Desde hace una semana escasa, el Mar Menor cuenta con tres tutores que velarán por sus derechos y su protección ante posibles agresiones, tal y como lo establece la ley 19/2022 que le otorgó personalidad jurídica a este ecosistema, que, además, fue el primero de Europa en conseguirlo.
La profesora de Filosofía del Derecho y promotora de la ILP del Mar Menor, Teresa Vicente; el catedrático de Ecología Miguel Ángel Esteve y el alcalde de Los Alcázares, Mario Pérez Cervera, serán los encargados de la protección del Mar Menor.
Culmina así el proceso que arrancó en agosto de 2019 con una iniciativa legislativa popular (ILP) que llevó 640.000 firmas al Congreso de los Diputados, donde logró el apoyo de todos los grupos políticos, a excepción de Vox, que incluso recurrió la ley ante el Tribunal Constitucional y quiso derogarla varias veces.
Entrevista con Miguel Esteve
Aunque Miguel Ángel Esteve nació en Murcia ciudad, se crio «con el salitre del Mar Menor en las venas». Este catedrático de Ecología de la Universidad de Murcia es, desde el pasado jueves, uno de los tres tutores que velará por los derechos de este ecosistema, el primero en Europa en obtener personalidad jurídica.
A Esteve, representante del Comité Científico, lo acompañarán en esta misión otros dos tutores: el alcalde de Los Alcázares, Mario Pérez Cervera, y la profesora de Filosofía del Derecho y promotora de la Iniciativa Legislativa Popular del Mar Menor, Teresa Vicente. Esta ILP recogió 640.000 firmas para darle derechos a la laguna, lo que se aprobó finalmente mediante una ley pionera en 2022 que recabó el apoyo de todos los partidos salvo Vox.
Esteve bromea con que ahora la albufera, a la que le une un vínculo especial, es su «ahijada». «He estado muy ligado a la laguna, allí he hecho la tesis doctoral. Ahora mismo tengo una especie de ataque de responsabilidad«, reconoce.
Un paso ‘novedoso’
Detrás de la iniciativa popular hubo un apoyo masivo que, según Esteve, se dio como «respuesta a la inacción» de los distintos gobiernos, «especialmente el regional», para abordar el problema de la albufera.
Cree que este novedoso paso legal permitirá impulsar medidas de protección. «Es dar voz al Mar Menor sin intermediarios», defiende: «Esos organismos, los moluscos, los peces, son tan murcianos como nosotros, vamos a intentar ser sus portavoces», apunta. La laguna tendrá, a partir de ahora, un NIF, una cuenta bancaria a su nombre y un domicilio fiscal, con los que poder defenderse en los tribunales.
La ILP, reivindica este experto, ofrece una respuesta política más allá de la acción de las administraciones. En la estructura de gobernación que plantea la personalidad jurídica, «los ciudadanos están más metidos en todas las estructuras, hay una socialización más clara de la vigilancia» del ecosistema. Con la campaña que logró cientos de miles de firmas en todo el país, «la ciudadanía se ha empoderado».
Un Mar Menor en decadencia ecológica
Pero, ¿por qué fue necesaria esta movilización por salvar el Mar Menor? Para encontrar la respuesta hay que remontarse al año 2016, un punto de inflexión en la historia de este paraje, la laguna de agua salada más grande de Europa,
Entonces, la laguna, que siempre había sido «de aguas cristalinas», se convirtió en una «sopa verde», lo que provocó la mortandad de toda la fauna y flora que vivía en su interior. La «sobrepresión de la actividad agraria» supuso que los fertilizantes que se usan en las miles de hectáreas del Campo de Cartagena llegaran sin control al agua de esta albufera salina, explica Esteve.
Esto generó un exceso de nutrientes, una alta «densidad de fitoplancton» -lo que le dio el color verde- que impidió que la luz se filtrara a través del «agua pútrida» y llegara al fondo de la laguna. Sin luz durante meses, el 85% de las praderas submarinas murió y su descomposición llevó a la anoxia, la falta de oxígeno, lo que provocó a su vez la muerte de la fauna de este rico ecosistema.
