Los nuevos movimientos sociales, muchos de ellos tristemente ligados a la situación de crisis económica, conducen tentadoramente a hacer comparaciones con los movimientos surgidos o fortalecidos a partir de mediados de siglo pasado, en especial los movimientos ecologistas o feministas y sus variantes. Aquellos movimientos eran mayoritariamente vindicativos y de defensa, sobre todo en nuestro territorio y en el entorno europeo, y crecían por la fuerza de la masa social que los apoyaba. Los movimientos actuales se alimentan de su propia carga moral, a menudo suficientemente fuerte como para generar eco mediático sin que su legitimación venga necesariamente por la vía del número de socios inscritos.
El sociólogo estadounidense Becker (Outsiders, 1963) hablaba de los emprendedores morales para referirse a los individuos o grupos que influyen para cambiar, mantener o aplicar una norma. De hecho, los primeros (que quieren cambiar normas) los caracteriza como cruzados reformistas, amparado en el concepto que generalmente se trata de individuos con una idea inequívoca y absoluta sobre lo que es malo y hay que cambiar, tomando esta misión como sagrada y moralmente superior. Antiabortistas o abolicionistas estarían en esta categoría, pero a pesar de parecer sujetos y grupos obsesionados en imponer su propia idea de moral, el sociólogo destaca el trasfondo humanitario que mueve sus reivindicaciones así como el hecho de que a menudo se trata de individuos en estratos sociales superiores interesados en mejorar las condiciones de vida de los que están por debajo.
Con la definición anterior, el croata moral sería una persona u organización probablemente alejada socialmente del entorno que intenta cambiar (mejorar moralmente, a su entender) y se podría pensar que esto todavía les distancia más del entorno. Algunos ejemplos en este sentido incluyen los movimientos antiabortista y abortistas, de control de armas, de control de la obesidad infantil, por citar algunas causas morales bien alejadas entre sí.
Parece claro que, si comparamos, los movimientos ecologistas de los sesenta y setenta tienen poca relación con lo dicho arriba. Sobre el nacimiento y fortalecimiento de los movimientos ecologistas si se sabe algo de cierto es que los grupos más importantes tienen su origen o crecen a raiz de alguna catástrofe o accidente, como el derrame del Exxon Valdez en Alaska que hizo fuerte a Greenpeace. Pero lo que se quiere destacar es, de hecho, la diferencia existente entre un grupo organizado que tiene su fuerza en la base social que apoya sus causas y la emprendeduría moral que se alimenta de una causa superior en ella misma.
Si buscamos ejemplos actuales de emprendimiento moral veremos que se puede encontrar de todo, desde acciones con móviles no necesariamente altruistas hasta actos de una generosidad y liderazgo moral destacables. Una característica de estos últimos, en oposición a los argumentos del sociólogo estadounidense citado arriba, sería su proximidad al sufrimiento de los estratos más desfavorecidos de la sociedad, y no alejamiento. Quizás un ejemplo gratificante es la Plataforma de Afectados por la Hipoteca.
El éxito de un emprendimiento moral queda reflejado en la aprobación y aplicación de una nueva norma que incluya esa demanda. Los movimientos ecologistas de los sesenta practicaban un proselitismo orientado a captar adeptos para la causa, cuantos más mejor y utilizando, como hizo Greenpeace, todos los medios mediáticos y de difusión al alcance de cara a reclutar seguidores. El objetivo era cambiar modelos, es cierto que a través de campañas, pero con una voluntad final de modificar conciencias individuales y colectivas.
Movimientos como la PAH estan quizás más cerca de la idea de emprendimiento moral en el sentido de que persiguen un cambio de norma que se justifica por la finalidad humanitaria de asegurar las condiciones de vida de personas en peligro de desahucio. Su fuerza ética ya ha conducido a cambios en normas dentro del sistema financiero, algo que parecía impensable. La PAH es ya un movimiento amplio y con un apoyo social fuerte, pero van surgiendo otros muchos ejemplos, quizá más pequeños, tales como familias o asociaciones de padres y madres que se movilizan para modificar normas de un Ayuntamiento en relación a las becas de comedor escolar de cara a asegurar que ningún niño se quede sin una comida, ni siquiera durante las vacaciones de verano. La idea de estos movimientos es lograr un cambio normativo inmediato, con un beneficio directo y tangible para los afectados.
En el entorno local somos y seremos testigos de la aparición de emprendimientos morales de alcance cercano que pueden cambiar la fisonomía del asociacionismo tal y como la entendíamos.