Los investigadores, dirigidos por Emma Hine, produjeron una población de moscas ‘Drosophila serrata’ que estaba repleta de machos capaces de liberar una combinación de feromonas que son las preferidas de las moscas hembra. En comparación, los investigadores también crearon un segundo grupo en el que los machos predominantes tenían una firma química menos estimulante para las hembras.
El número de machos con feromonas favorables en la primera población, a pesar de las ventajas iniciales, se equilibró después de siete generaciones de apareamiento selectivo.
Cuando se permitió que la población se reprodujera de forma natural, los investigadores observaron que el efecto de aumentar el número de machos preferidos por las hembras de forma artificial disminuyó a la mitad después de cinco generaciones.
En el segundo grupo, las hembras se aparearon mucho menos a menudo con los machos menos favorables sexualmente que con otros machos y a las tasas esperadas.
Los descubrimientos sugieren que proporcionar características que aportan atractivo sexual a las moscas macho podría disminuir el estado físico global de los insectos y poner límite de forma eficaz a la fracción de machos atractivos en la población.
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