Fue un «colapso general» que supuso una «transformación severa del funcionamiento del metabolismo general» del Mar Menor. Perdió la capacidad de autorregulación, con «crisis fuertes cada dos años», como la de la dana de 2019 o el episodio de 2021, que provocaban la mortandad masiva de las especies que habitan el ecosistema. «Cosas extraordinarias, como el suicidio de la fauna acuática, que saltaba a la orilla para morir fuera del agua», rememora el profesor de la UMU.
El problema ha trascendido lo ecológico para amenazar el medio de vida de miles de personas en la zona, desde pescadores a quienes se dedican al turismo. Solo por la depreciación inmobiliaria en los pueblos costeros, «se han perdido más de 4.000 millones de euros», recuerda Esteve, quien añade: «No es un tema solo de naturaleza, es también un mal negocio económico».
El cambio podría ser permanente
La crisis fue tan grave que los científicos estaban “asustados” por si se trataba de un cambio permanente, por si la laguna ya nunca volviera a ser lo que era antes. No hay una respuesta clara a si esto es así a día de hoy, y los datos son aún “discutibles”, pero sí que se ha detectado cierta mejoría.
«Hay una parte de la entrada de nutrientes que se ha evitado«, con medidas como el cierre de desalobradoras, pozos y cultivos ilegales, que ha impulsado principalmente el Gobierno central.
El efecto de estas decisiones no se nota tanto en el corto plazo, pero sí que «han facilitado que los mecanismos naturales de respuesta de la laguna se reactiven», lo que ha permitido que el ecosistema entre en un estado de «equilibrio». «Tenemos un Mar Menor que parece que lo hemos sacado de la UCI y lo tenemos en planta, pero todavía vulnerable», ejemplifica este científico.
Pero, eso sí, cualquier alteración física, como cambios de temperatura o lluvias fuertes, que antes el Mar Menor era capaz de resistir, «pueden suponer una vuelta atrás en la recuperación». Por ello, sigue siendo necesaria una «vigilancia directa» y tomar más medidas.
El regadío intensivo e ilegal fue mortal
Entre estas acciones necesarias, destaca, está «la reducción de la superficie de riego en el Campo de Cartagena», eliminando para empezar los cultivos ilegales. En esta zona regada por el trasvase Tajo-Segura llegó a haber unas 15.000 hectáreas ilegales, y tras los cierres que ha llevado a cabo el Gobierno central en los últimos años, se calcula que son algo menos de 10.000, según Esteve
A ello se suma el impacto de los purines de la ganadería, ya que hay unas 700.000 cabezas de cerdo en la cuenca de drenaje del Mar Menor, señala. El impacto agrario no es nuevo ni desconocido. Ya en el año 2000, Esteve y otros compañeros calcularon la entrada de nutrientes en la laguna y advirtieron a las distintas administraciones: un 85% de estos procedían de la agricultura y un 15% de usos urbanos.
El número no ha parado de crecer desde el impulso que dio el trasvase en los años 80, pasando de unas 1.000 hectáreas de secano antes de esas fechas a un máximo de 62.000 hectáreas de regadío intensivo, según este profesor. Todo ello, en una zona de clima árido y con escasas lluvias.
Buscar responsabilidades penales en la crisis del Mar Menor es muy difícil, reconoce. Pero cree que se debería aplicar la ley de responsabilidad ambiental y el principio de «quien contamina, paga». «Una parte sustancial de las inversiones [para restaurar la laguna] deberían de salir del sector económico que ha generado el problema, que es el sector agrario», defiende.
Más soluciones
Otra acción que debería tomarse es recortar la carga de abonos por unidad de superficie de los regadíos. Alerta de que actualmente hay «180 kilos remanentes de nitratos en el suelo por cada hectárea en el suelo» de esta comarca murciana, lo cual es una «bomba de relojería permanente».
Asimismo, plantea la «restauración reticular del Campo de Cartagena», es decir, establecer setos y sistemas de drenaje que retuvieran la entrada de nutrientes y controlaran la erosión.
Otra medida sería la recuperación entre unas 500 y 1.000 hectáreas de humedales, que son «como riñones que extraen o metabolizan parte de los nutrientes y permiten que no lleguen a la laguna», además de prevenir riadas.
A pesar de todo lo que ha sufrido en las últimas décadas el Mar Menor, Esteve se muestra confiado en que su recuperación es posible. «Con buena voluntad política, el Mar Menor en pocos años podría estar recuperando parte de su fisionomía y funcionamiento originales», considera.