La actitud de Canadá en Durban es un claro ejemplo de ello. Su renuncia a participar en un segundo período de compromiso de Kioto desoye las advertencias sobre las devastadoras consecuencias que el cambio climático (CC) está ocasionando ya en muchos países pobres (Sur) y que se extiende crecientemente en el mundo desarrollado (Norte). Cualquiera que haya seguido las negociaciones habrá observado que, más allá de tratar de involucrar a los países en desarrollo altamente contaminantes en el nuevo compromiso, Canadá estuvo continuamente entorpeciendo las negociaciones. ¿Por qué?
El primer ministro canadiense, Stephen Harper, tiene hijos; por lo que debe ser al menos tan preocupado como yo acerca de su futuro. No creo que la respuesta sea que él mismo o su partido conservador simplemente son negacionistas del cambio climático (CC), a la vista de las advertencias de la investigación científica y de las evidencias empíricas sobre sus fatales consecuencias. Una pequeña dosis de credibilidad que concedan al CC habría sido suficiente argumento para actitud muy diferente en Durban, ya que su impacto deja un legado terrible a nuestros hijos. De hecho, el gobierno canadiense sí da credibilidad al CC: la agencia federal de Medio Ambiente de Canadá dice que el CC es la causa de sus muy inusuales condiciones meteorológicas, del aumento de fenómenos meteorológicos extremos y de las plagas de escarabajos en sus bosques.
Más bien se dría que la fortaleza de los intereses de las industrias del petróleo y el gas es un argumento insuperable. Este sector parece ser fundamental para el poder político de Harper. Los ingresos que las exportaciones provenientes de la explotación de las arenas asfálticas de Alberta, y las nuevas minas de carbón y fractura hidráulica (fracking) de gas de esquisto en la Columbia Británica son probablemente argumentos más convincentes y tangibles para el Gobierno de Canadá que los beneficios de cualquier acción por el clima. Estas explotaciones probablemente provocarán menos protestas que una apuesta decidida por las energías renovables. Por otra parte, mientras dure la crisis económica, el estatus de estas industrias tradicionales es tan fácil de proteger, como lo es el ridiculizar como idealistas a aquéllos que desafían dicho estatus con argumentos de insostenibilidad.
La retirada del Protocolo de Kioto un año antes de que expire su cumplimiento le evita las sanciones por haber aumentado sus emisiones en más de un 30% sobre 1990 en vez de reducirlas en un 6% como se había comprometido. Pero, puesto que la mayor de estas sanciones consistiría en unos mayores compromisos durante el siguiente período de compromiso y Canadá se ha desvinculado de éste, la sanción le trae sin cuidado.
Lo sucedido en Durban, añadiendo este análisis sobre el comportamiento canadiense, ilustra cómo el Protocolo de Kioto falla en cada uno de los requisitos que Scott Barret señalaba de imprescindible cumplimiento simultáneo para que los acuerdos globales sobre medio ambiente sean efectivos: 1) no es atractivo para muchos países (así, China, EE.UU. o India); 2) su cumplimiento dista mucho de estar coercitivamente respaldado; y 3) las reducciones acordadas son muy poco ambiciosas (los científicos apuntan que conducirán a un aumento de temperaturas superior a 3,5oC, frente a los 2oC fijados como máximo para evitar consecuencias catastróficas e imprevisibles). Y lo que es peor aún, lo estructural doble miopía (en tiempo y espacio) de los gobiernos nacionales hace difícilmente concebible que estos requisitos lleguen a darse; y menos aún de forma simultánea. Así las cosas, la injusticia del CC va confirmándose: mientras que han sido los países ricos quienes más han contribuido al CC, serán los países pobres quienes pagarán el precio más alto. El Norte será más capaz que el Sur de encontrar refugios.
Pero una ola de nueva conciencia más acorde con el desarrollo sostenible está surgiendo a lo largo del mundo. Cuando los gobiernos nacionales no son capaces de superar sus intereses territoriales y de corto plazo, es la ciudadanía quien está mostrando el camino a seguir. La gente del mundo está cansada de que las cosas sigan como de costumbre.
El extraordinario alzamiento popular del movimiento pacífico 15M en Madrid y el resto de España empezó a mostrar la fuerte oposición a la desigualdad impuesta por un capitalismo salvaje. El movimiento está teniendo réplicas crecientes en muchos otros países, y actualmente el Movimiento Occupy en NY está teniendo cobertura mediática en todo el mundo. La intención de la compañía petrolífera Big Oil de construir un entramado de tuberías para llevar el petróleo obtenido de arenas de alquitrán al mercado ha encontrado una oposición masiva en los EE.UU. y la Columbia Británica. Las Transition Towns y las Post-Carbon Cities son iniciativas que promueven economías descentralizadas y sostenibles con un alto grado de autosuficiencia y bajo crecimiento, apoyándose en la movilización ciudadana como elemento clave para conseguir las transformaciones necesarias. Tienen cientos de versiones locales en el Reino Unido y los EE.UU., y su visión de una sociedad adaptada a una economía baja en carbono está cruzando fronteras. Muchos pueblos, como Loos-en-Gohelle en Francia, o condados como Caerphilly, en Gales, proporcionan ejemplos de bienestar fundamentado en el refuerzo y el compromiso de sus comunidades locales. Se están propagando los bancos de tiempo. La gente está comprendiendo el significado y la necesidad de trabajar por la creación de resiliencia. Aumentan las prácticas y el apoyo a la agricultura local y ecológica. Algunas ciudades han proclamado oficialmente crisis de emergencia ante el pico del petróleo o el cambio climático. Nuevos movimientos sociales o económicos tales como la Nueva Economía 20 +20, la Economía de los Comunes, el Decrecimiento, el Green New Deal, los Negocios Inclusivos en la Base de la Pirámide o la Cogestión están dando la espalda al paradigma del crecimiento para adoptar un enfoque hacia el bienestar de las personas. Cientos de miles de organizaciones sin ánimo de lucro en el mundo están luchando por distintas aproximaciones a un cambio social. Los tiempos están cambiando. Incluso algunas empresas privadas tradicionales están adoptando medidas importantes en materia de RSC que pueden conseguir algo más que reverdecer su imagen pública.
Felix Dodds, escribió en la Declaración de Donostia (2008): » Es necesaria una revolución fundamental, no a 40 años vista y no sólo en un país, sino en los próximos diez años y en todo el mundo». Las palabras del senador Robert Kennedy en 1968 cobran mayor sentido: «Está llegando una revolución -una revolución que será pacífica en función de nuestra sabiduría; compasiva, en función de nuestra compromiso; y exitosa en función de nuestra suerte. Pero una revolución está llegando lo queramos o no. Podemos influir en su carácter, pero no en su inevitabilidad».
El próximo gran evento internacional en materia de sostenibilidad es la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, también conocida como tercera Cumbre de la Tierra o Río +20, en junio de 2012. Se tratarán dos temas principales: el «marco institucional para el desarrollo sostenible» y la «economía verde en el contexto de la erradicación de la pobreza y el desarrollo sostenible». Río+20 aspira a ser la plataforma para el abandono definitivo del viejo paradigma hacia uno nuevo que asume los principios de una nueva economía. Tras la decepción de Durban, la sociedad civil está llamada a liderar la cumbre. Seamos conscientes de ello y propaguemos el mensaje.
Alejo Etchart
Stakeholder Forum for a Sustainable Future.