Los problemas son muchos
La contaminación lumínica también nos afecta. Nuestros homólogos no humanos no son los únicos que sufren las consecuencias de nuestra híper iluminación. Está claro que la contaminación lumínica: nefasta para la biodiversidad. Pero también constituye un verdadero problema de salud pública.
Se observa particularmente a la noche en nuestros hogares. Por la exposición creciente y prolongada a la luz artificial de LEDs, ordenadores, portátiles y pantallas de todo tipo. Todos estos aparatos emiten luz azul, con longitudes de onda entre 380 y 500 n. Nuestro cerebro las interpreta como luces diurnas. Ello interrumpe nuestros ritmos circadianos y deteriora la calidad de nuestro sueño. Porque los humanos necesitamos dormir a oscuras.
Y esto nos sucede cuando se inhibe la producción de una importante hormona relacionada con el sueño: la melatonina. La falta o falta de sueño favorece la aparición de enfermedades cardiovasculares, psíquicas o crónicas, como la diabetes y la obesidad. Se sabe que los LED, entre otras cosas causan o agravan los problemas de visión.
Un abismo energético y financiero
La iluminación artificial está en constante aumento. Cada año crecen los puntos de luz. Y ello es especialmente nefasto en los países más desarrollados. Y esto no solo es malo para la salud, sino que los costes son astronómicos. Por lo que el gasto es excesivo y el balance energético resulta catastrófico para el planeta.
Esta tendencia a aumentar constantemente la iluminación artificial es absurda. De hecho, se sabe que, si se hiciera una mejora primando la eficiencia el coste bajaría muchísimo. Y se conseguiría iluminar sin tantos efectos secundarios. Cambiar por iluminación sostenible y eficiente es bueno para todos. La contaminación lumínica también nos afecta
Según el PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente), solo cambiar a nuevas tecnologías de iluminación ahorraría, a nivel mundial, más de cien mil millones de euros. Y reduciría las emisiones de CO2 en casi 600 millones de toneladas anuales. Porque la híper iluminación no es buena para nosotros ni para la biodiversidad.
Soluciones ya
Queda mucho por hacer para conseguir un sistema de iluminación sostenible y saludable. Reducir los desperdicios no reciclables, aumentar la potencia y no el número de luminarias, evitar iluminar zonas innecesarias. Son algunas de las ideas que los expertos barajan para solucionar este problema.
La contaminación lumínica que causa daños graves podría limitarse fácilmente. Solo con que se apagase el alumbrado público en ciertos lugares, ya haríamos mucho. Pero estas medidas se enfrentan a la lucha contra la inseguridad. Por lo que hay que encontrar alternativas válidas y seguras para todos.
Por otra parte, en España ya hay muchos municipios que prohíben que la iluminación se enfoque hacia el cielo. Para ayudar a la biodiversidad se propone la creación de ‘caminos oscuros’. Es decir, sendas predefinidas especialmente estudiadas a su medida. También se estudia imponer que las luces publicas respeten los umbrales de temperatura de color. Y que se empleen los más inocuos en beneficio de todos. La contaminación lumínica también nos afecta.