Dejemos de lado algunas postales de ruta estival menos estimulantes , como las autovías de doble y triple carril desiertas o la masificación urbanística despiadada del eje levantino
Que el progreso modifica el paisaje es un tópico y una realidad con poco que añadir. El verano y las visitas turísticas a parajes naturales o bien a destinos más urbanos así nos lo demuestran. Eso hasta que una circula en medio de un campo de decenas de torres eólicas para después pasar de largo un huerto solar con diecisiete hectáreas de placas fotovoltaicas y, finalmente, vislumbrar un faro con una luz intensa a kilómetros de distancia y admirar el aspecto de ciencia ficción que ofrece una torre termosolar vista de cerca . Como en una roadmovie , todo esto y más se puede ver atravesando en diagonal la península ibérica comenzando desde nuestro extremo .
Dejemos de lado algunas postales de ruta estival menos estimulantes , como las autovías de doble y triple carril desiertas o la masificación urbanística despiadada del eje levantino, y centrémonos en este paisaje futurista y desconcertante que presentan algunas infraestructuras energéticas . Haciendo turismo de capital se puede quedar admirado ante monumentos, sobre todo religiosos como iglesias o similares, por su dimensión pensada para empequeñecer los creyentes frente la fuerza divina. Pues haciendo turismo de carretera parece que es la tecnociencia , y no la religión , que nos ofrece visiones que invitan a la genuflexión .
Ya que de torres eólicas y placas fotovoltaicas tenemos suficiente en nuestro territorio como para pasarlas de largo tal como un barcelonés ignoraría La Pedrera, vamos directamente a la torre termosolar. Para quien no haya visto ninguna, o sólo en imágenes, como una servidora , verla de lejos e irse acercando a ella es todo un espectáculo. El brillo e intensidad de la luz que se acumula en la parte superior de la torre, como en un faro , son tan poco habituales que enseguida intuimos que estamos cerca de una instalación muy particular. El efecto es tan magnético que cuando la pierdes de vista parece que hayas librado del control telepático de alguna fuerza extraterrestre o orwelliana .
Se trata de una tecnología de energía solar por concentración que utiliza la radiación solar directa. Los espejos o heliostatos concentran los rayos del sol en un punto, un receptor situado en lo alto de una torre. Las sales fundidas que circulan por el receptor llegan a temperaturas de 565 º C y después se hacen bajar para generar vapor de agua y mover una turbina que produce la electricidad. Hay un tanque de almacenamiento de sales calientes que permite una autonomía de generación eléctrica de hasta 15 horas sin aporte solar . Parece que esto es, justamente, lo que hace interesante esta tecnología porque es capaz de suministrar electricidad completamente gestionable por periodos ininterrumpidos de 24 horas a plena potencia. Sin embargo, según el Ministerio de Industria, Energía y Turismo, está por demostrar la operatividad y condiciones de mantenimiento de la tecnología de sales fundidas y el desarrollo de heliostatos a bajo coste.
De hecho, es tan sencillo como la idea de encender fuego con un espejo o de iluminar un sótano con espejos combinados desde una pérgola. Pero llevado a escala comercial acaba configurando una infraestructura que no puede pasar desapercibida ni estéticamente ni ambientalmente . Así ha sido con los molinos eólicos o con los huertos solares, pero también con toda infraestructura claramente agresiva sobre el paisaje y el medio natural , ya sea energética o de otro tipo. Y es que cuando viajas no puedes dejar de preguntarte qué debían opinar algunos sabios de la época sobre el impacto ético y estético de las pirámides egipcias o los acueductos, por poner dos ejemplos de uso muy diferente.