Durante mucho tiempo, España buscó atraer las llamadas «gigafactorías», proyectos industriales enormes que prometían modernizar la economía y asegurar miles de puestos de trabajo de calidad, sin embargo, como ya hemos visto en otras ocasiones, no todas las buenas ideas están destinadas al éxito, pues siempre pueden suceder cosas inesperadas…
Una nueva fábrica en España
La instalación de una fábrica de baterías para coches eléctricos, un componente clave en la transición energética, era el premio gordo, la señal de que el país estaba preparado para el futuro. Por eso, el anuncio de una inversión de 4100 millones de euros en Zaragoza se recibió como una bendición.
El proyecto no solo garantizaba una entrada masiva de capital extranjero, sino también la creación prometida de 3000 empleos directos a partir de 2026, convirtiendo a un municipio como Figueruelas en un centro estratégico para la movilidad eléctrica europea.
La empresa detrás de esta megainversión era CATL, el líder mundial en la fabricación de baterías, que se asoció con Stellantis. Pero la ilusión inicial se vio frenada porque las condiciones de CATL no gustaron a todos.
El problema es que, de los 3000 empleos anunciados, 2000 trabajadores iniciales vendrán directamente de China, y este proceder, sumado a otros métodos de ensamblaje chino en Europa, provocó el enfado de la Comisión Europea y de fabricantes locales como Renault España.
Un gran problema con los empleos
La gran tensión gira en torno a los 2000 técnicos, ingenieros y supervisores que CATL planea traer de China para el arranque de la planta de baterías LFP en Zaragoza, prevista para 2026. Este número de trabajadores extranjeros, casi doblaría el censo actual de habitantes del municipio de Figueruelas.
Desde Europa, la Comisión dejó claro que no están de acuerdo. El vicepresidente Stéphane Séjourné dijo que traer tantos trabajadores chinos no cumple con el objetivo de crear trabajo y riqueza en la zona donde se pone la fábrica.
El vicepresidente de CATL se defendió, explicando que su plan no es quitar trabajo a los españoles. Dijo que necesitan gente muy experimentada de China para construir, ajustar y poner a punto las máquinas de la fábrica de la mejor manera posible.
Prometió que, mientras hacen esto, entrenarán a los trabajadores locales para que tomen el control de la planta poco a poco. CATL asegura que ya usaron este mismo plan en su fábrica de Alemania y lo harán también en Hungría, mientras tanto Elon Musk sigue buscando sorprendernos.
La polémica de los kits desmontables
La preocupación sobre el valor real que las empresas chinas están aportando a Europa no es solo un tema de CATL, sino que se extiende a otros fabricantes de coches eléctricos, pero ¿en qué podría afectar esto al resto?
Bueno, después de que se aplicaron impuestos a los coches eléctricos hechos en China, se descubrió que algunas compañías estaban montando sus vehículos en Europa con «kits desmontables», ósea todo lo importante se hace en China y en Europa solo se arma.
Los fabricantes europeos, como Josep María Recasens de Renault España, criticaron esta forma de trabajar, diciendo que los competidores chinos solo están haciendo “cuatro chapas con ruedas” en suelo europeo.
La Comisión Europea no está contenta con esto, ya que la meta de los impuestos era convencer a las empresas de instalarse en Europa y crear valor real, como empleo y tecnología, tal como lo hacen las grandes compañías españolas como SEAT.
El debate también toca el delicado tema de compartir el conocimiento. En el pasado, cuando las empresas de Occidente querían vender en China, el gobierno chino las obligó a unirse con empresas locales y a compartir su tecnología.
Ahora, los fabricantes europeos y la Comisión piden que haya un trato justo, pero por todo esto, la planta de CATL en Zaragoza se ha convertido en el símbolo de una pelea más grande: la necesidad urgente de hacer más coches eléctricos, frente al riesgo político de depender cada vez más de la tecnología china.
Sin duda, la inversión de 4100 millones de euros que CATL y Stellantis harán en Zaragoza es una gran noticia para España, sin embargo, la tensión por los 2000 trabajadores que vendrán de China y la poca riqueza que esto generará al inicio han causado un conflicto en toda Europa. El gobierno español, por ahora, se mantiene en silencio mientras busca la forma de encontrar un punto medio, pues necesita el dinero de la inversión, pero también debe proteger los empleos y el conocimiento en territorio europeo, sobre todo ahora que se viene un nuevo futuro.
