Las plantas boreales y de tundra se están ‘moviendo’ y están transformando algunos paisajes, al tiempo que ponen en peligro el permafrost, que según los expertos cada vez es más vulnerable y propenso a derretirse y desaparecer. Estas son las conclusiones de un nuevo estudio que publica hoy Ecology Letters.
Según los resultados, las especies boreales se están expandiendo en el Ártico, especialmente aquellas que ya tenían presencia en la tundra. Este proceso conocido como borealización se da en especial en Eurasia y zonas alpinas, donde la distancia al bosque boreal es más corta, lo que facilita la dispersión de estas especies.
Una colonización de las plantas que podría ser nefasta
Vivimos pensando que las plantas no se mueven, pero sí que lo hacen y pueden transformar todo un paisaje. Hoy se publica un estudio en Ecology Letters, liderado por la Universidad de Edimburgo y el CREAF, que alerta que las especies de plantas que son capaces de vivir tanto en bajas latitudes de la tundra como en el bosque boreal están ganando terreno en el Ártico.
En concreto, aquellas especies boreales que tienden a ser mejores colonizadoras son las gramíneas y los arbustos. El equipo científico advierte que el avance de estas especies podría tener efectos sobre el clima, la fauna y las comunidades humanas. Por ejemplo, los líquenes típicos de la tundra son el plato principal de caribúes y renos.
El problema es que, bajo la sombra de los arbustos, los líquenes podrían retroceder y, si disminuyen, también lo hace el alimento de estos animales. Esto, a su vez, amenaza la subsistencia de comunidades indígenas que dependen de su caza y del pastoreo, y que, además, se alimentan de algunas plantas típicas de la tundra.
El clima también podría verse afectado por la borealización. Cuando los arbustos y otras especies leñosas se expanden, atrapan más nieve en invierno y tapan el suelo en verano. Esto cambia la temperatura del suelo y puede acelerar el deshielo del permafrost. Como resultado, se liberarían grandes cantidades de carbono que llevaba atrapado milenios en esta ‘nevera congelada’, contribuyendo al calentamiento global.
“En este estudio comprobamos que las plantas propias del bosque boreal y de la transición boreal-tundra están expandiéndose en regiones árticas, aunque con distintas magnitudes en diferentes regiones. El hecho de que partes del Ártico se estén borealizando podría tener efectos en cascada en los ecosistemas de tundra”, destaca Mariana García Criado, investigadora Marie Skłodowska-Curie del CREAF y de la Universidad de Edimburgo y primera autora del estudio.
Borealización de zonas alpinas y Eurasia
El equipo ha observado que la borealización es más intensa en la región de Eurasia y en zonas alpinas, donde la distancia entre el bosque boreal y la tundra es más corta, “esto facilita la dispersión de las semillas”, aclara García Criado. La expansión de la vegetación boreal también es mayor en las áreas más cálidas y húmedas del Ártico, condiciones que favorecen el establecimiento de plantas.
Por ahora no han encontrado una relación directa con el aumento de temperatura en las zonas estudiadas, “probablemente porque las mayores subidas de temperatura se dan en altas latitudes donde les resulta más difícil llegar a las especies boreales”, explica la investigadora.
El estudio también analizó qué características hacen que algunas plantas se expandan con más éxito que otras. Descubrieron que las especies boreales de menor estatura tienen más facilidad para avanzar en la tundra que las más altas. Además, las gramíneas y los arbustos colonizaron más parcelas que las especies herbáceas, gracias a sus ventajas adaptativas, por ejemplo, captar de manera más eficiente los nutrientes del suelo. Algunos ejemplos de especies boreales que lograron llegar a un gran número de parcelas son la gramínea Carex bigelowii (cárice de Bigelow) y el arbusto Vaccinium vitis-idaea (arándano rojo).
Cuarenta años de expediciones
Para llevar a cabo la investigación, el equipo ha analizado datos del consorcio internacional ITEX (International Tundra Experiment), que recopila información de parcelas permanentes distribuidas por todo el Ártico desde hace cuatro décadas. En total se han estudiado más de 1.100 parcelas y 287 especies de plantas, muestreadas entre 1981 y 2023: “Es una red tremendamente valiosa a nivel científico y de conservación, ya que tantos años de trabajo de campo en esta parte recóndita del mundo, usando una metodología similar, no son comunes”, destaca García Criado.
“El siguiente paso de esta investigación es estudiar los impactos del proceso de borealización en los ecosistemas y para las comunidades Indígenas del Ártico”, finaliza García Criado. Además, la investigadora explica que ella también está impulsando una nueva línea de investigación para averiguar cómo están cambiando las poblaciones de líquenes y musgos en zonas polares, “algo todavía muy desconocido”.
El estudio lo han liderado la Universidad de Edimburgo y el CREAF, y cuenta con la participación de más de 30 instituciones de investigación de todo el mundo. Entre ellas destacan la Universidad Agrícola de Islandia y la Universidad de Islandia (Islandia), la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología, la Arctic University of Norway (UiT) y la Universidad de Bergen (Noruega), la Universidad de Gotemburgo y el Gothenburg Global Biodiversity Centre (Suecia), la Vrije Universiteit Amsterdam (Países Bajos), la Universidad de Columbia Británica y la Universidad de Waterloo (Canadá), la Universidad de Colorado Boulder y el USDA Forest Service (Estados Unidos), así como la Universidad de Aarhus y la Universidad de Copenhague (Dinamarca), y la Universidad de Helsinki junto con el Natural Resources Institute Finland (Finlandia).
Si esta tendencia continúa, la transformación de la tundra podría tener consecuencias nefastas como la aceleración del derretimiento del permafrost o la alteración de las migraciones del caribú. También afectaría a las comunidades indígenas que habitan en el Ártico, ay que estas cazan o pastorean a estos animales y utilizan ciertas plantas como alimento. ECOticias.com