Lola Tourón, una artesana interesada por recuperar la cultura gallega, imparte talleres de cestería en los que emplea materiales reciclados, muchos de ellos recogidos en las playas. Así lo manifestó recientemente en el programa medioambiental Ecovoz, emitido por Radio Voz Galicia, donde puso de relieve un proyecto desarrollado en la aldea de O Couto, perteneciente al concello coruñés de Ponteceso, con el que se pretende dinamizar la vida en el campo, intentando recuperar ciertas tradiciones como los cultivos de las simientes.
Obtiene la materia prima de todos aquellos residuos que el mar va dejando en los arenales y que le sirve para hacer piezas de cestería. Se muestra convencida de que los plásticos constituyen una seria amenaza para nuestros océanos y con esta iniciativa, además de limpiar las playas, se contribuye al reciclaje y, por tanto, a la transformación de desechos en nuevos productos de utilidad, divulgando en este caso el alto valor de la reutilización.
Entiende que el consumismo exacerbado del que somos víctimas nos lleva a utilizar una gran cantidad de materias primas vírgenes, circunstancia que deriva en la destrucción de recursos y en un notable derroche de energía. Es consciente de que la cestería tiene una difícil salida en el mercado, y si a ello se añade la necesidad de comprar la materia prima de base, lógicamente las limitaciones serán más pronunciadas. “Me interesa reutilizar todo lo que llega a mis manos porque, además del ahorro que ello supone, limpio el entorno”.
En el caso de la cestería, indica que cualquier técnica tradicional en la que se utilicen materiales naturales, admite la versión reciclada, por lo que no supone hándicap alguno a la hora de conseguir productos de calidad.
Recordó que, inicialmente, sus alumnos no se mostraban proclives a trabajar con residuos, pero cuando observaban las piezas hechas, tomaban conciencia de su belleza al contar éstas con un colorido que no se consigue con materias naturales. A su juicio, supone una oportunidad para poder experimentar técnicamente y avanzar en el trabajo de la cestería sin tener que malgastar recursos y dinero.
Desde hace varios años trabaja por la zona de A Costa da Morte, primero en el municipio de Cabana y ahora en Ponteceso. Dado que ella es oriunda de una zona del interior de Galicia, aprovecha sus salidas para recoger materiales en el monte. “Se trata de una diversidad autóctona que no se da en la costa, pero cada lugar cuenta con sus particularidades”.
BANCO DE SIMIENTES
Tourón se encuentra también involucrada en otros proyectos tales como “el banco de simientes”, una iniciativa a la que califica de ambiciosa dada su gran complejidad. Se trata, en todo caso, de un proyecto de futuro, por lo que ahora su trabajo se centra en identificar cuánta gente de la zona está interesada en la calidad de lo que come, cuánta está habilitando huertas y cuándo recoge las simientes. “De lo que se trata, en todo caso, es de recuperar esas prácticas tradicionales propias de las aldeas y que ahora están muy limitadas por la moda y las prisas que tenemos por comprar plantas o consumir variedades foráneas envasadas y manipuladas genéticamente, perdiendo la nuestras simientes tradicionales”. En este sentido, precisó que las variedades autóctonas que están adaptadas al medio son más resistentes a las plagas y ofrecen mayores garantías.
Considera que nuestros antepasados tenían quizás una mayor conciencia en torno a la protección del medio ambiente, pero en muchos casos por necesidad. “Entonces no había la contaminación originada por el plástico ni un consumismo tan pronunciado como el de hoy”, añadiendo que “Ellos guardaban sus simientes para la cosecha del año siguiente y hacían intercambios entre aldeas cercanas porque consideraban que mejoraban con el cambio de tierra”.
Lola Tourón se muestra partidaria de defender la calidad de vida en el rural y disfrutar de la misma sin dejar una huella ecológica demasiado pronunciada porque “la importancia de tener alimentos y agua de calidad tiene mucho que ver con la salud y el bienestar”.
Cestería y huerto son, para esta profesional de la artesanía, un trabajo muy satisfactorio y gratificante. “Cuando fabricamos un producto con materiales reutilizados, éste va a tener un gran valor emocional, y cuando sementamos y cultivamos una planta que luego se come, su valor supera lo eminentemente físico”, concluyó.