La fauna silvestre del noroeste peninsular ha sido una de las grandes víctimas de los incendios forestales de este verano, tanto de forma directa como indirecta. El fuego arrasó miles de hectáreas de bosques, matorrales y pastizales, provocando la mortalidad inmediata de numerosos animales incapaces de huir a tiempo.
Pero más allá de los daños visibles, los incendios generan una crisis ecológica a largo plazo. Al desaparecer la cubierta vegetal, se destruyen los hábitats naturales de especies clave, dejándolas sin refugio ni áreas seguras para reproducirse. La falta de alimento es otro de los grandes problemas y esto trae consigo un efecto de desplazamiento. Por ello, expertos piden que se prohiba la caza en estas zonas donde los animales necesitan recuperarse.
Incendios que han arrasado con poblaciones de animales silvestres
Los incendios que este verano han asolado el noroeste peninsular, de dimensiones y virulencia pocas veces vistas antes en España, han dejado sin refugio y alimento a las poblaciones de animales silvestres cuyas posibilidades de recuperarse se verán mermadas si las autoridades no toman medidas como prohibir la caza en toda una provincia o en zonas próximas a las ardidas a las que acudirán buscando refugio, según los expertos.
En las zonas más afectadas, entre las que destacan Ourense, León y Zamora, habitan, entre otras, especies en peligro crítico de extinción, como el desmán ibérico o el urogallo cantábrico; amenazadas, como el oso pardo, la perdiz pardilla o la liebre del piornal, y protegidas, como el lobo.
Según los biólogos consultados, los incendios han sido tan brutales y rápidos y sin precedentes en extensión y en intensidad, que han provocado que incluso animales fuertes y veloces como los lobos hayan muerto calcinados sin posibilidad de escapar.
Si se permite cazar o meter ganado tanto en las zonas que han ardido como en las áreas próximas, a las que se han desplazado los animales en busca de alimento y refugio, las posibilidades de recuperación, tanto de fauna como de flora, serán muchísimo menores, ha afirmado el biólogo Alberto Fernández Gil. Por razones «evidentes», no se puede pedir que no se haga ganadería en toda una provincia, «pero sí creo que la caza en general debería quedar vedada durante años en la totalidad de provincias como Zamora, León y Ourense, para que las especies afectadas por los fuegos se recuperen».
También se ha mostrado a favor de establecer límites a la caza para apoyar la recuperación de especies silvestres el biólogo Pedro Alonso Iglesias. No obstante, en su opinión, en lugar de prohibirla en toda una provincia, quizá lo más efectivo sería establecer «zonas de exclusión de caza», como por ejemplo, en distancias de 3 kilómetros desde el perímetro del incendio, aunque esto seguramente complicaría el proceso administrativo.
En todo caso, lo que no se puede permitir, bajo ningún concepto, es que dentro de un coto de caza se pueda seguir cazando en zonas que no se han quemado cuando la superficie de la reserva se haya calcinado en un 50 % o más, ha aseverado. Así, se trataría de ampliar la posibilidad de poner coto a la caza de animales silvestres en caso de incendio y que ahora se limita básicamente a prohibirla temporalmente en cotos o reservas quemadas en elevados porcentajes, pero no en zonas próximas ni provincias completas.
Protocolos asistenciales ante los animales que han sido víctimas de incendios en sus hábitats
Para Alonso Iglesias, dado que los grandes incendios pasarán a ser la norma general en el actual contexto de cambio climático, deberían ser considerados una emergencia para la vida silvestre. Esto conllevaría la obligación de tener preparados protocolos de actuación asistencial, como ya ocurre con otros desastres ambientales, como las mareas negras que siguen a un derrame de crudo en el mar. Estos protocolos deberían precisar desde cómo dar asistencia veterinaria, a cómo aportar a los animales alimentación suplementaria o actuar para recuperar sus hábitats.
