Las nuevas tecnologías son maravillosas. Nos ofrecen herramientas muy útiles que han permitido hacer importantes avances en temas como la medicina, la construcción, la educación y la comunicación. Pero, por otro lado, la tecnología también tiene sus peligros.
Cuando se habla de estos peligros nos fijamos en el «mal uso de la tecnología», un uso incorrecto que puede ser perjudicial para la gente: personas «enganchadas» a Internet o el móvil, estrés por parte de los trabajadores para adaptarse a una determinada herramienta, pérdida del contacto humano, etc. Todos estos problemas están, pero hay otros, a los que no paramos suficiente atención: no somos conscientes de las repercusiones que tiene sobre la sociedad y el medio ambiente. Aquí proponemos una reflexión sobre el coste real de la alta tecnología, y qué podemos hacer para reducirlo.
El coste de hacer un ordenador
¿Has oído hablar del coltán? Es un mineral del que se extrae el tántalo, un material imprescindible para todo producto electrónico de alta tecnología: hay tántalo en tu ordenador, móvil, televisor, iPod, agenda electrónica, y también en tu lavadora y en el coche. El problema es que la mayor reserva de coltán del mundo (alrededor del 80%) está en la República Democrática del Congo, donde su extracción ha estado ligada a conflictos bélicos, condiciones de explotación de prisioneros de guerra y niños, desastres ambientales para la fauna local y problemas de salud relacionados con las condiciones laborales. Más allá de la materia prima, el proceso de fabricación también es muy costoso. No queremos aburrir con cifras, pero para que os hagáis una idea:
Para construir un chip de 32 MB de memoria RAM se necesita: la electricidad generada por 1,6 kg de combustibles fósiles, 72 gramos de productos químicos diversos, 3.200 litros de agua y 700 gramos de nitrógeno, y todo para obtener un producto de unos 2 gramos de peso.
Uno de los datos más sorprendentes es que el coste energético de hacer este chip es de 41 megajulios (MJ), mientras que en toda su vida útil, de 4 años, sólo consumirá 15 MJ. Es decir, el 63% del consumo energético en el ciclo de vida de este chip se gasta en el proceso de fabricación.
Además, consideremos el factor humano: gran parte del proceso de fabricación de ordenadores se hace en países como México, Filipinas o China, donde el sueldos son bajos, los horarios no están necesariamente regulados y los sindicatos son casi testimoniales. Muchos de los productos en el proceso de fabricación (minerales y plásticos) de un ordenador son altamente tóxicos, y aunque esta contaminación la sufren las personas que montan los ordenadores, el mayor riesgo está cuando nos deshacemos de ellos.
El coste de deshacerse de un ordenador
Los desechos electrónicos, conocidos como e-waste, son un problema cada vez mayor. Lo primero que debemos tener claro es que se deben llevar a puntos de recogida especializada: estos productos, en caso de que acaben en un vertedero, pueden filtrar elementos como plomo, mercurio, arsénico, cadmio o berilio en el suelo, contaminar el medio y atentar, por tanto, contra nuestros derechos básicos.
Igualmente, la incineración es un problema: el cobre es uno de los catalizadores más importantes para la formación de dioxinas, y los circuitos digitales contienen plásticos y retardadores que son los responsables de algunas de las dioxinas más tóxicas y, por tanto, quemar estos productos tiene un fuerte impacto en la contaminación del aire.
En 2008, los 27 países de Europa se recogieron 8,7 millones de toneladas de e-waste, lo que representa el 1% del total de basura recogidas, y se espera que esta cifra llegue al 2% en finales de 2010. Pero, ¿qué se hace con el e-waste recogido? La mayoría de los países ricos no pueden gestionar esta cantidad de residuos de forma segura según sus leyes, así pues, se separan y reciclan algunas partes, pero las partes más peligrosas se exportan a países en vías de desarrollo, donde las leyes que protegen a los trabajadores y el medio ambiente son inadecuadas o no se cumplen.
