La sociedad europea que emerja de esta situación, sin duda será diferente a la pretérita. Hasta aquí soy capaz de predecir, el como ya es más cuestionable.
Cuyo sea, sí parece evidente que ha llegado la hora de la eficiencia, la hora de los resultados sin demagogias, la hora, en fin, de la austeridad.
Ocurre exactamente igual en relación con la gestión de los residuos. Durante años se ha ido construyendo un nuevo paradigma cuya expresión escrita es la nueva Directiva Marco de Residuos, que especifica la sociedad europea del reciclado. La cuestión ahora, en mi opinión, no es revisar los objetivos ambientales que tanto tiempo ha costado establecer, sino identificar cuál es la manera más eficiente y que consuma recursos de toda índole, entre ellos los económicos, para conseguirlos.
Y esta consideración afecta a toda la cadena de la gestión. Empezando por las recogidas selectivas. Estas nunca han podido ser un fin en sí mismo. Pero hoy esto es cierto, con mayor virulencia. Las recogidas selectivas tienen que ser necesariamente un medio para conseguir la mayor competitividad y calidad de los productos recuperados. Y necesariamente tienen que ser un traje a medida para cada circunstancia concreta. El diseño de la recogida selectiva debe basarse en las salidas de los productos reciclados. Cualquier otra cosa es demagogia y despilfarro.
En todas partes surge la necesidad de implementar nuevos sistemas. Esto es especialmente cierto en el caso de la materia orgánica, pero no sólo. Cualquier diseño debe ser ambicioso pero a la vez prudente y realizarse escalón por escalón. Utilizar fases para la implementación está especialmente indicado. Por ejemplo actuar en municipios de más de 100.000 habitantes en primer lugar puede llevar a atender a una población superior al 80%. En una segunda fase se puede rebajar el número de habitantes y la población atendida se disparará a más del 90%.
En mi opinión, esto es lo indicado en estos momentos que vivimos, con mucho menos esfuerzo se puede conseguir casi el mismo objetivo ambiental. Eso no quiere decir que el modelo no pueda extenderse a futuro, pero sólo cuando las circunstancias lo permitan.
Exactamente igual ocurre con los sistemas de tratamiento. Hoy es el día en que hay que dejar de marear el residuo. Es inmoral meter dinero en adoptar modos de tratamiento ineficaces o que no sirven para nada, sólo para seguir una moda basada en la sinrazón o para quedar bonitos en una foto. Al final es dinero que se quita de atender otras necesidades de los ciudadanos. Citarlas resulta obsceno, por lo evidente y por la fácil caída en la demagogia.
Nada más lejos de mi ánimo que tratar de instalarme en un nuevo pensamiento único. Todo lo contrario, trato de reivindicar, “ad nauseam”, la necesidad del traje a medida de máxima eficiencia e íntimamente ligado al logro de los objetivos prefijados. Creo que basta ya de realizar inversiones absurdas en modelos que no funcionan para el fin previsto. Basta ya de hacer trampas en el solitario. Basta ya de buscar el fácil aplauso de unos pocos en detrimento del bienestar de todos los ciudadanos.
Todo esto nos lleva a la necesidad de que todos los actores implicados se juramenten en una versión “low cost” de la gestión de los residuos ambiciosa, sostenible pero sin concesiones. Es el momento de la inteligencia y de la imaginación, pero también del rigor. Es el momento de la responsabilidad y de no caer en la tentación de disparar con “salvas del rey”.