Aragón vuelve a situarse en el mapa industrial del país gracias a un fenómeno inesperado que está germinando lejos de los grandes núcleos urbanos. Mientras la comunidad debate el impacto ambiental y social de macroproyectos como plantas de baterías o centros de datos, Binéfar ha encontrado una vía distinta para combatir la despoblación. Lo ha hecho impulsando una fábrica de robots militares que no solo redefine el papel de España en la defensa tecnológica, también replantea cómo un municipio puede atraer población joven en un contexto de continuo abandono rural.
Una fábrica de robots en el corazón de la despoblación
La planta robótica de EM&E Group instalada en Binéfar se ha convertido en un polo inesperado de empleo cualificado. En apenas dieciocho meses, la compañía ha pasado de unos setenta empleados a más de ciento cincuenta. Según Rafael de Solís, director de robótica de la firma, “el 80% del personal es gente de la comarca y luego hay personas que han estado trabajando fuera y se han vuelto” afirma en una entrevista en exclusiva a El Economista. Esta dinámica desafía la narrativa dominante sobre la imposibilidad de retener talento en zonas rurales.
Los responsables de la empresa aseguran que producir vehículos terrestres no tripulados en un pequeño municipio es una decisión estratégica. La previsión de De Solís es clara cuando afirma que “va a haber un crecimiento exponencial de la producción de robots de defensa”. Ese crecimiento implica ampliar instalaciones hasta superar los 16.000 metros cuadrados y doblar la plantilla antes de que termine la década. Actualmente, salen de la planta unos 60 robots al mes con el objetivo de multiplicar esa cifra.
La guerra drónica como motor de reindustrialización silenciosa
La invasión de Ucrania ha demostrado que la robotización marcará el rumbo de los conflictos del futuro. Mientras los drones aéreos ocupan titulares, los robots terrestres se perfilan como los protagonistas de la siguiente etapa tecnológica. Binéfar se ha convertido en uno de los centros donde se prueba esta nueva generación de vehículos autónomos. Hace unas semanas, uno de ellos participó en maniobras del Ejército de Tierra en Almería, consolidando el interés militar por estas herramientas.
El resurgir de Aragón también se explica por su posición geográfica, tal como recuerda De Solís, para quien la comunidad tiene “una posición privilegiada, porque está a medio camino entre Cataluña, Madrid, Valencia y País Vasco”. Esto facilita la logística, reduce costes y convierte a la región en un destino atractivo para industrias que requieren grandes superficies y comunicaciones eficientes.
Un mapa industrial que se expande y redistribuye actividad
EM&E está repartiendo sus centros de producción e I+D por España. Jaén, por ejemplo, alberga dos nuevos espacios donde se ensamblará el vehículo 6×6 del grupo y se centralizará el cableado. Este modelo descentralizado favorece que territorios castigados por el desempleo o la pérdida de población encuentren una vía de reactivación económica que no depende de sectores tradicionales en declive.
La compañía ha adquirido 1,9 millones de euros en productos a proveedores oscenses en los nueve primeros meses del año. “Siempre miramos primero localmente si la tecnología o los equipos que tenemos están disponibles y entonces hacemos acuerdos con los proveedores locales”, explica De Solís a El Economista. En Binéfar, aproximadamente el 26% de los componentes proceden de empresas de la provincia y más del 70% son de origen nacional. Solo radios y motores son adquiridos en el extranjero.
Robots en el frente y un negocio que crece
Los ejercicios Tec2 del Ejército de Tierra celebrados en Almería confirmaron el potencial del modelo Aunav Best, que realizó pruebas de neutralización mediante la estación Guardian Aspis. El interés internacional no deja de aumentar mientras Europa estudia crear un “muro de drones” ante posibles ofensivas y EEUU acelera para reducir la distancia con China, líder mundial en fabricación.
EM&E calcula que su división de robótica superará los 30 millones de euros de facturación este año. La empresa ya trabaja con más de veinte países, situando a Binéfar en una red global donde la innovación militar se cruza con el desarrollo territorial. En este contexto, la pregunta ya no es si los robots transformarán la guerra, sino si también podrán transformar el destino de las zonas rurales que llevan décadas perdiendo población.
Binéfar ofrece una respuesta esperanzadora, aunque no exenta de debate. La alta tecnología se abre paso en plena España vaciada y demuestra que el futuro puede llegar desde lugares donde nadie lo esperaba. La verdadera cuestión ambiental y social será evaluar si este modelo es sostenible para el territorio y si puede replicarse sin generar nuevos desequilibrios.