Un ejemplo paradigmático es la región de Guiyu, en China, donde el e-waste se ha convertido en el principal (y prácticamente único) negocio de la región. Allí las personas manipulan estos residuos sin tener conocimientos mínimos de seguridad. Por ejemplo, queman los cables para obtener el cobre que hay bajo los plásticos sin usar máscaras. Los residuos se acumulan en la orilla del río, hasta tener uno de los aires, tierras y aguas más contaminados del mundo, la ganadería y la agricultura son ahora un negocio imposible, dada la gran contaminación que hay, y el agua que beben las familias se importa cada día en contenedores desde Nanjin, a 30 km de distancia. Además se han encontrado niveles alarmantes de plomo en la sangre en el 80% de los niños de la zona.
El coste de usar un ordenador
Utilizar un ordenador también tiene un coste. Durante el 2007, las tecnologías de la información representaron el 2% del total de emisiones mundiales de CO2, es decir, tanto como la industria aeronáutica. De esta cantidad, sólo el 14% es debido a los grandes centros de cálculo (supercomputadores, mainframes, etc.), mientras que el 49% del consumo es ocasionado por los PC y sus periféricos (pantallas, impresoras, etc.). Pero un dato sorprendente es que el 37% restante se debe al consumo de las redes de interconexión. Enviar un archivo con fotos o subir algo a Facebook tiene un coste: la información circula por una serie de routers y servidores que consumen mucha energía.
Pero esta enorme cantidad de energía requerida se puede reducir fácilmente cambiando las costumbres. Malgastamos montañas de energía, muchas veces sin ser ni siquiera conscientes, y la mejor manera de reducir este consumo es por la vía de la educación. Poner el ordenador en modo «hibernado» cada vez que estamos más de media hora sin usarlo puede reducir el consumo de manera drástica. No imprimir todos los documentos, o no reenviar todas esas cosas «divertidas» que nos llegan también son gestos sostenibles.
Pero hay, además, una parte de la sostenibilidad que olvidamos a menudo: el buen uso del ordenador. Debemos ser conscientes de que muchas horas delante de un ordenador puede tener consecuencias para nuestro cuerpo. Tener periféricos ergonómicos, una buena postura o seguir las normas de seguridad laboral es muy importante para que los ordenadores no sean una carga para la sociedad.
Conclusión: ¿qué debemos hacer?
Lo primero que tenemos que hacer es salir de este círculo de obsolescencia programada, donde nos sentimos obligados a cambiar de ordenador o móvil cada poco tiempo, ya que el nuevo es barato y «nos ofrece más». Antes de comprar un ordenador nuevo, piensa si es realmente necesario cambiarlo (por ejemplo, puedes mejorar el rendimiento cambiando alguno de los componentes o instalando Linux). Si realmente necesitas uno nuevo, hay muchas organizaciones que recogen los viejos y los dan a colectivos desfavorecidos. Si el aparato realmente está roto, llévalo siempre a un centro de recogida especializada que haga el tratamiento adecuado. Respecto al día a día, puedes intentar reducir el consumo, así como evitar problemas de salud usándolo de manera sensata. En tus manos está hacer que la alta tecnología no sólo sea útil, sino también sostenible.
La revista ‘Educación y Sostenibilidad’, en ‘Sostenible’
Educación y Sostenibilidad, la revista de RCE Barcelona, mantiene una colaboración fija en Sostenible, donde publica algunas de sus entrevistas y artículos más destacados. Educación y Sostenibilidad es una revista dirigida a educadores de todos los niveles formativos, y está disponible en castellano, catalán e inglés. Ofrece reflexiones y herramientas para integrar temáticas socio-ambientales clave en las actividades de formación tanto en el ámbito de educación formal como el no formal. Se pueden encontrar artículos escritos por líderes de opinión, experiencias educativas en distintos países y sectores, entrevistas con expertos, así como una selección de recursos pedagógicos para cada tema tratado.
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Revista Educació i Sostenibilitat – Sostenible.cat