Las bebidas energéticas poseen un contenido medio de cafeína de 150 mg por litro, además de azúcar, vitaminas, minerales y aminoácidos en cantidades variables. Comercializadas como potenciadores de la salud mental y el rendimiento físico, la publicidad puede estar detrás de su gran popularidad por parte de los estudiantes.
Las bebidas energéticas son una bomba de cafeína, azúcar y otros componentes de los que aún no sabemos todos los efectos que van a tener a largo plazo en el organismo en pleno desarrollo de los más jóvenes.
De hecho, un estudio publicado el pasado noviembre en la revista Addiction reveló que cerca del 60 % de los jóvenes y adolescentes de todo el mundo ha ingerido alguna vez este tipo de bebidas; un hecho que preocupa a los expertos, especialmente si se combinan con alcohol.
Desde hace años, varias investigaciones tratan de evidenciar sus riesgos asociados. Ahora, un nuevo artículo realizado en Noruega y publicado en la revista BMJ Open relaciona la toma de bebidas energéticas con la mala calidad del sueño y el insomnio entre los universitarios.
Los resultados, basados en los datos de 53.266 personas de entre 18 y 35 años del último Estudio sobre Salud y Bienestar de los Estudiantes (estudio SHOT22), muestran que cuanto mayor era la frecuencia de consumo, menos horas de sueño nocturno tenían.
“Incluso solo una pequeña cantidad (una bebida de una a tres veces al mes) puede estar relacionada con la calidad y cantidad de sueño de los jóvenes”, explica a SINC Siri Kaldenbach, primera autora e investigadora en el Hospital Innlandet de Noruega.
Para entender qué aspectos del sueño se ven más o menos afectados, se preguntó a los estudiantes con qué frecuencia tomaban bebidas energéticas y sobre sus patrones habituales: cuándo se acostaban y se levantaban o cuánto tardaban en dormirse, entre otros. A continuación, se calculó la eficiencia del sueño a partir del total de horas nocturnas dormidas frente al tiempo pasado en la cama.
Diferencias entre hombres y mujeres frente a las bebidas energéticas
Las respuestas a la encuesta indicaron claras diferencias por sexo en los patrones de consumo. Por ejemplo, las mujeres eran más propensas que los hombres a declarar que nunca o casi nunca tomaban bebidas energéticas: 50 % frente a 40 %.
De las que afirmaron ingerir estas bebidas, el 5,5 % de ellas dijeron que las tomaban entre 4 y 6 veces por semana y algo más del 3 % declararon hacerlo a diario. Las cifras comparables para ellos fueron del 8 y el 5 %, respectivamente. Sin embargo, en ambos sexos se observó una clara relación dosis-respuesta entre la ingesta y un menor número de horas de sueño.
Al declarar un consumo diario, tanto hombres como mujeres durmieron alrededor de media hora menos que aquellos participantes con un uso ocasional o nulo. También se observaron asociaciones similares en cuanto a despertarse después de dormirse y a tardar más en conciliar el sueño.
Por tanto, el aumento de la ingesta se asoció con un incremento tanto del tiempo de vigilia nocturna como del que se tarda en dormirse, es decir, una menor eficiencia del sueño.

Problemas de insomnio por las bebidas energéticas
El insomnio también era más frecuente entre las mujeres y los hombres que declaraban un consumo diario que entre los que declaraban un uso ocasional o nulo: 51 % frente a 33 % (ellas) y 37 % frente a 22 % (ellos).
En general, un mayor consumo de bebidas energéticas se asoció con un mayor riesgo de problemas de sueño en todos los aspectos estudiados, con las asociaciones más fuertes para la corta duración del sueño.
En comparación con los que declararon no consumir bebidas energéticas o consumirlas solo ocasionalmente, los hombres que declararon hacerlo a diario tenían más del doble de probabilidades de decir que dormían menos de 6 horas por noche, mientras que las mujeres tenían un 87 % más de probabilidades.
“Nuestro objetivo es al menos informar al consumidor de que beber grandes cantidades no es beneficioso para dormir bien y que los estudiantes quizá deberían tener cierto cuidado al tomar estas bebidas, como también se constata en otros estudios de otros países sobre el mismo tema”, añade Kaldenbach.




















