Dado que los productos comprados por un país que pretende reducir el uso de plaguicidas, bien pueden provenir de otro que no priorice estos problemas, para conseguir que en Europa la agricultura se base en la sostenibilidad y está libre de quimicos, aún hay mucho que cambiar.
¿Cuál es la situación de los plaguicidas en Europa?
Europa está conformada por varias naciones que tienen diferentes maneras de producir o de consumir y una relación particular con los alimentos ecológicos. Durante las últimas dos décadas, países como Austria y Dinamarca lograron reducir gran parte de su dependencia de los pesticidas, optando por los cultivos de producción sostenible.
Pero muchos de sus vecinos continentales siguen recurriendo a ellos, especialmente para los productos que exportan. España es de los que hacen un uso extremadamente intensivo de los plaguicidas. Para cultivar la mayoría de las frutas y verduras se emplean métodos de mecanización, combinados con la aplicación de productos fitosanitarios.
paradójicamente, hasta principios de la década de 2000, España figuraba como una de las naciones que hacía un uso medio de los plaguicidas, pero en cuanto la carrera por la productividad y por estar a la cabeza en las exportaciones se convirtió en algo prioritario, el país se convirtió en el primer usuario de agroquímicos, un puesto que ostenta desde 2016.
Para España, la agricultura intensiva más que un buen negocio es un asunto de índole estratégico, puesto que lo que se pretende es aprovechar al máximo sus amplias superficies agrícolas y sus muchas horas de sol, para convertirse en un actor clave a nivel europeo, en la producción de hortalizas y frutas.
Otros países también apuestan por la agricultura y acaban requiriendo muchos agroquímicos, para multiplicar la rentabilidad. Un buen ejemplo de ello son Malta y Chipre. Especialmente en la isla de Malta se cultivan patatas, que son ávidas consumidoras de agroquímicos, especialmente de fungicidas, lo que hace que esta sea la nación que más consume plaguicidas en relación con el tamaño de su territorio.
Comprobar las dosis
Una buena práctica, más en sintonía con la realidad ambiental es la que está llevando a cabo el Ministerio de Agricultura francés, que contabiliza el Número de dosis unitarias o NODU, algo que permite medir específicamente los tratamientos que se le dieron a cada cultivo, más allá de la cantidad de producto utilizado.
Pero si Francia muestra una caída en el consumo de plaguicidas en términos absolutos, el NODU ha demostrado que el consumo de productos fitosanitarios ha aumentado. Y la situación es mucho peor en otros países como España y Portugal, que han visto incrementado el consumo absoluto de plaguicidas, aunque han intentado optar por el uso de productos cuyas sustancias activas están cada vez más concentradas.
Los cambios que hacen falta
La lucha contra el empleo de este tipo de plaguicidas no debe limitarse a las fronteras internas de cada país, sino que necesita trascenderlas para lograr resultados positivos y evidentes a nivel continental, apostando por la agricultura sostenible y eliminando estos químicos de la alimentación diaria de los europeos.
En la Unión Europea, en general, la mayoría de los países han logrado reducir la cantidad de plaguicidas que emplean, lo que podría sugerir una mejora significativa de la situación. Francia, por ejemplo, ha logrado un descenso de casi el 30% de los fitosanitarios que empleaba en apenas unos pocos años.
Desafortunadamente, esto no necesariamente significa que se hayan implementado una agricultura sostenible y se haya reducido el número de tratamientos, sino que, para evitar el empleo de fitosanitarios que están prohibidos, se los reemplaza por otros plaguicidas podrían requerir dosis más bajas, pero que siguen teniendo impactos nefastos en el medio ambiente y la salud.