“África es la cuna de la Humanidad y el Cenieh, en su carácter investigador, no solo tiene interés en conocer lo que sucedió en Atapuerca, al que está necesariamente vinculado, sino también en otros puntos de Europa y África, especialmente en Magreb y África del Este”, relata Alfredo Pérez-González, reponsable del equipo investigador destacado del Cenieh en Marruecos. El grupo acaba de regresar, el mes pasado, de Uchda (también conocida como Oujda, por su denominación en francés) y espera publicar los primeros resultados de sus trabajos de datación en pocos meses.
Al frente de toda la investigación geoarqueológica, que se encuentra en sus primeras fases, está Robert Sala de la Universidad Rovira i Virgili, que hace unos años se unió al Cenieh. Además, la participación del Iphes (Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social), que dirige Eudald Carbonell, juega un papel fundamental en la investigación. El Centre Universitaire de Recherches en Archèologie de la Université Mohamed I de Uchda es el anfitrión de esta comunidad de investigadores en la evolución humana.
La cuenca de Ain Beni Matar es “un conjunto de yacimientos en terrazas fluviales” con dos tipos de industrias presentes, la achelense (que en líneas generales, va desde 1’6 millones de años a 100.000 años del momento presente según regiones) y otra más antigua, de Modo I atribuible en principio a la cultura oltuvayense (de 2’6 millones de años a un millón de años antes de la actualidad, también según la zona). “Estas secuencias sedimentarias son más complejas y podríamos hablar de que pueden estar por encima de los dos millones de años”, comenta Pérez-González.
Datación
La principal labor de este grupo es “datar estos yacimientos”, lo que permitiría tener una composición temporal de diferentes acontecimientos de la evolución humana. En esta labor se encuentran el español Josep Maria Parés, el francés Matthieu Duval y el británico Lee Arnold. Duval trabaja con una tecnología denominada de resonancia paramagnética, mientras que Arnols lo hace con luminescencia.
La historia del yacimiento no tiene más allá de un lustro de edad. Por esta razón, existen pocos trabajos en torno a Ain Beni Matar. Sin embargo, Marruecos y el Magreb en su conjunto es una región que ha ofrecido una cantidad estimable de testimonios de cómo se comportaron nuestros antecesores a partir de otros yacimientos. En un primer estadio, los investigadores del Cenieh y de la universidad de Uchda, de la mano de Robert Sala, han estudiado los niveles del yacimiento valiéndose de magnetoestratigrafía. Fue el primer trabajo conjunto de los anfitriones con el grupo español. Estos trabajos pretenden “datar los niveles con la mayor precisión posible”. Según explica Pérez-González, la magnetoestratigrafía es un método que se sirve de los cambios en la polaridad del planeta para datar restos. “Hace un tiempo, los vectores magnéticos mostraban una orientación diferente a la actual, por lo que tratamos de conocer la orientación de determinadas partículas para, según los flujos magnéticos que han ocurrido en el planeta, saber su orientación y determinar, a partir de este dato, su antigüedad”.
En estos momentos, los investigadores ya tienen la secuencia de la estratigrafía, que va a ser publicada en breve. “Los trabajos arqueológicos requieren un tiempo de investigación más largo que otras disciplinas. Es necesario que pasen entre dos y cuatro años para que todo empiece a rodar”, comenta el investigador. Por este motivo, además de los estudios estratigráficos, los resultados de las excavaciones arqueológicas realizadas sobre el terreno tardarán más en ser conocidos por la comunidad científica y la opinión pública. Pérez-González estima que los primeros resultados se harán públicos a partir de 2012.
Geocronología
El equipo de Geoarqueología del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana ha procedido en Ain Beni Matar al análisis de los procesos de la formación del yacimiento, principalmente, en lo referido al análisis del paisaje físico y el proceso de sedimentación del yacimiento. “A partir de estos datos es cuando razonablemente se introducen otras técnicas de datación numérica”, explica Pérez-González. En otras palabras, los científicos parten del paisaje actual para intentar recrear el que conocieron esas poblaciones ancestrales. El paisaje actual es, en buena medida, heredero del anterior, formado en millones de años y del que siempre se conservan restos de los paisajes antiguos. Los expertos saben que, aunque ahora sea semiárido, las condiciones en la época de desarrollo de esas culturas eran más benignas, con ríos más caudalosos y mayor frecuencia en la lluvia. Estos métodos geológicos tienen en cuenta el análisis de los medios sedimentarios del lugar. “Cada proceso deja unos sedimentos determinados, y no son iguales los glaciares, que los fluviales, por ejemplo”.
En todo caso, la investigación en Marruecos no comenzó in situ, sino en los laboratorios del Cenieh. Por medio de fotografías aéreas y con análisis estereoscópicos, se estudió el terreno y se abordó su estructura: cómo se originaban las formaciones por la acción de diferentes fuerzas, como el río que da nombre al lugar, en este caso. Con mapas topográficos se realizó una labor de fotointerpretación del lugar. La última misión, en marzo, comenzó la recogida de muestras para realizar la datación.
Tras la prospección y el reconocimiento fotogeológico, después de la fijación de los objetivos de la misión, en estos momentos, los investigadores tratan de establecer la edad del yacimiento. Esta información podrá esclarecer un periodo de la evolución humana y cultural que no solo compete a África, sino también a Europa occidental.