Más allá de los intentos fracasados por limpiar la bahía de Guanabara ( de los que ya hablamos en CityLab), la organización prometió plantar 24 millones de árboles para la apertura de los Juegos Olímpicos.
Aunque los anillos olímpicos intentan mostrar de manera igual los distintos colores del planeta, hubo un tono que estuvo especialmente presente tanto en la ceremonia apertura como en la de clausura durante Río 2016: el verde (y no sólo por el color que tomó la piscina de clavados).
Porque desde que Río de Janeiro ganó la nominación olímpica, las autoridades y organizadores intentaron teñir el evento con el color de la naturaleza, lo que se vio en los bailarines y las referencias a los árboles de la selva que se vieron en el estadio Maracaná. En la apertura, un video hizo clara referencia al cambio climático y se dijo que se plantaría un árbol por cada atleta. “ Unos juegos verdes para un planeta azul”, fue uno de los eslóganes con los que se promocionaron los Juegos Olímpicos. Sin embargo, hay voces que creen que el lema estuvo lejos de cumplirse.
Más allá de los intentos fracasados por limpiar la bahía de Guanabara ( de los que ya hablamos en CityLab), la organización prometió plantar 24 millones de árboles para la apertura de los Juegos Olímpicos. Sin embargo, una investigación del periodista Agostinho Vieira, publicada en el sitio brasilero Projecto Colabora, denunció que no sólo la meta no se ha cumplido, sino que se han perdido entre 700,000 y 900,000 árboles entre 2009 y 2015.
“El mapa de uso de suelo indica que nuestra cobertura arbórea y arbustiva es 3.5 kilómetros cuadrados menor”, escribió Vieira, utilizando los datos del Instituto Pereira Passos, un organismo ligado a la gobierno local. “Cuando se consideran los manglares y la vegetación rupestre, la pérdida es mayor: 6 kilómetros cuadrados o alrededor de 1.5 millones de árboles”. El investigador además agregó que las superficies construidas en la ciudad aumentaron en 10 kilómetros cuadrados.
Todo gran evento tiene importantes externalidades negativas que hay que considerar a la hora de decidir ser sede y los distintos comités olímpicos han publicitado sus intentos de contrarrestar estos problemas. Tanto Pekín 2006, Londres 2012 y ahora Río intentaron difundirse como eventos amigable al medioambiente, muchas veces utilizando frases como «los Juegos más sostenibles de la historia» o «los Juegos verdes», utilizando superlativos propios de la competitividad deportiva.
Pero cuantificar si estas medidas realmente se hacen o si logran contrarrestar los efectos negativos de las construcciones, desplazamientos y asistencia a los JJOO es sumamente difícil, lo que el periodista Vieira explicó claramente en su artículo. “Cuando una autoridad promete que de aquí a siete años serán plantados 24 millones de árboles, ella cuenta a su favor con dos factores: el tiempo, que quizás haga que las personas se olviden; y la imposibilidad de verificar exactamente que ese número se entregue”, cuestionó Vieira.
En el caso de Pekín, por ejemplo, un estudio de las Naciones Unidas concluyó que sí se habían logrado grandes mejoras en la calidad del aire ( aunque todavía les queda mucho por mejorar), se aumentaron los porcentajes de reciclaje y se expandieron las áreas verdes. Sin embargo, el informe explicó que existían «dificultades para determinar la huella de carbono final dejada por los Juegos Olímpicos».
En Londres, mientras tanto, un análisis sobre sostenibilidad realizado por el Daily Telegraph, calificó positivamente la labor hecha en la ciudad, aunque criticó que muy poca de la energía se logró con fuentes renovables nuevas y locales (la meta era de un 20%).
La investigación de Vieira en Río de Janeiro se topó con una falta de claridad respecto al tema específico de la reforestración que prometieron los Juegos. El Comité Organizador no respondió y otros organismos se pasaron la responsabilidad unos a otros. La Secretaría Municipal entregó otros datos (un crecimiento de 900 mil árboles entre 2010 y 2014) y el Estado dijo que en toda la región se restauraron más de 3,000 hectáreas, pero no aclararon cuántas se plantaron en la ciudad.
Estas mismas respuestas muestran el punto clave: así como en una carrera puede hoy ser difícil determinar el ganador o, en una competencia de gimnasia, quién merece la medalla de oro, en cuanto a las metas del legado olímpico este puede ser un trabajo aún más duro. Y vale la pena pensar, desde un comienzo, en cómo se medirá y se hará un seguimiento de los logros (o fracasos) que tendrá un megaevento como este en una ciudad.