La restauración total después de un incendio forestal es un proceso fundamental para recuperar los ecosistemas afectados y promover su resiliencia frente a futuros fuegos. Los incendios, aunque forman parte del ciclo natural de muchos ecosistemas, pueden causar daños severos cuando son intensos o frecuentes, alterando la biodiversidad, la calidad del suelo y la disponibilidad de agua.
Por ello, la recuperación integral requiere de estrategias que no solo reemplacen la vegetación perdida, sino que también fortalezcan la capacidad del ecosistema para resistir y adaptarse a futuras llamas, ya sean estas intencionadas o fortuitas.
¿Cómo recuperar una zona natural tras un incendio forestal?
Las llamas, como las que han consumido los paisajes verdes de Galicia, León o Zamora en la peor ola de incendios del siglo que vive España, calcinan diversa vegetación, pero con tiempo y una gestión forestal adecuada, estos espacios pueden recuperar su vitalidad. Aunque una restauración total requiere décadas, la mejor opción es favorecer la regeneración natural, así como contribuir a, con miras al futuro, crear ecosistemas más resilientes al fuego.
Una vez apagadas las llamadas del incendio
Lo primero, tras el incendio, es reconocer el terreno quemado y proteger aquellas zonas donde puede haber más problemas de erosión, pues esto tendría efectos que van desde la pérdida de sustento para la vegetación hasta la disminución en la capacidad de almacenamiento en embalses, por aterramiento, o la contaminación de aguas debido, entre otros, al arrastre de cenizas.
El siguiente paso sería cartografiar la intensidad de los daños y determinar cuáles son las áreas más afectadas para enfocar en ellas las estrategias de recuperación. Lo más común es dejar que la vegetación se regenere por sí misma. En algunos casos es la opción más adecuada porque la propia naturaleza lo tiene todo bien pensado, aunque en muchas otras ocasiones, no se interviene por falta de fondos.
Es frecuente que si se hace una intervención sea a posteriori, una gestión de la regeneración natural para reconducirla, reduciendo la densidad -y combustibilidad- de los nuevos ejemplares o para evitar una formación monoespecífica con solo una especie de vegetación. El tiempo de recuperación dependerá de la intensidad del daño y de la capacidad de respuesta de las especies, pero anota que, en el caso de la pérdida de árboles, pueden pasar décadas hasta recuperar lo perdido.
Dar forma a un nuevo bosque tras ser pasto del incendio
Después de una perturbación tan fuerte como puede ser un incendio, las especies que primero llegan son las que tienen más facilidad de respuesta, las herbáceas y los arbustos, y más adelante se recuperan los árboles. La vegetación ibérica, ya acostumbrada en muchos casos a las llamas, cuenta con sus propias estrategias de respuesta al fuego. Entre ellas, las de especies rebrotadoras -robles o encinas- que poco después de los incendios empiezan a echar brotes o las de las germinadoras, que lo que hacen es dispersar semillas con mucha fuerza.
Tras un gran incendio, no solo se debe pensar en recuperar la vegetación perdida, sino el tipo de bosque que se quiere para diseñarlo de manera que sea resistente. Al privilegiar la presencia de especies rebrotadoras, más rápido colonizan el territorio. Este debe ser, en opinión de los expertos, uno de los cometidos de la gestión forestal, de manera que, al mismo tiempo que se conserva la vegetación autóctona y se promueven bosques biodiversos, se favorezca a aquellas especies que tengan una capacidad de mayor respuesta hacia el fuego.
España, tierra quemada
España ya es tierra quemada desde hace mucho tiempo, señalan estos profesionales, pues la acción humana de generaciones anteriores ha transformado antiguos bosques en territorios que, tras quemarse tantas veces, están cubiertos únicamente de vegetación herbácea o matorral en la actualidad. Según el Mapa de Condición de la Tierra en España (MCT) 2000-2010, auspiciado en su momento por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, un 20 % del territorio español se encuentra degradado.
Mientras seguimos esperando, con incendios virulentos cada vez más comunes, vamos perdiendo nuestros bosques y vamos engordando ese 20 % de terreno que ya no va a poder volver a tener bosque, a pesar de que en su día lo tuvo. Para evitarlo, insisten en la necesidad de planes de gestión territorial que impulsen una economía rural sostenible que genere paisajes en mosaico con discontinuidades que frenen las llamas, además de que favorezcan especies más resistentes al fuego y reduzcan el combustible en los montes.
Por tanto, como ha quedado patente, para dar forma a ecosistemas resilientes al fuego es importante promover la biodiversidad y diversificación de especies, lo cual aumenta la capacidad del ecosistema para adaptarse a cambios y eventos extremos. La implementación de prácticas de manejo sostenibles, como la creación de cortafuegos, la reducción de material combustible y la gestión adecuada del uso del suelo, también ayuda a disminuir la intensidad y extensión de futuros incendios. EFE / ECOticias.com