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La Asociación coruñesa de Consumidores aprende a reducir el desperdicio alimentario con Sogama

Publicado el: 29 de mayo de 2018
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La Asociación coruñesa de Consumidores aprende a reducir el desperdicio alimentario con Sogama
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La cita tiene lugar en el marco de la campaña “Comer sí, tirar no”, promovida por Sogama y la Consellería de Medio Ambiente e Ordenación do Territorio con el fin último de reducir la cantidad de comida que cada día acaba en el cubo de la basura.

Técnicos de Sogama impartirán, a las 17:30 horas, en el Sporting Club Casino de A Coruña, una charla informativa sobre reducción del desperdicio alimentario que dirigirán a los miembros de la Asociación Provincial de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios de A Coruña (Fundación Brétema). La solicitud fue cursada por esta organización, interesada en conocer datos actualizados sobre un problema con graves perjuicios para el medio ambiente y la economía, más allá de los propiamente éticos y morales.

La cita tiene lugar en el marco de la campaña “Comer sí, tirar no”, promovida por Sogama y la Consellería de Medio Ambiente e Ordenación do Territorio con el fin último de reducir la cantidad de comida que cada día acaba en el cubo de la basura.

Los datos son preocupantes: en la UE se desperdician cada año 89 millones de toneladas de alimentos, lo que se traduce en unos 179 kilos por habitante. Ante esta situación, el Parlamento Europeo, en sintonía con el paquete de economía circular, ha propuesto reducir el desperdicio de alimentos en un 30% para 2025 y en un 50% para 2030.

Si bien las pérdidas tienen lugar en toda la cadena agroalimentaria, lo cierto es que el hogar, con un 42%, contribuye en gran medida a este fenómeno, toda vez que el 80% de los comestibles desechados se tiran a la basura tal cual se han comprado, estando conformados en buena parte por frutas, verduras y pan fresco. España, con 7,7 millones de toneladas, es el séptimo país que más comida desperdicia de la UE.

¿Qué hacer?

Con sencillos gestos se puede revertir esta situación. Los expertos aconsejan, en primera instancia, planificar el menú de la semana y, en función del mismo, realizar las compras necesarias, priorizando los productos locales y de temporada, gesto que, sin lugar a dudas, contribuirá al empleo local y aminorará las emisiones de CO2 procedentes del transporte a larga distancia.

El consumo inteligente y responsable se erige en una prioridad, debiendo hacer un hueco en el mismo a los alimentos calificados como “feos” y que no se ajustan a las pautas estéticas empresariales. Las manzanas poco atractivas nutren igual que las brillantes y con colores vivos. Lo mismo sucede con las zanahorias o patatas que presentan ciertas deformidades.

Cuando estos productos no cumplen con los patrones establecidos, son desechados del circuito, dando lugar a un gran dispendio de recursos. Se necesitan 50 litros de agua para producir una naranja y 13 litros para producir un tomate. A esto hay que añadir las semillas, la tierra, el trabajo de los agricultores e incluso el combustible necesario para transportar los alimentos. Recursos todos ellos que se derrochan cuando se pierde el resultado de este trabajo.

Diferenciar con claridad fecha de caducidad y fecha de consumo preferente resulta crucial. La primera identifica el momento a partir del cual un producto puede suponer riesgo para la salud. La segunda, el momento a partir del cual un producto pierde cualidades (textura, sabor u olor), pero no representa riesgo para la salud.

Ya en casa, se hace preciso revisar y reordenar la nevera y la despensa a fin de dar salida a aquellos productos que puedan perderse antes. A la hora de cocinar, debe olvidarse el viejo dicho de “más vale que sobre a que falte” y ajustar las raciones al número de comensales, dejando que se sirvan ellos mismos. Si aún así hay sobras, las alternativas son diversas: congelarlas para otro momento, aprovecharlas para elaborar nuevas recetas o repartirlas entre los invitados.

En los restaurantes, donde las raciones suelen ser generosas, resulta prioritario dejar de lado el pudor y reclamar los restos. En muchos casos, los establecimientos de hostelería ya están tomando nota de esta nueva situación e incluso son ellos quienes, por propia iniciativa, se las ofrecen a los clientes a fin de que se las lleven para sus casas.

Donar comida no perecedera y en buen estado siempre es una buena opción, al igual que compostar los restos orgánicos no comestibles, una alternativa viable en viviendas unifamiliares con terreno en el que aplicar el abono resultante.

Con esta campaña, que se nutre con una guía didáctica, una cuña radiofónica, microvídeos divulgativos y un juego escolar online, Sogama pretende contribuir a poner en valor la comida, un bien al que no todas las personas tienen acceso y que debemos respetar, compartir y conservar, pero jamás tirar: “COMER SÍ, TIRAR NON”.

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