Actualizar

viernes, marzo 31, 2023

«Hay que cambiar el chip y valorar la producción local»

¿Quién sois y como empezasteis Montanyanes?
Montanyanes es una empresa que tiene tres socios: dos mujeres (Eva Tarragona y yo, Vanesa Freixa, de 34 años), y Ramón Maspons, que tiene 44. Los tres somos hijos del Pallars Sobirà, y en su momento bajamos a estudiar a Barcelona. Una vez terminada la formación -biología en el caso de Eva, bellas artes y gestión cultural en mi caso- y con un poco de experiencia profesional, decidimos volver a vivir aquí arriba en el año 2006 para montar esta empresa de dinamización rural. Lo que caracteriza nuestro proyecto es el aprecio por el lugar donde vivimos y las ganas para mejorarlo, con la perspectiva que nos da haber estado fuera para detectar las potencialidades que tiene. En aquellos años la tendencia en estos territorios era un monocultivo de turismo y construcción, y nosotros teníamos la clara convicción de que se podían hacer las cosas de otra manera.

¿Cómo fueron los inicios? ¿Cuáles fueron los primeros proyectos de Montanyanes?
Nosotros trabajamos la dinamización rural vinculada al sector primario, la promoción económica, temas culturales, turismo, o participación ciudadana. Uno de los primeros proyectos, por ejemplo, fue ‘Del trozo al plato’, que quería fomentar el consumo de proximidad e intentar dar valor a los productos locales, para que la gente del territorio sea la principal consumidora de lo que se hace al lado de casa. Tenía tres líneas: el consumidor final, los comedores escolares y el sector de la restauración. Ahora esto ya se trabaja en muchas comarcas y otras comunidades, pero en su momento fue una iniciativa pionera. También hicimos un proyecto de turismo que vinculaba todas las comarcas del Pirineo con motivo del 50 aniversario del viaje que Cela y Espinàs hicieron al Pirineo de Lleida, en el que se crearon rutas conmemorativas que unían senderismo, restauración y ámbito cultural de estas comarcas.

Desde el inicio, nuestra manera de funcionar era detectar las necesidades que tenía el territorio, en este caso el Pallars, el Alto Pirineo y las zonas rurales, elaborábamos una propuesta, estudiábamos las líneas de financiación de la Generalitat y lo ofrecíamos a un ayuntamiento o un consejo comarcal, que eran quienes lo podían pedir. Y si obtenían la subvención, nos encargaban el desarrollo del proyecto. Ahora, tras casi seis años, el proceso es ya lo contrario: es la administración la que nos busca para encargarnos proyectos. Muchos de nuestros proyectos han sido referentes en Cataluña en el mundo rural, y ahora ya hay muchas entidades que confían en la experiencia de Montanyanes. Y también tenemos proyectos propios, como los dos por los que nos han dado el premio de Excelencia a la Innovación para Mujeres Rurales: Grípia y el Obrador Xisqueta.

¿Qué es el proyecto Grípia?
El proyecto Grípia tiene diferentes líneas de actuación con un objetivo común: que el sector primario sea más viable. Una de ellas es la escuela del campesinado y la actividad pastoral, la escuela de pastores, que busca conseguir el relevo generacional de los agricultores y pastores actuales con un nuevo enfoque más basado en la agroecología. Tiene un concepto integral de la explotación familiar, donde se haga también la transformación y la venta directa, con unas garantías de viabilidad económica y de producciones sostenilbles más respetuosas con el ciclo natural de la tierra. La escuela de pastores nació en Cataluña en el año 2009 y ya estamos preparando la cuarta edición..El resultado es muy bueno, en tres años han pasado casi 70 personas por la formación, con perfiles muy homogéneos: gente de 30 años, con estudios universitarios, o con otros oficios pero con mucha vocación para esta actividad, y que hasta entonces no contaban con una oferta formativa que les ayudara a resolver esta inquietud que tenían. Y lo que nos ha sorprendido más es el grado de implicación: dos tercios de los participantes están buscando la manera de dedicarse profesionalmente, bien de forma propia, alquilando tierras, o trabajando para otros. El porcentaje es altísimo, y los resultados, en general, superiores al de las escuelas de capacitación agraria, por ejemplo, que en algunos casos incluso han tenido que cerrar módulos de ganadería por falta de alumnos mientras que aquí siempre tenemos más solicitudes que plazas ofertadas.

Además de facilitar la formación, en el proyecto Grípia también hacemos de intermediarios entre los propietarios que quieren ofrecer fincas para alquilar y los exalumnos que quieren iniciar sus explotaciones. Es un tema muy complejo y cuesta mucho llegar a un acuerdo, pero estamos buscando las vías para conseguirlo, aunque siempre hay que pactar caso por caso. Y también ofrecemos asesoramiento a las fincas que participan en las prácticas de la escuela. Además estamos trabajando con hijos de campesinos, quienes serían el relevo natural, con reuniones de sensibilización a los ganaderos jóvenes que trabajan según el sistema tradicional que han visto en su casa, a los que queremos plantearles la posibilidad de otras maneras de gestión más efectivas y más viables económicamente.

