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martes, mayo 30, 2023

Galgos: víctimas inocentes de la caza y las tradiciones

Tras años de ‘servicio’ los galgos son vilmente ahorcados en medio del bosque, por los mismos que durante toda su existencia dijeron ‘amarlos y cuidarlos’, los cazadores para quienes cada animal tiene una fecha de vencimiento.

Caducidad: 4 años

Los primeros días de febrero comienza la veda que impide la captura de liebres en España (un país que aún permite la caza sin armas), que es la actividad cinegética que más galgos emplea. Por esta razón, los que han cumplido su cuarto año a esa fecha dejan de ser ‘útiles’ para sus desalmados dueños y toca deshacerse de ellos.

Gran cazador de liebres, el galgo es capaz de correr, atrapar, matar y traer la presa a su amo, quien luego se jacta de haber ‘cazado’ tantas piezas, cuando en realidad se vale de las habilidades de un perro, al que tras una vida de esclavitud y de autentico maltrato y/o si ha tenido una ‘mala temporada’, se le desecha de la peor forma posible.

Destino: la muerte

Se habla de tradiciones milenarias que se remontan a la Edad Media, tanto la práctica de la caza de liebre con galgos, como el hecho de que varios miles de estos canes acaben sus días colgados del cuello con un alambre y abandonados en medio del bosque. La alternativa era tirarlos a un pozo, quemarlos vivos, mutilarlos hasta la muerte y otras lindezas.

En épocas lejanas se consideraba que el galgo era un perro cuya tenencia era señal de alcurnia y poderío, por lo que los señores feudales ahorcaban a los galgos que se encontraban en posesión de los campesinos. Hoy en día, lo hacen para ‘achicar gastos’, puesto que, tras la temporada de caza, los que ‘no rinden’ o superan la edad considerada ideal para ser útiles, sobran.

Pero la tradición es aún más cruel todavía puesto que muchos cazadores españoles a día de hoy siguen creyendo a pie juntillas, que cuanto más sufra un galgo en vida, mejores serán los siguientes ejemplares. Esa es la razón por la que los animales son maltratados horriblemente y su destino es acabar colgado vivo de la rama de un árbol. Si han sido buenos cazadores se les da una muerte rápida, si no, les espera una lenta y atroz agonía.

Los cazadores que contemplan esta ‘tradición’ cuelgan a los ‘malos’ galgos de forma que las patas traseras apenas toquen el suelo, para que la tortura dure lo máximo posible, puesto que en cuanto intenta apoyarse se ahorca. Esto sucede con los machos, ya que las hembras tienen la ‘suerte’ de vivir algunos años más siempre que sean buenas paridoras, aunque finalmente acabarán asesinadas de una u otra forma.

Alternativa: el abandono

A causa de la enorme presión que ejercen las Asociaciones de Protección de los Galgos y una enorme cantidad de personas concienciadas con la necesidad de acabar con las torturas a las que se someten a estos animales se ha comenzado a perseguir esta práctica, que atenta contra los más mínimos derechos de los animales, por lo que, los cazadores han optado por abandonarlos luego de hacerles todo el daño posible y de arrancarles el chip.

De esta forma es imposible identificar a sus dueños y como en general los sueltan en vías muy transitadas, una gran cantidad acaba siendo arrollado o muere de hambre, de sed o de las heridas infringidas. Se calcula que tan solo el 10% de los galgos de caza logran ser salvados cada año por las Asociaciones y Protectoras, que tras una vida de torturas logran que se recuperen física y psicológicamente y les buscan la familia y el hogar que siempre merecieron.

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