Si se tiene en cuenta el estado de degradación del suelo, un 20 % del territorio, tanto en España como a nivel mundial, está desertificado. Reflexión importante que lanza Jaime Martínez Valderrama, científico titular de la Estación Experimental de Zonas Áridas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Y, en este sentido, pone el apunte en la cantidad de humedales y de aguas subterráneas que están degradados; algo que resulta clave en el «complejo proceso de desertificación del territorio».
Es más, este experto apunta a que «la sobreexplotación de los recursos hídricos ligada a la agricultura de regadío y los efectos del cambio climático constituyen los principales motores de la desertificación en España«.
La sobreexplotación del agua está directamente relacionada con la desertificación nacional
La sobreexplotación de los recursos hídricos ligada a la agricultura de regadío y los efectos del cambio climático constituyen los principales motores de la desertificación en España, un fenómeno de creciente importancia, han explicado a EFE varios especialistas en la materia.
“Las cifras que se manejan hoy en día indican que aproximadamente un 20 % del territorio, tanto en España como a nivel mundial, está desertificado”, apunta Jaime Martínez Valderrama, científico titular de la Estación Experimental de Zonas Áridas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), si bien esta estimación sólo tiene en cuenta uno de los factores del proceso: el estado de degradación del suelo.
En España, añade, “muchos humedales y aguas subterráneas están degradados», un factor que resulta determinante en el complejo proceso de desertificación del territorio, por lo que la superficie afectada podría ser incluso mayor.
Tierras degradadas y desertificadas
La Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación (CNULD) define este fenómeno como “la degradación de las tierras de zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas» como consecuencia de «las variaciones climáticas y las actividades humanas”.
Estas zonas que concentran el riesgo de desertificación ocupan el 74 % del territorio español, según datos del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico (MITECO), que además advierte de su incremento en los últimos seis decenios fruto del aumento de las temperaturas, la evapotranspiración y las sequías.
Junto con las consecuencias del calentamiento global, Martínez destaca el empleo de recursos hídricos «por encima de su capacidad de regeneración natural» en zonas áridas como otro motor de la desertificación: una sobreexplotación que vincula con el crecimiento de la agricultura de regadío en España.
Según el Ministerio, el 80,5 % de la demanda de agua se destina a la agricultura, especialmente al regadío, cuya superficie aumentó un 14 % sólo entre 2010 y 2019 y, «a pesar de la mejora en la eficiencia de los sistemas de riego», sigue existiendo una «notable presión» sobre cuencas como las del Segura, Júcar, Guadalquivir o Islas Baleares.
Análisis con el que coinciden organizaciones ecologistas que subrayan que «el 70 % de las demarcaciones hidrográficas españolas presentan un nivel de estrés hídrico alto o severo» y asegura que existen «más de un millón de pozos ilegales» en el país.
Posibles soluciones para la desertificación
«Los seres humanos degradamos la naturaleza para vivir, como lo hace cualquier animal, pero la escala de nuestra degradación es mucho mayor» y puede superar la capacidad de regeneración de los ecosistemas, observa Martínez, quien defiende la conservación de los recursos existentes como «la verdadera solución» más allá de aplicar soluciones tecnológicas que «tienen un recorrido limitado».
A estas medidas, agregan la necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para mitigar los efectos del cambio climático, «la mejora del uso que hacemos del agua» y el fomento de prácticas sostenibles de agricultura extensiva.
Aun así, aclara Martínez, cuando la desertificación alcanza ciertos umbrales -por ejemplo, si un acuífero se saliniza, este proceso resulta «irresoluble a escala temporal humana», por lo que es necesario «soltar el pie del acelerador». EFE / ECOticias.com