El primer efecto de un incendio sobre la fauna, es la mortalidad directa, sobre todo en animales de baja movilidad, que desaparecerán completamente en la zona ardida. Aquí entran invertebrados, antrópodos, insectos, anfibios o pequeños mamíferos, según el biólogo Jesús Domínguez Conde.
Otros grupos, como las aves o mamíferos de tamaño mediano y grande tienen, a priori, más posibilidades de escapar en el momento inicial de destrucción del hábitat, aunque en los actuales incendios, denominados de sexta generación, ni siquiera ellos están a salvo. Los que logran escapar, se desplazarán en busca de hábitats favorables, lo que conllevará problemas de competencia entre ellos y los individuos ya presentes en esas zonas, por los que deberán pelear por lograr comida, lo que generará mortalidad.
A más largo plazo, afectará a otro aspecto relacionado con los grandes fuegos: determinados compuestos volátiles que se originan por la combustión -hidrocarbunos policíclicos aromáticos (PAH)- quedarán depositados en el agua y pasarán a la cadena trófica.
«Podrán ser ingeridos por animales que van depredando unos a otros (…) y esos productos pueden afectar a la formación de embriones o, en caso de elevadas cantidades, cánceres», ha apuntado el experto, que ha subrayado que los grandes incendios son siempre muy problemáticos para la fauna en cuanto a supervivencia inicial, reubicación y recuperación. Esa recuperación será aún más difícil en los casos en los que haya ardido la capa arbórea, pues los bosques tardan más en recuperarse que el monte. Todo dependerá de la severidad de cada fuego, pues en los de grandes dimensiones habrá zonas que se hayan podido salvar, ha añadido.
El caso del lobo
En el caso del lobo, cabe esperar que entre 40 y 60 grupos (entre el 10 y el 20 % del total) hayan visto muy afectado su territorio, según Fernández Gil, experto en la especie, que ha recordado que entre el 80 y el 90 % de todos los lobos de España se reparten entre Galicia y Castilla y León. Para esta especie, la cobertura forestal y de matorral es componente crítico de su hábitat, sobre todo en zonas habitadas y en una época de cría como es el verano, en la que los cachorros apenas tienen 3 meses y son dependientes de los adultos.
Haberse quedado sin esa cobertura supone, sin duda, un efecto severo para esas poblaciones, al menos a corto plazo, ha aseverado. «Lo que más me preocupa es que les hace aún mucho más vulnerables a la actividad humana (caza legal y furtivismo), al margen de que en algunos casos se tengan que desplazar a otras áreas ocupadas por otras manadas con las que pueden entrar en conflicto por alimento y territorio», ha aseverado.
En su opinión, haya o no fuego, en España, nunca deberían cazarse lobos, pese a que la normativa europea, que hasta hace pocos meses lo prohibía, ahora lo permita con limitaciones. «Algunos lobos han muerto calcinados. Son bichos muy resistentes pero estos fuegos, totalmente inéditos por sus dimensiones y la velocidad con la que se propagan los hacen vulnerables, sobre todo para las crías y los adultos que las cuidan», ha apuntado Alonso, coautor del documental ‘Entre pastores y Lobos’.
En este nuevo escenario, convendría considerar al fuego entre las grandes amenazas para la conservación del lobo, tanto por afección directa como indirecta, según el biólogo, defensor de que estos animales sólo puedan ser cazados en zonas de elevada depredación sobre especies como «as bestas» (caballos salvajes). En su opinión, la absoluta prohibición de caza sólo lleva al furtivismo y a que la población afectada apoye el sacrificio de estos animales sin tener en cuenta el estado de conservación de la especie.
Por tanto, la petición conjunta es clara: suspender la caza como medida de emergencia ecológica, hasta que los ecosistemas afectados puedan regenerarse, que haya alimento, refugio y condiciones mínimas de seguridad, tanto para la fauna como para quienes interaccionan con el territorio. No olvidemos que estos animales vivían en las más de 400000 hectáreas arrasadas en el que es uno de los peores veranos que se recuerdan en este sentido. EFE / ECOticias.com