Las cenizas de los incendios forestales ocurridos este verano se han convertido en una de las principales amenazas para la calidad del agua en ríos, embalses y acuíferos. Tras los devastadores fuegos que arrasaron miles de hectáreas de bosques, las lluvias de final de temporada han arrastrado hacia los cauces fluviales grandes cantidades de cenizas, restos orgánicos y materiales erosionados.
Este fenómeno, conocido como escorrentía post-incendio, altera profundamente la composición química y biológica de las aguas superficiales y subterráneas. Las cenizas contienen metales pesados, fósforo, nitrógeno y otras sustancias que, al disolverse, incrementan la turbidez y reducen el oxígeno disuelto, afectando la vida acuática.
Los peces y macroinvertebrados son especialmente vulnerables, ya que la acumulación de partículas finas puede obstruir sus branquias o destruir sus hábitats. Además, el aporte excesivo de nutrientes favorece la eutrofización, proceso que genera proliferación de algas y deteriora la calidad del agua potable.
Todo lo malo que traen los incendios forestales a posteriori en el agua
Mientras los mapas de riesgo de incendio parecen dar un respiro con niveles bajos en la península y Baleares, las consecuencias de los grandes incendios de este verano siguen avanzando, invisibles pero devastadoras. Las lluvias de otoño arrastran cenizas, metales y contaminantes hacia ríos, embalses y acuíferos, comprometiendo el suministro de agua potable en numerosos municipios y la afección a la biodiversidad.
La escorrentía post-incendio, altera profundamente la composición química y biológica de las aguas superficiales y subterráneas.
Según el Instituto Geológico y Minero de España (IGME), más de 900.000 hectáreas de masas de agua subterránea se han visto afectadas por incendios en las últimas dos décadas, con un coste ambiental y económico superior a los 43 millones de euros. Las demarcaciones del Miño-Sil, Duero y Galicia Costa son las más vulnerables.
“Los incendios forestales son mucho más que llamas: su impacto continúa y pone en peligro ecosistemas fluviales y los acuíferos que son las reservas estratégicas de agua. El agua puede envenenarse durante años”, advierten ecologistas.
En Galicia, Castilla y León y Extremadura, las comunidades más castigadas por los incendios este verano, ya se están registrando problemas de turbidez, colapso de captaciones y restricciones de consumo. En comarcas como Valdeorras o Sanabria, los ríos se han teñido de negro tras las lluvias, y los ayuntamientos reclaman medidas urgentes mientras las administraciones discuten sobre de quién son las competencias.
“La emergencia no termina cuando se apagan los incendios. Sin actuaciones post-incendio para estabilizar el suelo y proteger los recursos hídricos, estamos sembrando nuevas crisis ecológicas y sociales. Es urgente que las administraciones tomen medidas para evitar que las cenizas lleguen a los ríos y zonas de captación que llegan a imposibilitar la potabilización del suministro de agua”, reinciden.
Los incendios forestales modifican las propiedades físicas y químicas del suelo, provocando procesos de hidrofobicidad, o repelencia al agua, de los suelos afectados, lo que supone menor infiltración en el suelo y recarga de acuíferos, aumento de la escorrentía superficial y aumento del riesgo por ello de erosión del suelo fértil.
Sin actuaciones post-incendio para estabilizar el suelo y proteger los recursos hídricos, estamos sembrando nuevas crisis ecológicas y sociales
En 2025, más de 353.000 hectáreas han ardido en España, con 62 grandes incendios forestales. Si no se actúa con rapidez, los efectos sobre la calidad del agua podrían ser uno de los mayores daños ecológicos del año.
Ante la inacción de las administraciones, en algunos municipios como los de la comarca Valdeorras ya han tenido restricciones de agua porque las cenizas y el lodo arrastrado han colapsado zonas de captación e impedido la potabilización del agua de las traídas.
Varios alcaldes y alcaldesas han denunciado la inacción de la Xunta al respecto. La población ha tenido que realizar medidas urgentes como pequeños diques y barreras para contención de cenizas. Esta es una medida clave.
Otros municipios, como Ponferrada, ya pusieron en marcha planes locales para proteger sus ríos frente a las cenizas. En Extremadura, la Junta y la Diputación de Cáceres han creado un comité técnico para anticipar los efectos sobre el agua y adquirir equipos de control de calidad antes de las lluvias.
Estudios del Instituto Geológico y Minero de España (IGME) dan una clave fundamental para la protección del agua frente a los incendios: la gran falta de conocimiento sobre cómo los incendios alteran las propiedades del suelo, la escorrentía, la infiltración y, en última instancia, la calidad y cantidad del agua subterránea.
Según sus estudios, las políticas públicas siguen centradas en los suelos y las aguas superficiales, dejando fuera la protección específica de los recursos hídricos subterráneos.
Por tanto, es fundamental investigaciones multidisciplinares, redes de control piezométrico y una integración real del riesgo de incendios en la planificación hidrológica nacional, especialmente frente al cambio climático.
Demandas urgentes
- Incorporar la protección del agua (superficial y subterránea) en las políticas post-incendio y en los planes de restauración.
- Activar planes de emergencia hidrológica en las zonas afectadas para prevenir contaminación por cenizas y sedimentos.
- Reforzar las redes de control de calidad del agua y piezometría en las cuencas más vulnerables.
- Establecer protocolos de coordinación entre confederaciones hidrográficas, CCAA y ayuntamientos para evitar el caos competencial actual.
- Integrar el riesgo de incendios en la planificación hidrológica nacional, con especial atención a los acuíferos estratégicos.
Expertos en hidrología y gestión ambiental advierten que el impacto de estos incendios va más allá del terreno quemado. La pérdida de vegetación reduce la capacidad del suelo para retener agua, intensificando la erosión y aumentando la frecuencia de riadas y deslizamientos.
Frente a esta situación, se recomienda aplicar medidas de restauración hidrológico-forestal, como la revegetación temprana, la instalación de barreras naturales y el monitoreo continuo de la calidad del agua. Solo así será posible mitigar los efectos de las cenizas y proteger los ecosistemas acuáticos afectados por los incendios de este verano. ECOticias.com
















