En 2004, Geim y Novoselov, dos físicos de la Universidad de Manchester, consiguieron extraer de una mina de lápiz, una capa de moléculas de carbono que conformaban un supermaterial denominado grafeno, que posiblemente constituya el futuro de las tecnologías verdes.
Las esperanzas en el grafeno no dejan de crecer, y si bien los expertos estiman que van por el buen camino, aún no se sabe a ciencia cierta para cuándo podremos contar con este producto que, según ellos, revolucionarían la eficiencia energética a nivel mundial.
Plegable a voluntad, transparente, superconductor de electricidad, 200 veces más resistente que el acero; nunca un material unió tantas cualidades y generó tantas expectativas. Derivado del grafito de las minas de los lápices, podría ser aplicable en campos como el de la electrónica, la medicina y/o el transporte
Las posibilidades que ofrece este descubrimiento aparentemente no serán factibles de poner en práctica hasta la próxima década, aunque su descubrimiento valió un Nobel y revolucionó al mundo de la ciencia: una capa monoatómica de carbono no más grueso que una millonésima parte de un cabello humano y considerado impermeable a todos los gases, pero permeable a los protones.
Y es que gracias a esta propiedad sin precedentes que posee este nanomaterial, el hidrógeno podría extraerse directamente del aire, lo que implicaría una inyección de optimismo para el desarrollo de nuevas formas de energía renovable y para las pilas de combustible que también transformarán la movilidad eléctrica.
Estas células de dichas pilas generarán electricidad a partir del hidrógeno, por lo que serán mucho más eficientes. Y los coches podrían recorrer miles de kilómetros liberando a la atmósfera agua y las posibles aplicaciones en cientos de ámbitos son absolutamente inconmensurables.
Grafeno: un descubrimiento asombroso
Este enorme descubrimiento que en su momento aclamó y dio a conocer la revista Nature, convirtió a André Geim y Konstantin Novoselov, en los “científicos más pioneros” de lo que va del nuevo siglo XXI, ya que fueron los primeros en aislar el grafeno, este material cristalino derivado del grafito de carbono hasta entonces considerado inestable. Y lo hicieron empleando cinta adhesiva, con la que fueron despojando una a una las capas de grafito de la mina de un lápiz, hasta obtener una sola capa de átomos.
Año tras año este material de extraordinarias cualidades va apuntándose nuevas y posibles aplicaciones. Excepcionalmente ligero (un metro cuadrado pesa menos que el bigote de un perro), el grafeno es hasta doscientas veces más resistente que el acero, cien veces más conductor que el cobre e impermeable a gases y líquidos. Es el campeón de la conductividad eléctrica, gracias a su baja densidad y flexibilidad, y también tiene aplicaciones prácticas en el ámbito aeronáutico.
Los relámpagos y la acumulación de hielo en el casco son problemas comunes a los que se enfrentan los aviones cuando vuelan a gran altura. El impacto de un rayo sobre una superficie no conductora provoca daños graves y la adición de grafeno, debido a su alta conductividad eléctrica, permitiría disipar esta corriente de alta energía alejándola de cables de conducción o tanques de combustible y demás elementos potencialmente peligrosos.
Un recubrimiento compuesto por una resina reforzada con grafeno podría emplearse como reemplazo de los recubrimientos metálicos, ya que su baja densidad permite obtener materiales más ligeros que los originales, limitando la masa del dispositivo y, por tanto, el consumo de combustible.
¿Por qué no se aplica YA?
El grafeno tiene infinitas propiedades, por lo que se considera que en cuanto pueda producirse de manera rentable será efectivamente el rey de los materiales. El problema al que se enfrentan los científicos hasta ahora es que los costes de producción hacen que este material no resulte económicamente viable.
Por ello, se sigue investigando y estudiando diversas formas en las que es posible obtener esta finísima, pero hiperfuerte capa de átomos de carbono, con la esperanza de dar al fin con la solución, que según se sabe por las pruebas que se han realizado en varios campos y sectores, podría cambiar para siempre la economía mundial.