Equipos de asistencia han sido enviados a trabajar, pero han tenido problemas para llegar a las personas más vulnerables, debido al daño existente en calles y redes de comunicación. La Agencia para el Desarrollo Internacional debió aprobar un millón de dólares en ayuda para este país.
Un día después de que el huracán Matthew aterrizara en Haití, fuertes lluvias continuaron cayendo en zonas de el desesperadamente pobre país caribeño. La tormenta de categoría 4 generó vientos de 145 millas por hora y 25 pulgadas de lluvia cayeron en la zona. Hasta el momento, 264 personas han muerto, alrededor de 15,000 debieron mudarse a albergues y al menos 3,000 hogares han sido destruidos, de acuerdo al diversos medios. Estos números podrían aumentar cuando las agencias lleguen a las áreas de mayor daño.
Equipos de asistencia han sido enviados a trabajar, pero han tenido problemas para llegar a las personas más vulnerables, debido al daño existente en calles y redes de comunicación. La Agencia para el Desarrollo Internacional debió aprobar un millón de dólares en ayuda para este país.
Esta es una historia trágicamente familiar para Haití, país que fue devastado en 2010 por un terremoto de 7 grados de magnitud y por inundaciones en 2011. Y ahora, con el huracán Matthew, el ciclo de destrucción y reconstrucción se repetirá, dejando a los haitianos urbanos en especial riesgo.
“Las dinámicas de infraestructura y medioambientales están entrelazadas en un círculo vicioso, con desafíos políticos y económicos”, dice Alex Fischer, director asociado del Programa de Investigación y Política de Haití, parte del Centro de Globalización y Desarrollo Sostenible en la Universidad Columbia.
Así se vivió el paso de la tormenta llegó en el país:
Hay dos razones por las que Haití es tan vulnerable a los fenómenos climatológicos extremos.
1. El siempre presente riesgo de inundaciones
La península sudoeste de Haití, la que sufrió la furia del huracán Matthew en su mayor magnitud, ya sabe de la devastación provocada por la lluvia. Durante 2011, la zona de Port-à-Piment recibió 12 pulgadas de lluvia durante tres días. Se cortaron las carreteras principales, las casas quedaron destruidas y los rescatistas no pudieron llegar a apoyar a los damnificados.
En esta ocasión, la misma estación meteorológica registró 5 pulgadas de lluvia solo en el día después del huracán Matthew. Otra estación, ubicada en Pic Macaya, la que está a 7,700 pies de altura, registró 9.1 pulgadas. La intensa lluvia en zonas de altitud tiende a descender a través de ríos angostos, inevitablemente inundando áreas densas y de baja altura. “Los miembros de la comunidad de Port-à-Piment nos relataron que ‘dormían con los ojos abiertos’ por el histórico miedo que tienen”, dice Fischer, quien realizó investigaciones en la zona hasta 2014. “Incluso pequeñas cantidades de precipitación en áreas elevadas puede llevar a inundaciones importantes en pocas horas, en sus hogares y en zonas urbanas a lo largo de la costa”.
Aquí se puede ver una visualización 3D que Fischer realizó e incluyó en su blog en 2013. En esta se ve el riesgo de Port-à-Piment frente al agua:
La topografía natural, la degradación medioambiental y la urbanización en áreas cercanas a las desembocaduras de ríos son culpables de estas inundaciones desproporcionadas. Para mitigar estos daños, Fischer recomienda sistemas de alerta temprana, manejo de las aguas lluvias, drenaje urbano y viviendas tanto formales como informales. “[El huracán Matthew] será una prueba para el progreso que se ha hecho para que los pueblos urbanos y rurales sean más resilientes y estén mejor preparados”, dice Fischer. “Desafortunadamente, es un examen enorme e injusto”.
2. El problema de la pobreza
En 2009, Remy Sietchiping, quien era en ese entonces un especialista en tenencia de tierras en el Programa de Asentamientos Humanos de las Naciones Unidas, escribió un reporte sobre la variedad de problemas urbanos que hacen a Puerto Príncipe, la capital de Haití, tan vulnerable a los desastres. La llamó “un foco natural de desastres”.
La ciudad tiene edificios deficientes, barriadas precarias y una irregular infraestructura de cloacas. Pero a su vez tiene empleos, más empleos al menos que las áreas rurales que la rodean y que las ciudades más pequeñas. Por esto la gente sigue instalándose aquí, construyendo en las colinas de los cerros y montañas que rodean a la ciudad. “La pobre administración del territorio en las prominentes pendientes de estas montañas y cerros han llevado a la degradación severa de la tierra y la vegetación, así como a la destrucción del drenaje natural”, dijo Sietchiping.
En el terremoto de 2010, y en el mortal brote de cólera que lo siguió, quedó expuesta la fragilidad de la planificación de esta ciudad. Pero los esfuerzos de reconstrucción no han resuelto los problemas de la capital. La basura sigue bloqueando sus vías marítimas y ríos, las calles se inundan cuando llueve. Los gobiernos aún no pueden hacerse cargo de la pobreza urbana durante o entre inundaciones.
“Yo creo que este no es fundamentalmente un problema de planificación urbana. Se trata de un problema de pobreza”, dice Melika Edquist, administradora de las iniciativas de datos, monitoreo y fiscalización de la Red de Soluciones de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. “No puedes planear mejor para Puerto Príncipe si no consideras todos los factores que dificultan la ejecución de esos planes: esto implica a los actores internacionales que controlan la billetera de Haití, los pobres en la ruralidad que dan la fomentan la pobreza urbana, el gobierno centralizado con poco poder y los gobiernos de las ciudades sin presupuestos”.
Durante los años después del terremoto, se ha intentado desarrollar ciudades como Les Cayes, en el sur, para que la presión poblacional en Puerto Príncipe disminuya. Pero en esas pequeñas ciudades también hay necesidades de infraestructura y las economías locales no han ganado fuerza suficiente para retener a los residentes. Por esto, en los años recientes la población ha seguido llegando a la capital, a pesar de no tener servicios básicos o tener riesgos de desastres naturales. Porque, al comparar los deslizamientos, terremotos e inundaciones con “el riesgo diario de la pobreza este último siempre les pesa más”, dice Equist.