Sin embargo, diferentes factores como el cambio climático, los incendios forestales y los huracanes, han provocado que ocho de ellas estén amenazadas de desaparecer.
Con el propósito de contribuir a su preservación, para que las futuras generaciones no tengan que conocerlas a través de los libros, especialistas de esta provincia llevan a cabo la reproducción de especies locales endémicas en peligro crítico de extinción, en el área protegida Sabanalamar-San Ubaldo.
Reconocida por sus bosques de pinares sobre arenas blancas, únicos en el país, esta extensa llanura del Sur de Vueltabajo, con una superficie de 5 212 hectáreas, posee más de 70 especies endémicas de la flora de Cuba, entre las que se incluyen 14 que son exclusivas de este lugar.
Sin embargo, diferentes factores como el cambio climático, los incendios forestales y los huracanes, han provocado que ocho de ellas estén amenazadas de desaparecer.
Lázaro Hernández, especialista de la Empresa para la Conservación de la Flora y la Fauna, explica que por tal razón desde el año 2005, esa entidad, de conjunto con otras instituciones científicas del país, y la Universidad de Pinar del Río, trabajan en su reproducción a través de distintas técnicas.
En ese sentido, señala que han sido creados tres microviveros especializados en la obtención de posturas de una parte de ellas, al tiempo que realizan la plantación mediante esquejes, acodos o semillas, de aquellas que no se adaptan a los canteros.
Esto, asegura Lázaro, ha permitido contener el deterioro que venían experimentando las poblaciones, y empezar a incrementarlas paulatinamente.
«En el caso de la Plinia orthoclada —pariente de la guayaba, que produce frutos con propiedades astringentes—, por ejemplo, había solo cuatro ejemplares en la zona de Sabanalamar, y ya hoy contamos con alrededor de 500.
«Algo similar ha sucedido con el Pectis juniperinus, del cual tenemos unos 340 individuos».
Para el especialista, el mayor valor de esta labor radica en la posibilidad de preservar especies que durante miles de años se han adaptado y han sobrevivido en este medio, y en determinados casos, solo en unas pocas hectáreas de la reserva.
«Cualquier persona de ciencia que desee estudiarlas, o verlas en su entorno natural, tiene que venir acá para poder hacerlo. Por tanto, constituye un deber garantizar que puedan continuar existiendo», añadió.
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