Nos hemos quitado de encima aquel aire sucio que manchaba. Pero aún sufrimos aire contaminado invisible, sobre todo en lugares de tráfico denso. En las ciudades, es común que el aire presente concentraciones elevadas de óxidos de nitrógeno y de micropartículas provinentes de los motores de combustión interna, que son la inmensa mayoría. Es aire contaminado con suciedad que no se ve. En situaciones anticiclónicas severas, la concentración puede aumentar tanto que las micropartículas llegan a hacerse visibles. Pero la contaminación atmosférica no es un parámetro meteorológico. El anticiclón se limita a potenciarla y a ponerla en evidencia, nada más.
Como quiera que sea, las micropartículas inciden muy negativamente sobre la salud de las personas. Las partículas grandes, las «sucias», quedan retenidas en las vías respiratorias altas, pero las menores de 5 milésimas de milímetro llegan a los alvéolos pulmonares más recónditos y causan enfermedades cardio-respiratorias varias. Los niños son los más perjudicados. En España, uno de cada diez niños presenta cuadros asmáticos, el doble que décadas atrás. Es mucho. La generalización de los motores diesel, que queman gasoil emisor de micropartículas, es en buena medida responsable de ello.
La Fundació Roger Torné y el CREAL (Centre de Recerca en Epidemiologia Ambiental) acaban de editar la guía «Salud infantil y medio ambiente» para ayudar a las familias ante semejante problema. En ella se decanta el conocimiento de 154 trabajos epidemiológicos de primer nivel. La ciudad no es culpable de que los motores contaminen, sino la primera víctima. Pero la ciudadanía debe defenderse. Publicaciones como esta son de la mayor utilidad.