Que el sistema de gestión del agua español es insostenible es una realidad cada día más palpable. La intensificación de los períodos de sequías extremos debidos al cambio climático y la sobreexplotación del agua afectan a la disponibilidad del agua, incluso a la seguridad hídrica y alimentaria del país.
Mientras comienzan a ser habituales las restricciones al consumo doméstico de agua en muchos municipios en cuanto hace un poco de calor, la tierra se cuartea y la naturaleza dice ¡basta ya! Y lo hace con un SOS tan significativo como la desecación de dos parques nacionales icónicos: Las Tablas de Daimiel y Doñana.
Mientras tanto se sufren DANAS de terribles resultados como la que padeció Valencia, olas de calor que intensifican la gravedad de los incendios forestales y sequías históricas llevan al país al borde de una crisis hídrica sin precedentes que dejando cíclicamente a los ríos, humedales, acuíferos y reservas de los pantanos bajo mínimos.
¿Qué está pasando con el agua en España?
El agua es esencial para la vida, un bien cada vez más escaso y no la cuidamos. Dejamos que el “oro líquido” donde surgió la vida se escape entre nuestras manos, en las tuberías de los regadíos bombeadas por pozos ilegales o en muchas piscinas y campos de golf sin ser conscientes de las consecuencias para nuestro futuro.
El desierto avanza y más de 9 millones de hectáreas ya están catalogadas como zonas con riesgo alto o muy alto de desertificación en nuestro territorio. principalmente en el tercio sur y los dos archipiélagos.
Se prevé una reducción de las lluvias, sobre todo en las cuencas atlánticas, la del Guadalquivir y el sur peninsular, y un aumento de temperaturas de hasta 2 grados en 2040. Si no se toman medidas, en 2050 tres cuartas partes de la población española podrían sufrir una escasez extrema de agua y ciudades como Sevilla, Granada, Córdoba o Murcia serían las más afectadas en Europa.
Las principales causas de la desertificación de España son: la intensificación de los períodos extremos de sequía debidos al cambio climático y al calentamiento global, la sobreexplotación de acuíferos, el crecimiento insostenible del regadío, el abandono de tierra y la degradación del suelo que afectan a su fertilidad y capacidad para retener la humedad.
Sequía meteorológica e hidrológica
Hay dos tipos de sequías: la meteorológica, que ocurre cuando hay escasez de lluvias y es un fenómeno climático habitual en España, recurrente y asociado a nuestro clima mediterráneo. Y la sequía hidrológica, que depende del uso que hacemos del agua y se produce cuando el agua circulante en ríos, la almacenada en embalses o las reservas de los acuíferos están por debajo de lo normal.
Debido al cambio climático, cada vez hay más días con temperaturas superiores a los 40 grados, agudizando las sequías meteorológicas que cada vez son más largas y frecuentes, lo que provoca un aumento de la evapotranspiración en la superficie del agua, del suelo, la vegetación y los cultivos.
¿Se puede hacer algo?
Para evitar que España se convierta en un desierto, las autoridades competentes deberían hacer un cambio profundo hacia un nuevo modelo de gestión del agua en nuestro país, en el que la demanda se ajuste a unos menores recursos hídricos disponibles por el cambio climático.
La disponibilidad de agua dulce está siendo cada vez más restringida porque no se la cuida, se permiten gravísimos episodios de contaminación, el expolio de los bolsones de agua y la gestión malintencionada de este recurso. A este ritmo, en pocos años no habrá de donde sacar agua para los cultivos, y muchísimo menos para satisfacer la sed de los seres vivos que habitan el territorio, humanos incluidos.