Son niñas invisibles porque con frecuencia trabajan de un modo clandestino. No se sabe nada de ellas ni de lo que hacen. Son menores consideradas pobres, cuyo único fin es conseguir ingresos económicos. La desesperación lleva a algunas familias y a las propias niñas a cambiar los estudios por el trabajo. La ONG Plan alerta: «Las niñas, por el simple hecho de ser menores y mujeres, son las primeras obligadas a dejar la escuela».
Un informe publicado en 2009 por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) con motivo del Día Mundial contra el Trabajo Infantil subraya que más de 100 millones de niñas en el mundo están involucradas en trabajo infantil. La directora general de Plan en España, Concha López, señala que trabajan hasta 18 horas al día, por lo que «no pueden asistir al colegio o relacionarse con otras personas que no sean los dueños de la casa». Quedan así en una posición de vulnerabilidad, sin ayuda y en clara dependencia de sus empleadores, » que en ocasiones abusan física, emocional o sexualmente de ellas».
La mayor parte de las niñas trabajan en el sector doméstico, «donde rara vez existe protección ni regulación», precisa Plan. Sobre todo, esto ocurre en América Latina, en África y en el sudeste asiático, donde destacan Filipinas, Tailandia, Bangladesh e India, donde el 81% de las trabajadoras domésticas tiene entre cinco y doce años.
Por qué trabajan
Las pequeñas trabajan por varios motivos. En ocasiones, porque sus padres consiguen un empleo para ellas en el servicio doméstico -o aceptan otro que les ofrecen-, con el fin de obtener ingresos para paliar la precaria situación familiar o porque no pueden garantizar su manutención y prefieren que otras familias se encarguen de ellas.
Otras niñas buscan un empleo porque se han quedado huérfanas, porque huyen de matrimonios concertados en sus lugares de origen con hombres mucho mayores que ellas o que ni siquiera conocen, y hay menores que escapan de su hogar para evitar que les somentan a la mutilación genital femenina. Es el caso de las niñas africanas.
Además, el trabajo doméstico se percibe como un trabajo de mujeres, señala Save the Children, cuando se inicia se desconocen sus efectos dañinos, se entiende como una preparación para el matrimonio, se ve al empleador como un benefactor o como una extensión de la familia y, otras veces, se recurre a él como pago de una deuda contraÍda por las familias de las menores.
El informe de la OIT advierte de que la crisis financiera mundial «podría empujar a un número creciente de niños, en particular niñas, al trabajo infantil». Pero quizá la peor razón es el tráfico de niñas procedentes de comunidades rurales. Incluso a menudo es una práctica admitida porque forma parte de la tradición, como en los casos del «reste-avec», en Haití, o el «kamalari», en Nepal. Se envía a las menores, «que a veces no superan los cinco años», a trabajar en casas radicadas en ciudades de todo el país.
Estos trabajos se desarrollan sobre todo en los grandes centros urbanos, ya sea en casas de familiares o conocidos, «que las emplean a cambio de techo, comida y la promesa de escolarizarlas. Promesa que no siempre se cumple», subraya Plan.
Trabajar como esclavas
El informe de Save the Children «Esclavos puertas adentro», publicado en junio de 2008, detallaba cómo 40 millones de niños y niñas son sirvientes domésticos en todo el mundo. De ellos, cerca de 10 millones trabajan ocultos en las viviendas de sus empleadores «sin que sus actividades puedan, en la mayoría de los casos, ser controladas».
El trabajo doméstico es la primera ocupación de las niñas menores de 16 años que trabajan y que corren el riesgo de convertirse en esclavas -también los niños- «sin ningún tipo de derechos». El informe asegura que la percepción común acerca de que estos menores no sufren abusos, «fomentada por la creencia popular de que sus empleadores ejercen toda una labor de caridad y filantropía», ha llevado a que la violencia permanezca oculta e ignorada.
El estudio indica que algunos niños trabajan en condiciones peligrosas o de explotación, aunque estas situaciones son invisibles porque tienen lugar en el ámbito privado de los hogares ajenos. Destaca que los niños más vulnerables y explotados son quienes trabajan fuera del hogar familiar, ya que dentro se considera aceptable el denominado «trabajo ligero», que un niño realiza como contribución a las tareas familiares, «siempre y cuando no interfiera con su asistencia a la escuela, impida su ocio, ni se realice en condiciones de peligro o explotación».
Entre las actividades que desempeñan los menores figuran: servir la comida, limpiar la cocina y los utensilios, planchar, coser, abrillantar zapatos, ordenar las habitaciones, limpiar los muebles, barrer y fregar los suelos, limpiar los baños, limpiar coches, reparar equipamientos, cuidado de personas o acompañamiento, cuidado de animales, limpieza de cuadras y establos, recogida y transporte de agua, leña y otros combustibles, encargarse de las basuras y los desechos.
AZUCENA GARCÍA – www.consumer.es – EROSKI