Aislado de la civilización y viviendo en un desierto blanco, el equipo de investigación en la base Concordia en la Antártida ya se ha aclimatado y está listo para el largo y frío invierno austral que tienen por delante.
Después de un período de adaptación a las temperaturas bajo cero y la gran altura en la meseta antártica, la base ha sido avituallada para ser autosuficiente durante nueve meses. Los alimentos, combustible y equipo fueron transportados por tierra y aire mientras el personal trabajaba en el mantenimiento de la base y su equipo.
El último avión salió de la base el mes pasado, señalando el comienzo del invierno y el aislamiento. Las temperaturas pueden bajar hasta -80 º C y el sol no se eleva por encima del horizonte durante unos cuatro meses, dejando la base en la oscuridad permanente. No se puede recibir ninguna ayuda desde el exterior bajo estas duras condiciones.
Lejos de entrar en un estado de hibernación, el equipo va a estar observando el clima de la Tierra en un lugar único en el fin del mundo.
Este año, la base estará operando a su capacidad máxima, con todas las plazas menos una ocupadas por los científicos y técnicos. Los astrónomos, glaciólogos, sismólogos y meteorólogos estarán apoyados por un fontanero, un electricista, un mecánico y un cocinero, entre otros, para formar un equipo y sobrevivir al largo invierno.
La ESA ha enviado un médico para estudiar cómo la tripulación multicultural se adaptan y trabajan juntos. Este año, el griego Evangelos Kaimakamis ejecutará ocho experimentos que se preparan para vuelos espaciales en el futuro.
Para los temas que van desde la moral de la tripulación y la eficiencia hasta la presión sanguínea y la postura, Concordia ofrece un ambiente similar en algunos aspectos a los vuelos espaciales. Incluso los materiales que podrían ser usados en las naves espaciales humana se prueban allí.
ECOticias.com – ep