 ¿Y el Obrador Xisqueta?
Es un proyecto de dinamización del sector primario vinculado al mundo de la lana. Surgió a raíz de hablar con pastores que nos explicaron el valor que antes tenía nuestra lana, tanto que incluso se hacía contrabando, y como se dejó de apreciar una vez entran en el mercado las fibras de síntesis química. De ser algo de lo que el pastor podía obtener unos ingresos muy importantes, ha acabado siendo un quebradero de cabeza y un gasto muy grande para el campesino, al que a veces ni le pagan la lana en dinero, se hace algún intercambio solamente. Incluso hay casos de algún campesino que, como nadie le viene a recoger la lana, debe enterrarla o tirarla a un barranco, porque ni siquiera la puede quemar. Con esto en mente, hemos planteado un sistema de ciclo cerrado: de la producción a la venta del producto elaborado. Todavía estamos trabajando en el tema de la comercialización, pero sí que hemos conseguido ya muchísimas cosas. Por un lado, estamos pagando un precio justo: a partir de mirar los precios que están pagando por las lanas en el ámbito europeo, hemos estipulado que un precio justo son 60 céntimos por kilo. Hasta entonces se les estaba pagando a 6 céntimos, y nosotros se la compramos diez veces más cara. Además trabajamos con una raza concreta, la xisqueta, que es autóctona de nuestra zona, los Pallars y la Alta Ribagorça. Desde 2009 les compramos pues la lana, y ya tenemos casi 40 toneladas.

Para poder transformar esta lana, necesitábamos un grupo de artesanos que lo pudiera hacer. Entonces empezamos a hacer cursos de formación específica, dirigidos a personas del territorio que se quieren dedicar profesionalmente, y les hemos llevado profesores de todo el estado y de Europa para que vayan mejorando los conocimientos técnicos. En dos años hemos conseguido tener una docena de artesanas y un artesano que ahora son ya maestros de este trabajo. Ahora lo que queremos conseguir es que con este trabajo se puedan ganar la vida. Y por eso ahora promoveremos la venta para completar el ciclo: hemos comprado la materia prima, la hemos transformado desde el territorio y ahora hace falta la venta directa. Por ahora tenemos una tienda virtual, con la primera colección de productos de la marca Xisqueta, hecha con la colaboración del diseñador Gerard Moliner. Él y los artesanos han buscado huir de la pieza artesana convencional hecha de lana y potenciar el diseño y el uso contemporáneo. Pronto presentaremos la segunda colección, y también pondremos en marcha un punto de venta presencial.

Además de los productos artesanos elaborados, también vendemos la lana a granel, o lana hilada. Hasta ahora no había ninguna entidad en todo el estado que estuviera aprovechando la lana del país para hacer una venta al por menor. La están trayendo de fuera, mientras que la lana de aquí se va en exportación a China. Parece increíble que no hubiera nadie haciéndolo, y ahora nosotros somos los primeros proveedores de lana local y a un muy buen precio para otros artesanos. En resumen: hemos recuperado una lana que hacía décadas que no se estaba utilizando, de razas autóctonas, y la preparamos para que se pueda utilizar aquí mismo, o la vendemos ya en productos de diseño.

¿Cuáles son las dificultades que encontráis a la hora de comercializar estos productos?
Yo creo que la clave es que cuando alguien compra una madeja de nuestra lana, o un producto artesano del obrador Xisqueta, deben ser muy conscientes de lo que están comprando, de todo lo que hay detrás: que hay este oficio de pastores que aún está manteniéndose, que hay unos tejedores artesanos locales que intentan ganarse la vida con un precio justo. Estamos muy mal acostumbrados, porque estamos comprando piezas de lana que vienen de Nepal u otros lugares con unos precios que hacen reír, y nos estamos aprovechando de ese sistema, donde los trabajadores no tienen una compensación adecuada ni derechos que los protejan. Nuestras piezas son caras, pero están hechas una por una, para una persona con una situación laboral de aquí, con lo que ello conlleva. No estamos acostumbrados, porque estamos pagando precios irreales de la lana. Y todo esto es lo que hay que explicar a los consumidores.

¿Cómo lo explicais?
Tenemos un etiquetado que incluye una explicación resumida de estas ideas, de las características del territorio y de las razas autóctonas, y además aparece la foto de todos los pastores a los que compramos la lana y de todos los artesanos que hacen las piezas, para que la gente tome conciencia de todo ello. Somos cien por cien artesanos y cien por cien locales en todo lo que hacemos, y eso lo tenemos que dar a conocer. Debemos sacar el máximo rendimiento de lo que tenemos, aprovechar lo que tenemos cerca, en materiales y en profesionales, y de eso generar una riqueza, tanto cultural como económica. Cuesta mucho salir del sistema actual, basado en precios bajos de fabricación asiática, y tampoco es cuestión de que nos fustiguemos, pero sí tal vez de intentar mejorar un poco en lo que podamos.

Y todo ello teniendo presente que no queremos que la gente compre estos productos porque les hacemos lástima, sino porque ofrecemos diseño y calidad. Hay que cambiar el chip para valorar la producción local, en la alimentación poco a poco se está consiguiendo, y se puede aplicar también a muchas otras cosas que consumimos.

¿Qué ha supuesto para Montanyanes el premio de Excelencia a la Innovación para Mujeres Rurales que acaba de recibir?
De entrada, para decirlo claro, ha supuesto que las socias hemos podido cobrar las nóminas que teníamos atrasadas desde hacía meses. Porque todos estos proyectos están teniendo mucha importancia en la transformación del territorio, pero los ingresos son preocupantes y nada estables. Intentamos que todo el mundo cobre lo que le corresponde, pero a menudo a costa de cargarnos nosotros el trabajo a las espaldas sin cobrar a tiempo.

Pero más allá de este aspecto práctico, el premio es un reconocimiento personal que nos llena mucho, y por otra parte es también muy positivo porque ayuda a la difusión de todo lo que hacemos.

http://www.sostenible.cat/

ARTÍCULOS RELACIONADOS

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Otras noticias de interés