Bajo la premisa de que estamos agotando nuestro capital natural sin conocer el valor de lo que estamos perdiendo (Sukhdev et al., 2010ii), este proyecto recopila los estudios existentes de valoración económica de los servicios de los ecosistemas a lo largo del planeta, con el fin de demostrar a los tomadores de decisiones, a las empresas y al público en general su importancia, y tomar medidas de gestión acordes. De hecho, los objetivos principales de este proyecto son valorar los servicios que los ecosistemas y la biodiversidad suministran al ser humano y diseñar estrategias de conservación basadas en políticas que compensen económicamente la preservación del flujo de servicios (o penalicen su destrucción) y en la creación de mercados que asignen un valor privado negociable al suministro y uso de estos servicios.
Por ello, a pesar de que el TEEB reconoce la pluralidad de valores de los servicios de ecosistemas (valor ecológico, valor socio-cultural, y valor monetario), el planteamiento y la consecución de dichos objetivos ha dado lugar a la simplificación del valor de los servicios de los ecosistemas a una única medida del mismo: el valor monetario. Este hecho es palpable observando los titulares de prensa publicados tras la presentación de alguno de los informes TEEB: “La Unión Europea pone precio a los ecosistemas”, “¿Cuál es el precio de un árbol?”, “La Tierra sólo se salvará si su conservación resulta más rentable que su destrucción”, etc.
Por tanto, teniendo en cuenta que los resultados de este proyecto se basan en el valor monetario de los servicios, se pueden plantear diferentes problemas asociados con: (1) los sesgos intrínsecos de las técnicas de valoración y (2) las estrategias de conservación consideradas.
Por un lado, las metodologías de valoración económica están influenciadas por múltiples sesgos hasta ahora difíciles de evaluar y cuantificar. Las principales fuentes de sesgos están relacionadas con cuestiones técnicas de las metodologías, con factores socio-económicos, y con el conocimiento previo, aspectos éticos y/o actitudes pro-ambientales del encuestado. Cada vez más, los economistas están focalizando sus estudios en investigar cuáles son las razones que subyacen al valor obtenido por los métodos de valoración económica, principalmente aquellos basados en mercados hipotéticos (valoración contingente y modelos de elección). De hecho, en muchos procesos de toma de decisiones las estimaciones del valor en términos monetarios no son necesarias, sino más bien interesa conocer las complejas relaciones que se establecen entre actores sociales, uso y demanda de los servicios e identificar cuáles son los factores que determinan las preferencias hacia la conservación de la naturaleza.
Por otro lado, las metodologías de valoración económica en sí mismas no son técnicas neutras, ya que establecen un marco de mercantilización de servicios –bien sea a través de mercados reales, paralelos o hipotéticos-, por lo que dirigen las estrategias de gestión a la mercantilización de los servicios. La visibilización de determinados servicios, principalmente los de regulación o aquellos servicios culturales asociados a prácticas locales o tradicionales, a través de estrategias basadas en el mercado (p.e. creación de créditos de especies amenazadas, creación de bancos asociados con hábitats o biobanking, pago por servicios ambientales,…) promueve la invisibilización de estrategias no formales comunitarias de conservación desarrolladas en un nivel organizativo local y basadas en el conocimiento ecológico tradicional y en aspectos éticos, espirituales y culturales. Estas estrategias de conservación no formales han sido y son actualmente clave para la conservación de la biodiversidad debido a que promueven el mantenimiento de la memoria ecológica local, generan capital social y empoderan a la población local; siendo por tanto menos vulnerables ante posibles perturbaciones inesperadas.
Como dice Vandana Shiva “Si para sobrevivir hay que conservar el mundo, primero se debe restaurar la capacidad humana de conservación”. Sin embargo, la capacidad humana de conservación nunca se restaurará bajo un marco de mercantilización de la conservación de la naturaleza.
http://www.ecomilenio.es/ – Berta Martín-López

















