Para comprender en profundidad el significado del concepto pobreza energética es necesario establecer una definición legal y reguladora: se encuentra en situación de pobreza energética cualquier persona que experimenta graves dificultades para obtener un suministro de energía mínimo, que le permita satisfacer las necesidades básicas de su hogar debido a sus condiciones de vida y/o a una insuficiencia puntual o permanente de recursos.
Las personas que padecen de pobreza energética son incapaces de abonar sus facturas de electricidad, pero también son aquellas que consumen una cantidad excesiva de electricidad que les implica un gasto mayor del 10% de los ingresos netos del hogar. Además, existe un umbral de gasto energético que depende de la superficie de la vivienda.
La pobreza energética implica que las personas sientan frío en sus casas durante la época invernal, por no poder cumplir con las necesidades mínimas de calefacción o que deban realizar una limitación muy importante en este gasto, por razones meramente económicas. Es un fenómeno que afecta especialmente a los hogares más vulnerables.
Causas de la pobreza energética
La principal es sin duda de índole económica, por ello, la pobreza energética afecta especialmente a los ciudadanos con más bajos ingresos, entre los que se cuentan las familias monoparentales, los arrendatarios de vivienda privada y pública y una buena parte de los pensionistas, especialmente los que viven solos y reciben poco dinero.
Los precios de la electricidad y el gas aumentan cada año y durante el invierno es cuando la demanda es más alta. Dicha subida de los precios pesa de forma significativa sobre los presupuestos de los hogares. El problema es que, mientras se disparan los costes de la electricidad y/o el gas, los salarios no suben, por tanto, el déficit se agrava. Y los más vulnerables son los que acaban pagando en su propia piel las consecuencias de estas crisis, de las que las eléctricas y gasistas salen cada vez más adineradas.
Consecuencias de la pobreza energética
La pobreza energética tiene un impacto muy importante en la vida de los hogares afectados. En primer lugar, porque puede plantear problemas de salud vinculados a la falta de calefacción. No solo a nivel físico, provocando enfermedades como la bronquitis, artrosis, gripe o angina, sino también emocional (estrés, ansiedad, depresión, etc.).
La pobreza energética también tiene una serie de consecuencias sociales que pueden incidir negativamente en la vida de los afectados, puesto que existen unos costes indirectos asociados con la precariedad que conlleva este fenómeno, como es el cansancio o el desgano en el trabajo y/o la apatía y el absentismo escolar.
Por otra parte, un hogar que no está correctamente calefaccionado y ventilado, tenderá a ser húmedo y por lo que la propiedad será más propicia a desarrollar moho y hongos, que pueden afectar a los miembros de la familia especialmente a los más vulnerables (niños y ancianos), además de convertirla en un sitio antihigiénico e inhabitable.
Otra de las graves consecuencias que tiene la pobreza energética es el empleo de métodos alternativos no seguros para calentar los hogares, razón por la cual en invierno se dispara el número de hogares incendiados y de fallecimientos por intoxicación, cuando no hay una ventilación adecuada y se emplean braseros improvisados para guisar o calefaccionar el ambiente.
Finalmente, la pobreza energética es una situación puede agudizar los problemas económicos preexistentes, ya que lo que los hogares que la padecen, sufren el riesgo de que se disminuya la potencia de su medidor eléctrico o que se corten los suministros, lo que, además, conlleva sobrecostes de restablecimiento y multas por mora.
Una buena solución para evitar que se disparen los casos de pobreza energética es sin dudas recurrir a las energías renovables, dado que de esa forma el coste real de la producción energética se reduciría significativamente y de esa forma también lo haría el coste final de la factura de la electricidad.