“En este mismo instante, en lo profundo de las selvas de Colombia, miles de pequeñas explotaciones mineras, todas ellas ilegales, están siendo trabajadas por infinidad de personas que tratan de extraer el llamado “oro de sangre” de la tierra.”
Un largo camino
Los mineros que apenas malviven con lo que obtienen, excavan continuamente en lugares estratégicos de Timbiquí y de Río Quito. A partir de ahí, el oro se transporta por barco, camión o pequeños aviones a fundiciones en Cali y Medellín.
Luego pasan a manos de refinerías de oro internacionales, todas ellas escudadas tras impolutos certificados de buenas prácticas comerciales, que compran el oro y a su vez vuelven a venderlo, acrecentando su precio y manipulando el mercado.
En muy poco tiempo, el “oro de sangre” de Colombia acaba en las cadenas de suministro mundiales y va camino de formar parte de infinidad de productos que los campesinos que lo sacaron de la tierra nunca podrán ver: desde teléfonos inteligentes para automóviles hasta monedas de oro realizadas por la Casa de la Moneda de algún país rico.
Las empresas finales que compran de buena fe, así como las que utilizan el oro para la joyería, dependen de los organismos cuya tarea es asegurar la legalidad de la extracción del oro y el origen del mismo, pero que no siempre funcionan en Colombia.
Muchas organizaciones entre las que se cuentan Apple Inc. y General Motors Co., realizan auditorias independientes de sus cadenas de suministro, para conocer la realidad del oro y de los demás metales que emplean. A pesar de esos esfuerzos, según los expertos, el oro ilegal siempre termina entrando en el sistema.
Aunque muchas de estas medidas han logrado disminuir significativamente la minería ilegal en algunos puntos de África, la extracción de oro y el comercio ilícito de este metal precioso en Colombia, Perú y Venezuela continúa floreciendo en silencio.
Los números “cantan”
La mayor parte (el 85 %) de las 59 toneladas de oro producidas en Colombia en 2015, provenía de operaciones sin licencia del gobierno explica Ángel Santiago, jefe de la asociación minera de Colombia. Y justifica sus cálculos diciendo si entre las dos principales empresas legales de Colombia, Mineros SA y Gran Colombia Gold Corp., solo alcanzaron una producción de 7 toneladas, es evidente que hay un problema.
Pero también explica que a industria de la minería ilegal está «contaminando nuestros ríos, no paga impuestos y maltrata a los trabajadores, por lo que no aporta nada a la sociedad colombiana y solo se benefician de ello los que manejan estos negocios al margen de la ley”.