Pero el bosque ha cambiado mucho en los últimos años. Los productos forestales y agrícolas están poco valorados y como consecuencia se ha acentuado el abandono de las actividades silvícolas.
Actualmente las técnicas de aprovechamiento del bosque, buena parte de ellas milenarias, se están abandonando por falta de rentabilidad económica. Por ejemplo: en nuestras arboledas se acumula una enorme cantidad de combustible, mucha leña en forma de árboles muertos o caídos y de ramas cortadas en las talas periódicas de pinos que, incomprensiblemente, quedan abandonadas en el mismo bosque en un claro ejemplo de malas prácticas forestales. Todo este combustible podría ser recuperado con la implantación en el territorio de explotaciones de biomasa forestal: ¿Por que no se da impulso a esta fuente renovable y autóctona de energía que además se convertiría en una posibilidad de desarrollo para la economía rural?
Pero, ¿quién debe cuidar del bosque si no hacen sus propietarios? Es necesario que las administraciones intervengan creando puestos de trabajo especializados en la gestión y mantenimiento de los bosques? Podemos tener aquí una oportunidad de creación de puestos de trabajo para hacer frente a la crisis? Estas y muchas otras cuestiones relacionadas con la conservación de los bosques tienen este año una excelente oportunidad de buscar respuesta con la celebración del Año Internacional de los Bosques.
Como nos recuerdan los expertos, uno de los principales problemas que tiene la gestión de los bosques en nuestro país es que más del 80% de la superficie forestal de Cataluña está en manos privadas. Por eso hay que ser conscientes de que, en nuestro país, cuando estamos en el bosque estamos casi seguro en casa de alguien.
Pero, por suerte, en Cataluña y más allá de sus legítimos propietarios, el bosque también tiene muchos buenos amigos, entre los que cabe destacar los diferentes colectivos que trabajan en las tareas de prevención de incendios y custodia del patrimonio natural.
A nivel legal el origen de estos colectivos se encuentra en las diferentes disposiciones dictadas a partir del siglo XVII, en las que se puso de manifiesto la necesidad de crear colectivos encargados de vigilar y proteger el medio natural.
Con el paso de los años, los encargados de la vigilancia del bosque y la conservación de la naturaleza se fueron profesionalizando en Cataluña integrándose en el Servicio Forestal Catalán de la Generalitat Republicana («La destrucción del bosque es la destrucción del economía» gritaba uno de los carteles de la época) o dentro de la Guardería Forestal del Estado o el Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil, el prestigioso SEPRONA que tan buena labor realiza en defensa del medio ambiente en toda la Estado.
El actual Cuerpo de Agentes Rurales se creó, finalmente en 1986 dentro de los cuerpos de funcionarios de la Generalidad de Cataluña y adoptó las funciones de gestión forestal, cinegética y piscícola, así como las competencias en materia de vigilancia, prevención y control en materia de incendios forestales.
Pero además de la excelente labor que desarrollan los Agentes Rurales, otra de las herramientas que se han puesto en marcha para hacer frente a los incendios forestales en los últimos años ha sido el desarrollo de las Agrupaciones de Defensa Forestal, las ADF, unas asociaciones impulsadas por propietarios forestales y ayuntamientos que, con más de 8.000 inscritos, representan los mejores aliados del bosque en Cataluña.
Formadas por grupos de voluntarios, las ADF entraron en funcionamiento en Cataluña el año 1986, aunque su origen hay que buscarlo en los antiguos grupos de extinción de incendios y auxilio inmediato que se empezaron a formar a principios los años 60 en Cataluña.
Y para integrar en las tareas de vigilancia a todos los voluntarios dispuestos a colaborar en la protección y conservación de los bosques y del patrimonio natural de Cataluña, la Generalitat creó en el año 1988 las unidades de Voluntarios Forestales, un colectivo de ciudadanos que dedica su tiempo libre a la prevención de incendios forestales y la vigilancia, reconstrucción y protección de la riqueza forestal y natural de Cataluña.
Como hemos visto, pues, a pesar de los retos de conservación que plantea, nuestro el bosque está en buenas manos. Ahora sólo hace falta que todos nosotros, cada uno de los ciudadanos que disfrutamos de sus servicios (es decir, la totalidad de la población) actuamos como ADF cuando vamos a visitar Sus Majestades los Árboles. Buen verano y ya lo sabéis: en el bosque nada de fuego!