El consumo desmesurado de bolsas plásticas (238 unidades por habitante y año), ha llevado a que en la Ley 22/2011, de 28 de julio, de Residuos y Suelos Contaminados, se contemple la eliminación de las mismas para el año 2018, con excepción de las que se usen para contener alimentos perecederos como pescados y carnes.
Los 150 establecimientos adheridos a la Asociación de Mulleres Empresarias de Lugo (AELU) han facilitado que, en el período de poco más de dos meses (entre agosto y principios de noviembre), se haya destinado a la industria recicladora 50.000 bolsas de plástico. Un gran logro que se enmarca en la campaña lanzada el pasado mes de agosto por parte de Sogama y AELU, y a través de la cual se pretendía promover el uso de bolsas reutilizables, reduciendo el consumo de las plásticas no biodegradables, con serios perjuicios medioambientales.
Para ello las entidades participantes distribuyeron entre los clientes 7.700 bolsas de tela, pero, para hacerse con una de ellas, éstos debían entregar a cambio un mínimo de 10 de plástico, que los responsables de los establecimientos se encargaron de depositar en los correspondientes contenedores amarillos a fin de facilitar su posterior transformación en nuevas materias primas, propiciando así un gran ahorro energético y de recursos.
El papel de los comerciantes ha resultado clave en esta experiencia, toda vez que, más allá del reparto de bolsas de tela y la recogida de las de plástico, registrando todas las operaciones llevadas a cabo, se encargaron de llevar a cabo una tarea educativa entre los usuarios, explicando las ventajas de un consumo responsable y el progresivo abandono de la cultura de “usar y tirar”, tan perniciosa para la integridad del medio natural y para nuestra calidad de vida.
Con esta iniciativa, bautizada con el eslogan “Cuando reciclamos, el mundo sonríe”, se ha apostado de lleno por la instauración de las buenas prácticas ambientales, definidas en todo caso por el principio que debe regir la gestión de los residuos: las tres erres (reducción, reutilización y reciclaje), que Sogama complementa con una cuarta erre, la de la recuperación energética de la parte no reciclable, poniendo en valor lo inservible y evitando su depósito en vertedero.
La necesidad de llevar a cabo un uso racional de las bolsas plásticas se recoge en la Ley 22/2011, de 28 de julio, de Residuos y Suelos Contaminados, que viene a reemplazar a la Ley de Residuos 10/1998, a través de la cual se pretende sustituir el 60 por ciento de las bolsas plásticas de un solo uso para el año 2013, aumentando ese porcentaje a un 70 por ciento para antes del 2015 y a un 80 por ciento para el 2016. El objetivo final es la eliminación del cien por cien de este tipo de bolsas para el año 2018, con excepción de las que se usen para contener alimentos perecederos como pescados y carnes.
Con ánimo previsor, muchas superficies comerciales ya se han adelantado a los plazos de la normativa y han optado por cobrar las bolsas en función de su tamaño, forzando al ciudadano a llevarlas de su propia casa.
LAS BOLSAS PLÁSTICAS NO BIODEGRADABLES, UNA AMENAZA MEDIOAMBIENTAL
A pesar de que su vida útil suele ser de alrededor de 15 minutos, lo justo para llevar la compra desde la tienda a casa, la bolsa plástica no biodegradable puede tardar hasta 4 siglos en descomponerse, depositando en la tierra y en las aguas todos los elementos contaminantes procedentes del refinado del petróleo y de los residuos metálicos de las tintas propias de las serigrafías. Además, durante el proceso de fabricación se consumen grandes cantidades de energía (cada bolsa emite alrededor de 4 gramos de CO2), lo que contribuye al efecto invernadero.
En España se distribuyen anualmente 10.500 millones de bolsas plásticas (238 unidades por habitante), cifra que se traduce en casi 100.000 toneladas de desechos (9 por ciento del total de la basura generada) que en muchas ocasiones acaban desperdigadas por el entorno ocasionando graves perjuicios medioambientales. La realidad es que ni tan siquiera la mitad de las bolsas plásticas que consumimos vuelven a ser reutilizadas, y tan solo el 10 por ciento acaba en el contenedor amarillo para ser recicladas.
La fauna también se resiente. Se calcula que hasta 10.000 animales acuáticos mueren cada año por ingesta de plásticos, que confunden con alimento, mientras que otras muchas especies marinas sufren serias amenazas, ya que impiden el crecimiento de las algas que les sirven de sustento.




















