El río Santiago se extiende desde el Lago de Chapala, en el estado occidental de Jalisco, hasta el Océano Pacífico. Y es un canal de agua de 562 kilómetros que una vez fue conocido por sus magníficas cascadas. Y por los paisajes pintorescos de su profundo cañón.
Pero desde que 400 fábricas se instalaran en una zona industrial a lo largo del río Santiago, el vertido de residuos dura ya varias décadas: Estos incluyen más de 1.000 sustancias tóxicas, metales pesados, productos químicos y otros contaminantes medioambientales muy peligrosos. Según datos proporcionados por el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua.
El río Santiago también ha tenido que tragarse las aguas residuales de unos 10 municipios de los alrededores de Guadalajara, la segunda ciudad más grande de México. Y principalmente los residentes de Juanacatlán y El Salto se han llevado la peor parte del problema.
Un salto de agua ubicado entre ambas comunidades actúa como una lavadora gigante que produce una gruesa espuma al agitar los contaminantes de sulfato. Parte de la cual a menudo flota en el aire, llegando a sobrepasar un puente que es utilizado habitualmente por los lugareños.
Gravísimos problemas
«Cualquier niño de la zona sabe que estas aguas son venenosas», dice el representante de una organización no gubernamental fundada en 2006 por los residentes locales para combatir la contaminación y que se llama Un Salto de Vida.
En El Salto, una ciudad de 20.000 personas, el problema de los mosquitos se hizo tan grande que les impidió a los pobladores salteños salir a charlar a la calle. Puesto que eran tantos los insectos que terminaban inundándoles la boca.
La gente ya no puede siquiera aspirar el hedor del río Santiago, que causa dolores de cabeza, náuseas e irritación en los ojos. Y hace unos años, un niño de ocho años de edad, murió 19 días después de caer en un canal y tragar arsénico.
No es infrecuente que, en algunos de los recodos del río Santiago, de un día para el otro, la superficie aparezca cubierta de peces muertos. Ya que los contaminantes siguen cayendo a las aguas del Santiago a lo largo de todo su recorrido.
Demasiado dolor
«Ha habido una gran cantidad de casos de cáncer, fallos renales y problemas de la piel entre los habitantes de las zonas cercanas al río» todos ellos, males vinculados directamente a los altos niveles de contaminación de sus aguas, explica indignado un vecino de la zona, aunque al no haber “cifras oficiales”, las autoridades optan por ignorar los hechos.
Otro vecino recuerda con infinita tristeza el fallecimiento de su hija hace unos años, a causa de un cáncer a la edad de 28. Poco antes de morir, un médico del hospital público donde la trataban le dijo que había «muchos casos de gente de El Salto que llegaban al nosocomio padeciendo diferentes tipos de cáncer.»
Y si bien los pobladores saben que no deben pescar o nadar en el río Santiago, todavía están expuestos a la influencia de su polución, debido a que el agua subterránea está contaminada. Y la gente recurre a los pozos para bañarse y hasta para cocinar. El río Santiago: un asesino silente.
Lo que se vierte es tóxico
Los familiares de las víctimas, las organizaciones civiles, los activistas y los funcionarios municipales sostienen, desde hace años, que el departamento de salud de la ciudad de Jalisco está encubriendo los efectos de la contaminación.
Pero sistemáticamente se defienden diciendo que no hay evidencias que vinculen la contaminación del río Santiago con las enfermedades que se presentan en las ciudades que están en el entorno de influencia del mismo, pero que lo están investigando.
Cada vez que Greenpeace se manifiesta en defensa de la salud de los pobladores y de la descontaminación del Medio Ambiente, deben hacerlo provistos de trajes especiales y máscaras de oxígeno ante la peligrosidad de internarse corriente adentro del Río Santiago.
Las plantas químicas, las cervecerías, las fábricas de productos electrónicos y las instalaciones de manufactura de alimentos vierten los metales más pesados y el cianuro generado en diferentes procesos directamente en el río, según viene denunciando Greenpeace desde hace muchos años.
En realidad, nada se hace
Aun ante las evidencias del alto grado de contaminación de esta fuente, en realidad las medidas que se han tomado para combatirla o al menos paliarla no solo resultan insuficientes, sino que, como no se corta el flujo de contaminación principal, es como tirar dinero al río.
No solo dependen de esta corriente de agua una enorme cantidad de personas, sino que el daño ocasionado al medio ambiente es más que evidente. Y como no se hace en realidad nada, la situación se torna cada vez más difícil de revertir. Lo peor es que el coste está siendo abonado con el deterioro de la salud de los habitantes del entorno.