“En todo el mundo, las mujeres embarazadas son bombardeadas con opiniones sobre qué pueden comer y qué deben evitar. Con demasiada frecuencia, un buen consejo se pierde en medio de una serie de costumbres y mitos, que dependerán de dónde se viva y qué se coma localmente.”
Mitos y costumbres
Para las mujeres de Corea, el embarazo tiene sabor a sopa de algas. En Sudáfrica, muchas mujeres zulúes toman una mezcla que puede incluir desde hierbas como la manzanilla, hasta orina. En Irán, el jugo de granada es muy popular y en Senegal lo es un buen caldo de médula ósea.
Lo que siempre se repite es que a las mujeres embarazadas se las hostiga a veces con los consejos sobre qué comer y qué evitar, cuando se está esperando un bebé y la gama de opiniones puede ser desconcertante.
El pescado es esencial para el desarrollo del cerebro del bebé, pero podría contener niveles peligrosos de mercurio, los cacahuetes se deberían omitir, aunque quizá puedan evitar alergias en los niños, el queso fuerte y los embutidos le están vedados a una mujer inglesa, pero una madre francesa toma Camembert y una italiana come jamón cocido.
En áreas rurales de Nigeria, se cree que comer caracoles durante el embarazo puede hacer que el pequeño sea lento. Las mujeres japonesas están convencidas que la comida picante puede contribuir a que el bebé tenga mal genio. En muchos países latinos las marcas de nacimiento se atribuyen a los “antojos” frustrados de una madre, por fresas o guindillas.
En algunas zonas de Tanzania, las mujeres se abstienen de comer carne por temor a que el bebé asuma las características del animal consumido. La idea de que el consumo de huevos durante el embarazo puede causar esterilidad, está muy extendida en toda África.
En México, hay una vieja creencia que sostiene que comer muchos huevos durante el embarazo puede hacer que el bebé huela mal. En Filipinas, por el contrario, las mujeres se les dice que comerlos crudos justo antes de parir puede ayudar a lubricar el canal del parto.
En las comunidades menos desarrollados, sin embargo, la ignorancia y los “cuentos de viejas” todavía persisten y hacen un daño real. En algunas partes de Asia, África y América Latina, los tabúes alimentarios pueden impedir que las mujeres tomen una dieta equilibrada y privarlas de nutrientes esenciales.
La cultura popular china está llena de consejos sobre los alimentos que las mujeres embarazadas deben evitar. Comer cangrejo podría hacer que su bebé nazca con 11 dedos, el consumo de leche le aclara la piel y los calamares pueden afectar al parto.
Artículos perniciosos
Los medios de comunicación tienen una buena parte de culpa de la desazón que a veces invade a una mujer embarazada, porque como es un tema que “vende”, muchas veces se dan por ciertos resultados de estudios que aún no han culminado y cuyos resultados no son concluyentes.
Y luego de publicados, no se molestan en refutarlos o rectificar, por lo que en Google se pueden encontrar verdaderas “historias de miedo”. Además de que la ciencia no es exacta, la superstición y el folclore que varían de país en país, no ayudan precisamente a clarificar las cosas.
¿Hay algo bueno?
En lo que prácticamente coinciden todas las culturas tradicionales del mundo, es en aconsejar a las futuras madres que consuman buenas cantidades de vegetales de hoja verde, como la lechuga, las acelgas y la rúcula.
Incluso hay un investigador de la Universidad de Helsinki en Finlandia que publicó una investigación en la que sugiere que existe una correlación entre comer chocolate cuando se está embarazada y dar a luz a un bebé feliz y aduce la existencia de mecanismos «biológicamente plausibles», por los que el que el chocolate podría afectar el cerebro de un bebé en desarrollo, ya que, si su madre es feliz comiendo chocolate, esta felicidad también la sentirá el niño.
El mejor consejo: alimentos orgánicos
Lo ideal sería poder proporcionar a las mujeres un asesoramiento dietético personalizado, científicamente sólido y adaptado al tipo de alimentación que se consume normalmente, para que los cambios no sean bruscos y no se sumen a la ansiedad que de por sí tienen las futuras madres, en especial cuando son primerizas.
Pero el consenso científico en cuanto a la alimentación de una madre gestante es muy claro: el equilibrio es esencial, las dietas deben ser completas y balanceadas (a menos que haya una contraindicación médica específica) y deben contener la mayor cantidad de nutrientes posibles.
Y si los alimentos son de origen orgánico y ecológico, mejor que mejor, porque evitarán que los mismos contengan pesticidas, herbicidas, colorantes, aromatizantes y demás productos químicos que no son buenos para nadie.
En cuanto a los consejos, nunca se debe confiar en aquellos que huelan a “tradición o mito” y suenen “ridículos o antinaturales” y todo lo que se oye y se lee (especialmente en Internet), debe ser espolvoreado con una pizca generosa de sentido común.