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lunes, octubre 2, 2023

Crees que las bicis no son para ciudades calurosas Mira cómo este sendero está cambiando Nueva Orleans

De acuerdo con el más reciente análisis de bienes raíces, realizado por la Universidad de Nueva Orleans, se han construido o están vías de construirse más de 100 millones de dólares en proyectos, ya sea junto a esta singular ruta o cerca de ella. Pronto, la arteria puede devenir un gran sendero para bicicletas, donde los ciclistas se detengan a socializar mientras pasean por la ciudad, se dirijen a algún festival, al Barrio Francés, o solo yendo desde o hacia el trabajo.

En una ciudad conocida por el ir de bar en bar, por sus festivales interminables y, quizás, por cierta inclinación hacia la vida libertina y el desenfreno, un sendero para bicicletas no parecería lo más indicado en torno a lo que edificar un escenario social. Sin embargo, en una angosta ruta del centro de Nueva Orleans, la Lafitte Greenway (vía verde), de 2.6 millas de largo (4.1 kilómetros), están creadas las condiciones para un nuevo polo de actividad: un camino al trabajo y, a la vez, un destino por derecho propio.

Históricamente un canal de transporte, la Lafitte Greenway atraviesa vecindarios ricos y pobres, uniendo varias de las muy dispares aunque contiguas comunidades de Nueva Orleans. Desde que se inauguró oficialmente en noviembre de 2015, este corredor se convirtió rápidamente en la arteria central de la cultura ciclística de la urbe. Además, ha atraído sostenidamente la atención de planificadores urbanos en busca de construir apartamentos, oficinas, cafés e incluso un lugar donde ir por unos tragos. En marzo, la ciudad otorgó su primer permiso para un bar al aire libre, y en junio funcionarios bocetaron planes para sumarle instalaciones deportivas y culturales, parques infantiles y mucho más.

De acuerdo con el más reciente análisis de bienes raíces, realizado por la Universidad de Nueva Orleans, se han construido o están vías de construirse más de 100 millones de dólares en proyectos, ya sea junto a esta singular ruta o cerca de ella. Pronto, la arteria puede devenir un gran sendero para bicicletas, donde los ciclistas se detengan a socializar mientras pasean por la ciudad, se dirijen a algún festival, al Barrio Francés, o solo yendo desde o hacia el trabajo.

Podría parecer sorprendente que una de las ciudades más calientes y húmedas de Estados Unidos se apreste a desarrollar un escenario social en torno a las dos ruedas. La práctica del ciclismo aquí, ni qué decirlo, puede ser un reto. Incluso si te las arreglas para esquivar los desconcertantes baches y los errantes grupos de turistas borrachos, la humedad dejará a más de uno bañado en sudor. Con todo, Nueva Orleans ganó rápidamente una reputación de ciudad transitable en bicicleta.

Es pequeña y plana, y sus residentes encuentran cada vez menos razones para conducir un auto. Hoy día, la urbe clasificadécima entre las ciudades en Estados Unidos de mayor porcentaje de residentes que usan la bici para ir al trabajo, al tiempo que un nuevo sistema de bicicletas públicas está programado para lanzarse en otoño.

La comunidad ciclística de Nueva Orleans ha tenido mucho éxito al generar una cultura favorable a pedalear. Dan Favre, director ejecutivo de la organización sin fines de lucro BikeEasy, apunta que la ciudad tenía 11 millas (17 kms.) de rutas para bicicletas al paso del huracán Katrina en 2005. Desde entonces, ese número se ha multiplicado diez veces, hasta unas 115 millas a día de hoy (185 kms.). Aunque se trata solo de una pieza del rompecabezas, Lafitte Greenway destaca por su contribución a la creciente infraestructura ciclística urbana; Favre gusta de llamarla la “joya de la corona”.

El camino forjado en la vía verde es tan viejo como la ciudad misma. Cortando a través del centro de la urbe, este conecta Bayou St. John con el río Mississippi. Siempre ha sido usado como un medio de comunicación, ya fuera como acarreo por los primeros colonos de la región, como canal en el siglo XVIII, o como vía férrea en los siglos XIX y XX. Para 1970, el transporte ferroviario en la ciudad migró hacia otras líneas; las vigas de metal fueron retiradas, y poco tiempo después, esta franja de tierra se volvió un terreno baldío enorme. Pero luego, como suele ocurrir en estos casos, un hombre llamado Bart Everson entró en escena.

Un año después del Katrina, urgido por el deseo de resucitar una ciudad hecha ruinas, Everson y algunos amigos se abrieron paso entre la maleza. Esa tarea local coincidió con un repentino auge de los fondos federales, cuyo propósito era el mismo: devolver a Nueva Orleans lo que el Katrina le había llevado. Pero eso no quedó ahí. Ambos esfuerzos querían hacer una ciudad aún más verde, sostenible y racional. El gobierno de la urbe llegó con la idea de transformar la vieja línea férrea en un sendero, e incluso recompró parte del terreno que había sido vendido. Con fondos provenientes de las arcas de la ciudad y donaciones privadas, en 2015, se inauguró Lafitte Greenway, diez años después del paso de Katrina, y bajo la tutela de la parte contratada, por no hablar del trabajo de diseño y los extensos procesos de planificación.

