El Mar Menor, la mayor laguna salada de Europa, continúa su lenta pero esperanzadora lucha por recuperarse tras años de grave deterioro ambiental. Después del colapso ecológico sufrido en la última década, marcado por episodios de eutrofización, mortandad masiva de fauna y pérdida casi total de vegetación submarina, comienzan a detectarse los primeros signos de regeneración natural.
La reaparición incipiente de vegetación marina supone un indicador clave de que el ecosistema intenta reequilibrarse.
Las praderas de fanerógamas marinas, como la Cymodocea nodosa, desempeñan un papel fundamental en la salud del Mar Menor. Estas plantas estabilizan los sedimentos, mejoran la transparencia del agua y proporcionan refugio y alimento a numerosas especies. Su desaparición fue una de las señales más alarmantes del colapso ecológico.
El Mar Menor muestra sus primeros brotes de recuperación tras años de colapso ecológico
El Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC) ha publicado este jueves el informe «Cartografía de las praderas de fanerógamas marinas del Mar Menor 2024″, según el cual la vegetación marina de la laguna salada muestra los primeros signos de recuperación tras ocho años de crisis ecológica.
En un comunicado, el IEO afirma que los nuevos resultados confirman que el ecosistema del Mar Menor continúa profundamente alterado desde el colapso de 2016, cuando un episodio de turbidez extrema provocó la pérdida del 85 por ciento de la vegetación bentónica.
«Sin embargo, por primera vez desde entonces se observan señales incipientes de recuperación en las dos angiospermas marinas presentes en el Mar Menor, Cymodocea nodosa y Ruppia cirrhosa», afirman los investigadores, que reconocen que, aunque el avance es todavía muy limitado, supone un cambio en una tendencia que llevaba casi una década completamente estancada.
La «mancha blanca» deja más de 700 hectáreas sin vegetación
La cartografía de 2024 muestra que Caulerpa prolifera sigue siendo la especie dominante en el Mar Menor y ocupa actualmente el 86 % de los fondos lagunares, una cifra ligeramente inferior a la registrada en 2022. Esta reducción coincide con el impacto del fenómeno conocido como «mancha blanca», visible desde 2022 y provocado por la precipitación masiva de carbonato cálcico en suspensión.
El informe estima que este proceso ha dejado sin vegetación unas 711 hectáreas en la zona centro-occidental de la laguna, donde la falta de luz y la fuerte sedimentación de calcita impiden el desarrollo de cualquier macrófito.
A pesar de estas mejoras, el informe advierte que el ecosistema del Mar Menor continúa en un estado de «gran vulnerabilidad», con una elevada carga de nutrientes acumulada históricamente en la cuenca, la dominancia del alga oportunista «Caulerpa prolifera», el impacto persistente de la «mancha blanca» y los efectos del calentamiento del agua, lo que dificulta la restitución de las praderas de angiospermas, esenciales como bioindicadores y como soporte del equilibrio lagunar.
Los investigadores subrayan que, incluso manteniéndose la tasa de expansión anual observada en 2024 (7,08%), la recuperación completa del Mar Menor podría requerir más de una década, un plazo que podría acelerarse únicamente mediante una reducción efectiva y sostenida de los aportes de nutrientes.
Los científicos insisten: sin reducir nutrientes no habrá restauración real del Mar Menor
El informe forma parte del proyecto BELICH: Monitorización, Estudio y Modelización del Mar Menor, incluido en el Marco de Actuaciones Prioritarias para la Recuperación del Mar Menor del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, y cofinanciado por los proyectos Dmmem, Thinking azul y Grassrec del IEO-CSIC.
Las administraciones han puesto en marcha diversas medidas, como la restauración de zonas húmedas periféricas, el control de vertidos y la limitación de prácticas agrícolas más contaminantes. A ello se suma el trabajo de la comunidad científica, que monitoriza de forma constante la evolución del ecosistema y evalúa la eficacia de las actuaciones en el Mar Menor.
La reaparición de vegetación marina no significa que el Mar Menor esté fuera de peligro, pero sí representa un primer rayo de esperanza. Su recuperación requiere tiempo, constancia y compromiso político y social.


















