Es oficial: Trump impulsa el desmantelamiento del mayor laboratorio meteorológico de EE. UU. y abre un choque frontal con la comunidad científica

Publicado el: 20 de diciembre de 2025 a las 07:45
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Donald Trump, en primer plano, realiza un gesto con la mano durante un acto en interior.

Trump impulsa el desmantelamiento del gran laboratorio meteorológico de Boulder. La decisión sobre el Centro Nacional de Investigación Atmosférica (NCAR) abre una brecha entre la Casa Blanca y la comunidad científica por su impacto en la predicción de fenómenos extremos.

La administración de Donald Trump anunció el martes 16 de diciembre de 2025 su intención de desmantelar el Centro Nacional de Investigación Atmosférica (NCAR), con sede en Boulder (Colorado), uno de los nodos científicos más influyentes en meteorología y clima. El plan, defendido por el director de la Oficina de Administración y Presupuesto, Russell Vought, presenta al organismo como un foco de “alarmismo climático” y promete trasladar las “actividades vitales” a otra entidad o ubicación.



Desmantelamiento del NCAR y predicción del tiempo en Estados Unidos

La Casa Blanca sostiene que la investigación meteorológica seguirá operativa, aunque sin concretar qué institución asumirá las funciones ni con qué calendario. Reuters informó de que el movimiento se enmarca en una agenda más amplia de recortes y reordenación de la ciencia climática federal, con especial presión sobre programas de la NOAA.

En paralelo, la Fundación Nacional de Ciencias (NSF) detalla que estudia una “restructuración” de la infraestructura científica asociada al centro, incluidos el traspaso de la gestión de un superordenador y la posible reasignación de medios aéreos, además de redefinir el alcance de la modelización y la investigación aplicada a necesidades como la predicción estacional y las tormentas severas.



Qué es el NCAR y por qué preocupa a científicos y autoridades locales

El NCAR funciona desde 1960 y concentra capacidad de modelización atmosférica, observación y desarrollo tecnológico que se utiliza en investigación y en la cadena de decisiones públicas y privadas (desde protección civil hasta sectores como la aviación o los seguros). El centro cuenta con unos 830 empleados, según diversas informaciones citadas en medios internacionales.

La reacción en Colorado fue inmediata. El gobernador Jared Polis advirtió de que “la seguridad pública está en riesgo” y enmarcó el golpe como un ataque a la ciencia, con consecuencias para la respuesta ante incendios e inundaciones. En el ámbito federal, los senadores demócratas del Estado, John Hickenlooper y Michael Bennet, anunciaron maniobras para bloquear un paquete de financiación en protesta por el plan, al que atribuyen riesgos directos para un recurso nacional clave.

También la University Corporation for Atmospheric Research (UCAR), el consorcio que gestiona el centro, sostiene que desmantelarlo debilitaría la capacidad del país para prever y responder a desastres y fenómenos severos.

El valor práctico de la investigación meteorológica y los fenómenos extremos

La discusión no es solo científica, también es operativa. Una parte de la comunidad meteorológica teme que la fragmentación del centro rompa equipos, series de datos y cadenas de desarrollo que tardan años en consolidarse. La objeción de fondo es que la predicción del tiempo moderno se apoya en una arquitectura compleja de observaciones, supercomputación y mejora continua de modelos, donde los cambios institucionales pueden provocar pérdidas de eficiencia justo cuando los eventos extremos ganan relevancia social y económica.

Un ejemplo que los defensores del NCAR citan con frecuencia es el de las sondas atmosféricas lanzadas en y alrededor de huracanes (dropsondes) y su contribución a mejorar el pronóstico de trayectoria en la ventana crítica de 48 horas, según documentación divulgada por el propio ecosistema NCAR UCAR. Ese tipo de avances, aunque técnicos, acaban traducidos en decisiones muy concretas (evacuaciones, cierres, posicionamiento de recursos) y, por tanto, en vidas y daños evitados.

La dimensión política de la ciencia del clima en la era Trump

La administración justifica el desmantelamiento con un argumento ideológico. En su comunicación pública, Vought atacó programas que considera “derrochadores” o ligados a políticas de diversidad y a la investigación en renovables. La contestación, en cambio, subraya que la frontera entre “clima” y “tiempo” es más porosa de lo que sugiere el debate político. En la práctica, la mejora de modelos atmosféricos y la comprensión de tendencias de fondo se retroalimentan (tal y como resume la NOAA en su explicación sobre la diferencia entre clima y tiempo).

Esta tensión aparece también en el debate presupuestario. El propio NCAR llega a este pulso tras meses de señales de estrechamiento financiero en el sistema científico, con ajustes de personal anticipados ante posibles recortes. Y el episodio coincide con alertas recurrentes sobre el debilitamiento de la capacidad pública para sostener servicios esenciales de previsión y gestión de riesgos.

En ese contexto, conviene recordar que el recorte o la reorganización de la meteorología pública ya venía siendo materia de discusión en medios especializados y ambientales. En ECOticias se ha advertido de impactos potenciales sobre la NOAA y su operatividad, incluidos efectos en la preparación frente a huracanes. El mismo sitio ha vinculado políticas de recorte en EE UU con consecuencias en foros internacionales como la Cumbre del Océano de Niza de 2025. Y, en clave tecnológica, la carrera por nuevos modelos de predicción (incluida la inteligencia artificial) ha sido presentada como un frente estratégico que no elimina la dependencia de infraestructuras y datos públicos de calidad (como plantea su pieza sobre la carrera tecnológica en predicción meteorológica).

Qué falta por saber y qué puede ocurrir a partir de ahora

De momento, el anuncio deja incógnitas relevantes. No está claro qué organismo absorberá las “actividades vitales”, cómo se garantizará la continuidad de los equipos y proyectos, ni qué ocurrirá con instalaciones, plataformas de cálculo y programas de observación. La nota de la NSF apunta a opciones de transferencia y redefinición de alcance, pero no resuelve el mapa final ni el coste del tránsito.

En lo inmediato, la presión política en Colorado anticipa un pulso presupuestario y legal, mientras parte de la comunidad científica teme una fuga de talento y una pérdida de liderazgo internacional. La duda que se abre, más allá del caso concreto, es si Estados Unidos puede separar la predicción meteorológica del debate climático sin pagar un peaje en capacidad operativa justo cuando crece la exposición a incendios, inundaciones y tormentas extremas.

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