.
El método menos doloroso podría ser la electrocución. Para ello se aplican electrodos simultáneamente en la cabeza y la espalda para que la corriente pase directamente a través del cerebro, dejándolos inconscientes antes de que mueran de un paro cardíaco. Sin embargo, en muchas las granjas peleteras, se induce a los animales a masticar un electrodo mientras les introducen otro en el recto. De esta forma su corazón entra en fibrilación antes de perder el conocimiento.
Aunque las chinchillas también mueren a veces mediante gas o electrocución, se les suele inyectar hidrato de cloral. Y en muchos casos se las mata de forma más directa. Se las coge por la cabeza, se arquea su cuello hacia atrás y luego se tira bruscamente de la cola. De esta forma se le rompe el cuello. Un método eficaz, pero de una crueldad extrema.
Por una Europa sin pieles
En pleno siglo XXI no es necesario usar pieles de animales. Tenemos la posibilidad de vestirnos con una amplia gama de prendas que se pueden fabricar de forma ética. Sin necesidad de que un animal sufra por ello. Continuar con estas prácticas deja en evidencia que a la Europa de hoy le queda mucho para poder llamarse civilizada.
Los progresos de la sociedad ya no necesitan basarse en el sufrimiento de los animales. Gracias a la tecnología y a las innovaciones podríamos vivir sin hacer daño a otros seres vivos. Pero para ello debe haber un cambio de mentalidad. Que se traduzca en medidas políticas reales eficaces. Mientras tanto, poca vergüenza tenemos para hablar de humanidad, civilización y sostenibilidad. Vuelven los asesinatos a las granjas peleteras.