Se han puesto muchas esperanzas en la limitación de las emisiones de los llamados forzadores climáticos de vida corta (SLCF, por sus siglas en inglés), como el metano y el hollín, para protegener la salud humana, la vegetación y frenar el aumento de la temperatura.
Limitar las emisiones de contaminantes de vida corta puede producir beneficios más pequeños para el cambio climático a largo plazo que lo estimado previamente. Así lo concluye un nuevo estudio sobre el potencial de la contaminación del aire y la mitigación del dióxido de carbono.
Se han puesto muchas esperanzas en la limitación de las emisiones de los llamados forzadores climáticos de vida corta (SLCF, por sus siglas en inglés),como el metano y el hollín, para protegener la salud humana, la vegetación y frenar el aumento de la temperatura.
Estas emisiones se originan a partir de una amplia variedad de fuentes, incluyendo los motores diésel, las estufas y las minas de carbón, y se quedan en la atmósfera entre días y una década mientras que el CO2 tiene una duración de miles de años.
Una nueva investigación indica que descuidar los vínculos entre las fuentes de estos SLCF y CO2 ha dado lugar a una sobreestimación de los beneficios climáticos a largo plazo del control de estos contaminantes en los escenarios de estabilización del clima, según un nuevo estudio publicado en ‘Proceedings of the National Academy of Sciences‘.
«La estabilización del clima a cualquier temperatura significa que, en algún momento, las emisiones globales de CO2 tienen que llegar a ser cero», afirma el investigador del Instituto Internacional para el Análisis de Sistemas Aplicados (IIASA, por sus siglas en inglés), en Viena (Austria), Joeri Rogelj, quien dirigió el estudio.
«A pesar de que la acción a corto plazo sobre forzadores climáticos de vida corta puede ayudar a reducir el calentamiento en las próximas décadas y también proporciona otros beneficios para la sociedad, como un aire más limpio, no nos hace ganar tiempo para poder retrasar las reducciones de las emisiones de dióxido de carbono que se requieren para estabilizar el clima a niveles seguros», detalla.
«La única cosa que puede evitar la mayor parte de los riesgos que vendrían con el cambio climático desenfrenado es la rápida reducción de CO2», dice John Schellnhuber, coautor del estudio y director del Instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático, en Alemania. «Las esperanzas de que la reducción de otras emisiones haría gran parte del trabajo son erróneas», añade, aunque subraya que la lucha contra los contaminantes de vida corta es una meta razonable en sí misma
Estudios previos, incluyendo investigación del IIASA, habían demostrado que la acción inmediata para limitar SLCF como el metano y el carbono negro podrían reducir significativamente la mortalidad prematura por la contaminación del aire, aumentar los rendimientos agrícolas y ayudar a minimizar el calentamiento del clima a corto plazo. En el nuevo estudio, los autores ampliaron el alcance de su trabajo para incluir una perspectiva a corto (decenal) y largo plazo (centenario) y evaluar los impactos de los contaminantes del aire, el metano, los hidrofluorocarbonos, y medidas de control de CO2 en un marco integrado.
SLCF y CO2 a menudo son emitidos por las mismas fuentes, como vehículos diésel y estufas de carbón. «El nuevo estudio pone de relieve la importancia crítica de los enfoques integrados a problemas como el cambio climático, la contaminación del aire, y la política energética», afirma Rogelj. Esta investigación también ha demostrado que la acción simultánea y coordinada en materia de contaminación atmosférica y el cambio climático podría conducir a rebajar el costo de abordarla por separado.
«Aunque es indispensable la acción urgente para reducir las emisiones de CO2 con el fin de proteger el clima, medidas adicionales de SLCF aportarían beneficios indiscutibles para la salud humana, la agricultura y el cambio climático a corto plazo, aunque su contribución a los objetivos climáticos a largo plazo es menor de lo estimado previamente«, reconoce el director del Programa de Mitigación de la Contaminación del Aire y Gases de Efecto Invernadero del IIASA, Markus Amann, también implicado en el estudio.
ep