Una investigación llevada a cabo en una colaboración entre la Universidad del Oeste de Inglaterra, Bristol (UWE Bristol), Mogu, el Instituto Italiano de Tecnología y los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) ha demostrado que, según una nota de prensa de la UOC, “estos organismos tienen propiedades increíbles que permitirían poder sentir y procesar diversos estímulos externos: la luz, las deformaciones, la temperatura, la presencia de sustancias químicas y hasta señales eléctricas.
El trabajo podría impulsar la aparición de nuevos materiales fúngicos que ofrecen un sinfín de características interesantes, entre las que se encuentran su sostenibilidad, durabilidad, capacidad de reparación y adaptabilidad. El estudio, que explora la capacidad de utilizar los hongos como componentes para wearables o dispositivos portátiles, ha comprobado la posibilidad de utilizar estos biomateriales como sensores eficientes y llenos de aplicaciones”.
Determinados productos de la sociedad moderna necesitan de materiales reistentes. Los dispositivos ponibles (wearables) requieren de sofisticados circuitos conectados a sensores, así como cierta capacidad de computación, según un documento dela UOC. Esto, grosso modo, es lo que los define como «inteligentes», algo que sólo se puede conseguir mediante complicados procedimientos y materiales.
Sin embargo, según la UOC, “la colaboración entre Andrew Adamatzky; Anna Nikolaidou, del Laboratorio de Informática no Convencional de la UWE Bristol; Antoni Gandia, director de Tecnología de Mogu; Alessandro Chiolerio, del Instituto Italiano de Tecnología, de Turín, y Mohammad Mahdi Dehshibi, investigador del Scene Understanding and Artificial Intelligence Lab (SUNAI) de la UOC, han demostrado que entre dichos materiales podemos encontrar los hongos”.
“Biosystems”
Para ello, el reciente estudio «Reactive fungal wearable», publicado en “Biosystems”, analiza la capacidad del Pleurotus ostreatus, el champiñón ostra, para detectar posibles señales procedentes del entorno, lo que incluiría, por ejemplo, el cuerpo humano. Con el objetivo de demostrar la reactividad que presenta este hongo como biomaterial, “el estudio analiza y recoge su papel como biosensor capaz de distinguir estímulos químicos, mecánicos y eléctricos”.
«Los hongos son el grupo de organismos vivos más grande, más ampliamente distribuido y más antiguo del mundo», explica Mohammad Mahdi Dehshibi. «Crecen extremadamente rápido y se adhieren al sustrato que combinas con ellos». Según señala el investigador de la UOC, los hongos son capaces, incluso, “de procesar información de una forma parecida a como lo haría un ordenador”.
Actividad eléctrica
«Podemos reprogramar la geometría y la estructura teórica de gráficos de las redes de micelio —el conjunto de filamentos que forman la parte vegetativa de un hongo— y luego usar la actividad eléctrica de los hongos para realizar circuitos de computación», confirma Mohammad Mahdi Dehshibi.
«Los hongos no sólo responden a los estímulos y disparan señales en consecuencia, sino que también nos permiten manipularlos para realizar una tarea computacional, es decir, procesar información». De esta manera, “nos encontramos ante la posibilidad de crear auténticos componentes de ordenador con material fúngico, capaces de sentir y reaccionar ante ciertas señales externas, de una manera única”, señalan desde la citada universidad.
Arquitectura fúngica
En el mundo existen ya varios ejemplos de lo que se conoce como «arquitectura fúngica», construida con biomateriales procedentes de los hongos. Las estrategias existentes para este campo implican hacer crecer el organismo en una forma apropiada en pequeños módulos, como ladrillos, bloques u hojas. Luego se secan para matar el organismo y formar un compuesto sostenible e inodoro.
Sin embargo, cuando el micelio permanece vivo e integrado en nanopartículas y polímeros, se puede llevar más allá y utilizarse para desarrollar componentes electrónicos, explica Dehshibi. «Este sustrato informático se cultiva dentro de un molde de tejido para darle forma y proporcionar una estructura adicional.
Durante la última década, el equipo del profesor Adamatzky ha producido varios prototipos de dispositivos de detección y computación a partir del moho mucilaginoso Physarum polycephalum, incluidos varios procesadores de geometría computacional y dispositivos electrónicos híbridos».
Dos desafíos
«En mi opinión, todavía se deben abordar dos desafíos importantes», anota el investigador. «El primero consiste en implementar realmente la computación [de estos sistemas fúngicos] con propósito, es decir, una computación que tenga sentido. El segundo sería caracterizar las propiedades de los sustratos fúngicos mediante mapeos booleanos para descubrir el verdadero potencial computacional de las redes de micelio».
Es decir: aunque sabemos que existe potencial en este tipo de aplicaciones, todavía hay que explorar hasta dónde llega dicho potencial y cómo podemos usarlo en la práctica. «Hasta ahora, solo se han fabricado pequeños módulos, como ladrillos y láminas. Sin embargo, la NASA también está interesada en la idea y está tratando de construir bases en la Luna y Marte para enviar esporas inactivas a los planetas», afirma el investigador de la UOC.
«Vivir dentro de un hongo parece un poco extraño, pero ¿por qué resulta tan raro pensar que podríamos vivir en el interior de algo vivo? Sería un movimiento ecológico bastante interesante, que permitiría prescindir del hormigón, el vidrio y la madera. Piensa en escuelas, oficinas y hospitales que están creciendo, regenerándose y muriendo; es la cúspide de la vida sostenible», concluye Dehshibi.
Redacción
Publicado en El Ecomensajero Digital
Fuente: Vida sana