“Festejar con una copa de vino es una de las grandes tradiciones de las Fiestas. El problema estriba en que, está cambiando la manera en la que se tapan las botellas y ello perjudica gravemente al Medio Ambiente y a los ecosistemas, de los alcornocales del Mediterráneo occidental.”
En grave peligro
Desde la época de la Grecia clásica y hasta hace poco tiempo, la enorme mayoría de los vinos, una vez embotellados se tapaban con corchos, pero cada vez más y por mera cuestión económica, éstos se están sustituyendo por tapones o por tapas de rosca sintéticos.
Los alcornocales o bosques de alcornoques se encuentran mayoritariamente en el Mediterráneo Occidental, cubriendo más de dos millones y medio de hectáreas, en países como Portugal (el mayor exportador de corcho del mundo), Francia, España e Italia (y en algunos de África del Norte) y la baja de la demanda de tapones les está afectando gravemente.
Pero el declive de estos bosques, que son capaces de absorber anualmente toneladas de CO2 y están a punto de desaparecer, no solo se debe a esta razón, puesto que el Cambio Climático, el sobrepastoreo y los incendios forestales, también están afectando de forma muy negativa a sus árboles.
Los alcornocales no constituyen un bosque único, sino que su biodiversidad es enorme. El alcornoque (Quercus suber) convive con otros árboles: viejos olivos, robles y pinos silvestres, además de innumerables plantas, hongos, líquenes y musgos.
Dicho ecosistema alberga también una gran cantidad de especies de aves, reptiles y mamíferos. De hecho, son el hábitat de varias especies en peligro de extinción, como el águila real, el lince ibérico y los ciervos de Berbería, por lo que la ONU los clasificó entre los 25 “puntos calientes de la biodiversidad” del planeta.
¿Cambiar para peor?
Al tiempo que los factores mencionados los ponen en peligro, disminuye el interés de los agricultores en mantenerlos, puesto que su producto cada vez se pide menos. Eso hace que la biodiversidad de estos bosques se pierda, puesto que acaban convertidos en áreas de monocultivo.
Lo más deprimente de la situación es que la producción del corcho resulta absolutamente sostenible, puesto que solo se “cosecha” su corteza, sin dañar al árbol, que nueve años más tarde la ha regenerado y está listo para producir otra vez; un alcornoque puede vivir más de 200 años, por lo que da un mínimo de 15 a 16 cosechas a lo largo de su existencia.
La industria europea que trabaja con el corcho genera alrededor de 1.5 billones anuales de € y emplea 30.000 personas directamente y muchas más, de forma indirecta (desde proveedores, transportistas, investigadores, etc.).
Según los integrantes de la Alianza para la Conservación de los Bosques de Alcornoques, la producción de una sola tapa de rosca (sintética o de metal), crea 24 veces más CO2, que la producción de un tapón de corcho. A ello se le suma que, los materiales con los que se fabrican los tapones alternativos, son dañinos para el Medio Ambiente, si no se los recicla de forma adecuada.
Por esta razón y en pro de defender los bosques de alcornoques, la biodiversidad asociada y dependiente de los mismos y el trabajo de muchas familias, cuando compre vino, cerciórese que el tapón sea de corcho. Los consumidores tienen mucho más poder, del que en realidad creen.