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Entre dichas mejoras figuran las realizadas por una pesquería australiana de atún que ha implantado un sistema electrónico de seguimiento en todos los barcos para evaluar el riesgo que su actividad plantea para las tortugas y para el marrajo dietuso (Isurus oxyrinchus) y las de una pesquería canadiense de eglefino que ha adoptado nuevas medidas para ayudar a recuperarse a las poblaciones de raya radiante (Amblyraja radiata), especie que está considerada vulnerable.
La mejora continua es una constante en las pesquerías certificadas en España. El bacalao de la asociación AGARBA que pesca en el Mar de Barents ha creado su propia cartografía en colaboración con el centro de investigación AZTI para evitar de manera más precisa faenar en zonas con posibilidad de interacción con Ecosistemas Marinos Vulnerables (EMV).
Los barcos que faenan pescando la anchoa del Cantábrico han mejorado la cobertura de observadores a bordo e instalado nuevos sistemas de monitoreo electrónico que permiten conseguir datos científicos de manera más efectiva. Esta población de anchoa se encuentra en un estado saludable después de haberse recuperado de una situación de colapso en la primera década de este siglo.
La pesquería del bonito del norte también ha aumentado la cobertura de observadores y la instalación de cámaras a bordo para cumplir con los requerimientos de monitoreo de la organización regional de pesca bajo la que está gestionada (la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico, ICCAT por sus siglas en inglés) y mejorar la recogida de datos científicos.
También, esta pesquería ha contribuido a que en el seno de ICCAT se desarrollen reglas de control de capturas específicas para esta especie, que determinan la cuota que se puede pescar con criterios científicos y en función de la abundancia de la población.