La quinoa ha sido durante años un alimento desconocido en nuestra dieta pero, desde hace algún tiempo, puede encontrarse en la mayoría de las grandes superficies comerciales. Las marcas adaptan su oferta según las tendencias de consumo y la popularidad de esta semilla no deja de crecer, presentándose en variedades cada vez más numerosas con formatos más rápidos de consumir
Pero, ¿cómo pasa un alimento de ser minoritario en nuestros platos a convertirse en un producto permanente en las estanterías de las grandes superficies? ¿Cuál es la historia que movió la demanda de este alimento? y ¿cómo ha conseguido superar la barrera de ser considerado un producto ecológico exclusivo para llegar a ser accesible a todo el mundo?
Cultivo «milagroso»
En 2013 la popularidad de la quinoa empezó a expandirse por todo el mundo por la intensa labor de difusión y promoción de la FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. En ese momento se planteó el reto de impulsar su cultivo a una amplia mayoría de consumidores porque podía «contribuir a la seguridad alimentaria mundial»: La facilidad que tiene esta planta de crecer adaptándose a la humedad (desde 40% hasta 88%), a las temperaturas altas o muy bajas ( -4°C hasta 38°C) y a las precipitaciones (100 a 200 mm) la convierte casi en un «salvavidas alimenticio» en países con unas condiciones de producción muy limitadas.
El aumento de la extensión de las plantaciones, unidas a una buena difusión de sus múltiples propiedades nutricionales, pusieron el foco en el que ahora se considera uno de los llamados súper alimentos, una categoría privilegiada y reducida a un pequeño grupo de alimentos con grandes beneficios para la salud. La lista de propiedades de la quinoa es remarcable: destaca por sus altos niveles de proteína completa, es decir, tiene todos los ácidos aminados necesarios para cubrir nuestras necesidades nutricionales. Algo muy poco común en el mundo de las plantas. Además, está libre de gluten y también es alta en hierro, calcio, manganeso, magnesio, cobre y fibra.
«Nutricionalmente son los más densos del planeta y se han utilizado durante miles de años por los pueblos indígenas para sanar la mente y el cuerpo», explican desde Superalimentos.es, una web centrada en difundir el consumo de otras semillas, granos o algas que destacan por sus grandes propiedades de vitaminas, minerales, fitonutrientes y fitoquímicos y que tienen «la capacidad de poder protegernos contra enfermedades y un amplio potencial terapéutico, propiedades anti-microbianas y antiinflamatorias».
Del blog a la cocina
La espirulina, la chía, las bayas de goji, la maca, o la moringa (pero también otros como el cacao o el polen de abeja). Todos ellos están destinados a convertirse en algún momento en productos estrella del supermercado pero no hay que olvidar la idea de que cada alimento natural es un universo en sí mismo, con múltiples propiedades nutricionales, beneficiosas y únicas. La adaptación de la quinoa a la dieta diaria también ha tenido que hacer frente al desconocimiento general sobre cómo cocinar y condimentar este producto. Sin embargo, la facilidad de llevarlo a la mesa (solo son necesarios 15 minutos de cocción a fuego medio) unido a la popularidad de blogs que difunden recetas sobre cómo preparar estos platos, hizo que las barreras fueran aún más fáciles de salvar.
El hábito de añadir un nuevo alimento que se asocia a la mejora de la salud lleva asociado también un sentimiento psicológico positivo muy poderoso. Según asegura en su blog Beatriz Larrea, health coach, esta tendencia ha venido para quedarse y el acceso a este alimento de forma cada vez más fácil (en supermercados, cestas de la compra o tiendas ecológicas online) solo es un síntoma favorable del cambio en los hábitos de una sociedad cada vez más cuidadosa con su bienestar: «Esta «moda» de la salud está aquí para contraatacar los niveles tan altos de obesidad y enfermedades en Occidente, está aquí para tratar de sanar lo que hemos roto con la comida procesada. Así es como el ser humano ha evolucionado a lo largo de los siglos, tratando de mejorar o contraatacar algo que no estaba funcionando y que hemos querido mejorar», resume.