Hoy día es un sendero de 2.6 millas de largo, el cual puede ser caminado o recorrido en bicicleta. Este conecta seis diversos vecindarios en el corazón mismo de Nueva Orleans. Pasa por el Barrio Francés, donde los turistas suelen arracimarse en Bourbon Street; serpentea los bayous de la urbe, donde los locales se divierten y hierven famosamente langostas en primavera. Sin dificultad, uno comprueba cómo la vía verde se expande hasta las calles de clase media alta de Mid-City, y luego accede a un barrio de viviendas sociales afiliadas al conocido Plan 8. Casi al final de su trayectoria, se inmiscuye en el barrio Tremé, precedido siempre de música afroestadounidense y, por último, se interna en el Barrio Francés.

Es ese poder moverse por entre las distintas capas socioeconómicas lo que los simpatizantes de la vía verde piensan que ayuda a Laffite a sobresalir entre los senderos para bicis del país. De hecho, un día cualquiera, puedes observar en el camino a un puñado de hípsters montados en exclusivas bicicletas con piñón fijo y pasando, a toda velocidad, por el costado de músicos jóvenes, quienes, cargando las cajas de sus instrumentos, se dirigen a conciertos en el Barrio Francés. Si bien en otras ciudades los principales senderos para bicicletas están geográficamente confinados a barrios pudientes, en Nueva Orleans el sendero se mezcla con casi todos los vecindarios.

Los partidarios de Lafitte Greenway subrayan esa diversidad económica subyacente cuando responden a la pregunta que todo urbanista gusta de hacer: «¿Contribuye la Lafitte Greenway a la gentrificación?», indica Sophie Harris, directora ejecutiva de la organización sin fines de lucro Friends of Lafitte Greenway, que busca erigir la vía verde como un espacio al servicio de la comunidad, donde se impartan clases de yoga, haya jardines comunitarios y mucho más. Ella confiesa que le han preguntado lo anterior muchísimas veces. «Ciertamente, hay preocupaciones acerca del costo de la vida en Nueva Orleans como un todo, como las hay en muchas metrópolis».

En años recientes, Nueva Orleans ha venido siendo, cada vez más, una suerte de santuario para los artistas creativos originarios de Brooklyn. Hasta tal punto, que se ha generado cierto desdén en muchos residentes locales que han visto subir sus rentas en un 14% solo el último año. Y justo delante de la oficina de Harris, frente a la vía verde, se construyen viviendas asequibles. «Lo que encontramos es que los residentes de este barrio están empleando la vía y agradeciéndola», agrega. Ella subraya la conciencia de su organización respecto al tema de la gentrificación, y señala que la junta de Lafitte Greenway incluye al director ejecutivo del grupo que está diseñando un programa a 10 años de viviendas asequibles para la ciudad.

«Desde el principio, algunos de los objetivos pasaban por la promoción de la inversión en los barrios aledaños», acota Vic Richard, director ejecutivo de la Comisión de Desarrollo Recreativo de Nueva Orleans, agencia de la ciudad encargada de mantener la vía verde. » Una vez que la vía haya completamente disparado el comercio se impulsará el desarrollo económico y habrá oportunidades recreativas para todos los ciudadanos».

Y si bien más de uno está de acuerdo con Harris y Richard, algunos aún muestran reticencias. Kareem Rush vive a una cuadra de la vía verde, emparedada entre un Whole Foods y un área conocida por la actividad pandillera. Una de estas calurosas tardes veraniegas, agazapada bajo la sombra de su porche y junto a algunos vecinos, Rush afirmó no estar totalmente seguro de que la vía verde beneficia a todos por igual.

«La señora mayor cuyos impuestos han comenzado a subir pudiera tener problemas al encontrar viviendas asequibles», aduce, mientras los vecinos asienten a la vez. «Y está por otro lado la cuestión de si el dinero que fue a parar a la vía verde no debió haber ido a escuelas locales, por ejemplo». Pero, a pesar de esas inquietudes, y del hecho de que él no usa el camino, Rush sostiene que la vía verde es todavía «un grato servicio a la comunidad».

» Satisface ver la presencia policial reforzada a lo largo del camino», añade. «Y los fines de semana, es de un placer simpar que los niños salgan en su bici hacia un camino seguro». Un fin de semana cualquiera, quienes asisten a los festivales, en bicicletas súper decoradas con abalorios propios de Mardi Gras y luces en las ruedas, se cruzarán con los niños en una de las muchas paradas que, gracias a los nuevos negocios, hacen florecer la vía.

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