Una vida prolífica
Charles Darwin nació el 12 de febrero de 1809 en el seno de una familia pudiente, ya que su padre era un reputado médico. De hecho, los primeros estudios del joven Darwin fueron justamente de Medicina, aunque luego de probar varias asignaturas, acabó especializándose en Historia Natural.
Fue coleccionista de escarabajos (una costumbre muy de moda en la época de su juventud), estudió geología, teología natural (la que intenta demostrar mediante pruebas tangibles y naturales la existencia de Dios), aprendió taxidermia con un antiguo esclavo y finalmente, fue invitado a participar en la travesía del HMS Beagle como recolector de muestras.
El Beagle era un barco científico cuyo objetivo consistía en realizar un trabajo de cartografía in situ del contorno de las costas de América del Sur, una ardua tarea que les llevaría casi cinco años completar. En el transcurso de esta travesía en la que Darwin hizo un pormenorizado relato, resultó una auténtica revaluación para el naturalista que se había embarcado con apenas 22 años.
A pesar de sufrir mareos por el vaivén de la embarcación, Darwin realizó concienzudos estudios, tanto de los especímenes que encontraba, como del terreno en el que estos se hallaban. De esta forma concibió por primera vez la idea de que una misma especie podía sufrir ciertos cambios, según viviese en uno u otro sitio.
A su regreso lo esperaba la fama, pero para Darwin su prioridad era era catalogar debidamente las muestras que había traído. A partir de sus notas y contando con la inestimable colaboración de otros científicos, comenzó a pergeñar una teoría evolutiva que acabaría con las ideas de Lamarck, que eran las únicas que se consideraban válidas hasta ese momento. Mientras, escribió varios tratados, publicaciones y tres libros sobre geología.
Lamarck propugnaba que la evolución era lineal, es decir que un animal puede “superar” evolutivamente al que se encuentra en un escalón inferior al suyo y Darwin sostenía que en realidad existía lo que él llamó un árbol evolutivo y que ningún animal podía considerarse más o menos evolucionado que otro.
Mientras estaba terminando el libro en el que volcaría las conclusiones de sus estudios recibió cartas de otro naturalista, Edgar Wallace, quien le explicó que trabajaba en una teoría muy similar a la suya desde hacía más de 20 años. Darwin publicó las cartas de Wallace y sus propias conclusiones, con el objetivo de compartir la autoría de la Teoría de la Evolución.
“El origen de las especies” se publicó en 1859. Su primer párrafo de es elocuente y dice lo siguiente:
“Como de cada especie nacen muchos más individuos de los que pueden sobrevivir y cómo, en consecuencia, hay una lucha por la vida que se repite frecuentemente, se sigue que todo ser, si varía por débilmente que sea, de algún modo provechoso para él bajo las complejas y a veces variables condiciones de la vida, tendrá una mayor probabilidad de sobrevivir y, de ser así, será naturalmente seleccionado. Según el poderoso principio de la herencia, toda variedad seleccionada tenderá a propagar su nueva y modificada forma”
En este libro apenas se aludía a la evolución del ser humano, por lo que Darwin siguió trabajando en ello. En 1871 se publicó “El origen del hombre y la selección en relación al sexo”, en el que el autor ofrece múltiples pruebas, de que todos los seres humanos conforman una sola especie más, de entre todas las que integran el Reino Animal, más allá de las diferentes características sexuales, raciales y culturales de cada individuo.
Una celebración mundial
Desde que Darwin falleciera a los 73 años, no han cesado los homenajes a su figura y a las numerosas contribuciones que hizo a las ciencias. Cuando se cumplió el primer siglo de su nacimiento, Cambridge acogió a más de 400 científicos que se reunieron para honrarle y discutir su obra y los descubrimientos más recientes de la época. En Nueva York se descubrió un busto del naturalista y en Nueva Zelanda se realizó la Celebración Darwin.
A partir de allí se han hecho cientos de celebraciones en diferentes partes del mundo en honor a Darwin, a sus libros, sus teorías y sus inestimables aportes. A mediados de la década de los 90, se comenzó a programar en varias Universidades de EEUU, la celebración del Dia de Darwin, coincidiendo con la fecha de su nacimiento. Esta idea tuvo muchos adeptos entre las comunidades estudiantiles y los planteles de profesores y poco tiempo después se institucionalizó mundialmente.
La idea de esta conmemoración es que las personas no solo conozcan la vida y obra de este insigne y abnegado científico e investigador, sino que logren comprender qué es la evolución y se familiaricen con la idea de la “selección natural”, un concepto que muchas veces por desconocimiento, puede prestarse a malas interpretaciones.
Es importante diferenciar la idea de la supervivencia del más apto, con la del más fuerte, puesto que no siempre coinciden. El más apto será aquel que, a pesar de las vicisitudes del medio en el que vive, sea capaz de procrear y transmitir sus genes a la siguiente generación. Eventualmente y mediante mutaciones sucesivas y beneficiosas, sus descendientes podrían derivar en una nueva especie, mejor adaptada a su entorno.
Por Sandra MG de ‘El Periódico Verde’